La educación

En su primera etapa (1750-1850), la Revolución Industrial fue iniciada y continuada por hombres de poca o ninguna educación universitaria. La mayoría de la población se mantenía en el analfabetismo, máxime cuando se habla de países pobres, la educación básica, y más aún la superior, sólo estaba al alcance de las clases privilegiadas.

¿Cuál era la situación de las universidades respecto a las necesidades de la industria?

En el siglo XIX, las universidades tenían poco que ofrecer al desarrollo industrial, la relación se daría de forma muy paulatina; no fue sino hasta la segunda mitad de esa centuria (1875) cuando se creó en Cambridge una cátedra de Mecanismos Aplicados y Mecánica Aplicada; por su parte, en Oxford no hubo cátedra de Ingeniería sino hasta 1907. Proveer de recursos humanos que cubrieran las necesidades de los fabricantes en los primeros años del siglo XX, se dejó básicamente en manos de las universidades cívicas, en los nuevos centros de la industria y el comercio, tales como Liverpool y Manchester, todas ellas ciudades inglesas. La relación entre la ciencia aplicada y la industria era escasa, pocas cátedras estaban relacionadas directamente con las necesidades de alguna industria; las universidades poco preparaban a sus alumnos para los problemas prácticos de la vida industrial.

En Alemania, las universidades antiguas tenían antipatía por las instituciones autónomas para la enseñanza superior de la tecnología. A pesar de ello, a comienzos del siglo XX, la industria alemana graduaba con independencia de las universidades tradicionales, y mantuvo un vínculo entre los centros de investigación aplicable a sus propias actividades, por ello, en la Segunda Guerra Mundial estaba técnicamente preparada para un largo periodo. Por su parte, Gran Bretaña se enfrentó con deficiencias de materiales tan básicos como los tintes, los aparatos ópticos, los aceros especiales y los productos farmacéuticos. Francia tuvo problemas similares, ya que las viejas escuelas de ingeniería, tales como la École Nationale des Ponts et Chaussées (1747) y la École Polytechnique (1794) eran inadecuadas para las nuevas necesidades.

En Europa oriental, Rusia poseía centros importantes para las ciencias básicas y aplicadas, pero no se convirtió en una potencia industrial sino hasta después de la Revolución bolchevique. En Asia, Japón se percató de la importancia de la educación científica y tecnológica, dándole importancia en las cinco universidades imperiales fundadas entre 1877 (Tokio) y 1911 (Tohoku); el éxito de esa política se puso de manifiesto cuando Japón derrotó a Rusia en 1905. En América del Norte, las universidades de Estados Unidos tenían una actitud favorable a la ciencia y tecnología, y se desarrollaban según la tradición de fundaciones independientes como el Massachussetts Institute of Technology (1861) y el Stevens Institute of Technology (1870).

Expresiones culturales siglo XX

La educación básica apenas contaba con los medios materiales y humanos en el siglo XIX en los países industrialmente desarrollados y aún en la primera mitad de la siguiente centuria en los países pobres. Las escuelas no eran físicamente tales, sino lugares maltrechos, acondicionados para ejercer la función de educar. Los avances de la ciencia y la tecnología generados en las primeras décadas del siglo XX llevaron a trastocar las deficientes condiciones materiales y de contenidos de la enseñanza en los distintos niveles de la educación.

Entrado el siglo XX, los países mencionados tenían varios grados de preparación en sus sistemas educativos. Probablemente Alemania y Estados Unidos fueron quienes dieron mayor importancia al conocimiento de la ciencia y la tecnología, siendo los principales rivales de quien durante el siglo XIX mantuvo la supremacía industrial: Gran Bretaña. Es sintomático de ello que en 1913 había 40 000 estudiantes de ciencia y tecnología en Estados Unidos, 17 000 en Alemania y 6 500 en Gran Bretaña. La Primera Guerra Mundial puso de manifiesto la importancia estratégica de la ciencia y la tecnología, también hizo patente la prioridad de la formación de profesionales en todos los niveles. Los países que no tuvieron una infraestructura adecuada durante la guerra sólo pudieron improvisar y no fue sino concluida ésta que se planificaron y concretaron programas apropiados.

En la URSS se puso en marcha un programa de industrialización más intensivo. Los planes quinquenales, iniciados en 1928, incluyeron medidas masivas para la expansión de la educación superior, con un fuerte énfasis de las ciencias y la tecnología. Un rasgo poco común era el alto porcentaje de mujeres estudiantes que hacia 1940 ascendía a más del 40% en el campo industrial. La Segunda Guerra Mundial reforzó la importancia estratégica de los sistemas educativos. Finalmente, la superioridad tecnológica en industrias tradicionales (fabricación de acero, construcción naval y fabricación de automóviles) como en nuevos procesos (el radar, la penicilina, y la tecnología que serviría para creación de la bomba atómica) llevaría a Estados Unidos a arrebatar el papel hegemónico que mantenía Gran Bretaña. Los países aliados se beneficiaron de la expulsión de judíos, pues éstos contribuyeron con desarrollos científicos en las nuevas industrias.

Terminada la guerra, los jóvenes buscaron graduarse en campos asociados a las nuevas industrias; el número de plazas en universidades y escuelas técnicas creció sustancialmente. Pero conforme los científicos sociales llamaron la atención sobre las consecuencias destructivas de la tecnología, ese entusiasmo amainó. Mientras la ciencia y la tecnología se transformaban, se requería de mano de obra más instruida, con énfasis en las ciencias, la ingeniería y las matemáticas: estos campos se fueron introduciendo de forma creciente en los planes de estudio de las escuelas secundarias; sin embargo, en las universidades esto presentaba dificultades en tanto que su naturaleza dinámica requería una constante revisión de los programas de estudio. Las ciencias en 1950 tenían que incluir muchos temas que eran prácticamente desconocidos en 1900.

Por su parte, la población de los países occidentales tuvo que adquirir los conocimientos básicos o entrar en procesos de adaptación para utilizar los nuevos productos de la industria, por ejemplo: el cine, el teléfono, la radio y la televisión, el transporte, el automóvil y el aeroplano; componentes que se volvieron de uso cotidiano; conducir un automóvil al principio se consideró una habilidad que sólo con dificultad podría ser dominada por los hombres y que estaba más allá de la capacidad de las mujeres. No obstante lo anterior, la tecnología tendió a llevarse a públicos cada vez más amplios, esto fue posible gracias a las innovaciones en el diseño por parte de los fabricantes, así, cuanto más grande fue el mercado menos cualificación se le exigía al usuario.