Nazismo alemán

Es muy difícil realizar un análisis racional del fenómeno del nazismo. Bajo la dirección de un líder que hablaba en tono apocalíptico de conceptos tales como el poder o la destrucción del mundo, y de un régimen sustentado en la repulsiva ideología del odio racial, uno de los países cultural y económicamente más avanzados de Europa planificó la guerra, desencadenó una conflagración mundial que se cobró las vidas de casi cincuenta millones de personas y perpetró atrocidades —que culminaron en el asesinato masivo y mecanizado de millones de judíos— de una naturaleza y una escala que desafían los límites de la imaginación. La capacidad del historiador resulta insuficiente cuando trata de explicar lo ocurrido en Auschwitz.

Ian Kershaw (1993) en Hobsbawn, E., Historia del Siglo XX, p. 116.

Para 1935, el totalitarismo impuesto por Adolfo Hitler era evidente, ya que estableció un gobierno dictatorial rigurosamente centralizado; incendió el Parlamento en 1933 acusando a los comunistas, encarceló y asesinó a opositores, abolió la Constitución de Weimar, disolvió el Reichtag (parlamento), suprimió los partidos políticos (menos el Nazi), asesinó a los competidores –entre los cuales se destaca Ernst Röhm- dentro de su propio partido durante “La Noche de Cuchillos Largos” (30 de junio de 1934); se alió con grandes magnates financieros como el grupo Schroeder y Thyssen para asegurar el poderío económico y las asociaciones obreras dejaron de existir, en su lugar apareció un sindicato único, el Frente Alemán del Trabajo.

Un negocio tras la noche de los cristales rotos

En estos años aplicó de manera sistemática el boicot a los establecimientos judíos para culminar en 1938 en la “Noche de los cristales rotos”, este extremismo racial fue obra de Hitler y del líder de la SS, Heinrich Himmler, quien buscaba convertir sus tropas de élite en “guardianes de la pureza racial” para destruir “razas inferiores” y procurar así la perfección del método de selección biológica.

El medio más importante para implementar estas políticas fue el Partido Nazi. Éste  se encontraba fuertemente jerarquizado con un grupo dirigente (entre los cuales se encontraban Goering y Hess), un grupo de 34 Gauleiter (responsables locales), una sección paramilitar que fungía como guardia personal de los líderes y como grupo de choque liderado por Röhm, la SS (Schutzstaffel) de Himmler que se dedicaba a la policía y el control, la policía política o Gestapo (Geheime Staatspolizei) y las juventudes hitlerianas. Así con el tiempo el Partido fue tomando control sobre la administración total del Estado alemán. Para convencer y utilizar al pueblo como fuerza política se implementó un fuerte control sobre los medios mediante el programa de propaganda de Joseph Goebbels y movilizaciones masivas, especialmente en la ciudad de Núremberg que Hitler consideraba la más alemana de todas.

Hitler en Nüremberg, 1934

Hitler en Nüremberg, 1934

La política económica del Estado Nazi se centró en el desarrollo de un Estado interventor, como en la República Weimar, pero ahora centrado en la construcción de autopistas, el desarrollo de la industria pesada y química, especialmente centrado en el aspecto bélico, regenerando la economía a niveles anteriores a la crisis de 1929, reduciendo el paro laboral. Dentro del Estado Nazi se suprimió la legislación social, incluida en la constitución de Weimar, y la economía dependió directamente de los acuerdos del poder político con las cúpulas empresariales, así se buscaba limitar la lucha de clases para fortalecer al Estado e insertar a las masas en las instituciones totalitarias.

En política exterior, Alemania se centró en la renegociación del Tratado de Versalles, la salida de la Sociedad de las Naciones y la ocupación de las zonas fronterizas con Checoslovaquia, Austria, Francia y Bélgica. Durante la década de 1930 la Alemania Nazi adoptaría una política expansionista muy agresiva (mucho más que Italia por ejemplo) basada en la idea hitleriana de obtener un mayor “espacio vital” y crear un gran imperio pangermánico.

Los historiadores Villares y Bahamonde concluyen que:

La destrucción de la democracia de Weimar fue, pues, fruto de varias fuerzas concurrentes, que se fueron decantando progresivamente durante los años veinte y estallaron a principios de los treinta. Los intereses agrarios, tradicionalmente organizados en Ligas de propietarios, se sentían marginados frente a la política económica de inspiración industrialista practicada por los dirigentes de Weimar. Las clases medias de profesionales y del pequeño comercio e industria se creían perjudicadas frente a la gran industria y a las organizaciones obreras, mucho más fuertes en la negociación y defensa de sus intereses. Los grandes industriales temían la fuerza de los sindicatos y el retorno del “peligro rojo”. En medio de esta pluralidad de conflictos solapados, la acción política del Parlamento y de los gobiernos no era capaz de conciliar tantos intereses contrapuestos. Los efectos de la crisis económica, con la aparición en escena de millones de desempleados, acumuló un nuevo problema: la llegada del nazismo (2012: 279.)

Las características de la doctrina nazi fueron:

  1. El racismo
  2. El nacionalismo
  3. El autoritarismo dictatorial
  4. El pangermanismo
  5. El militarismo

De los totalitarismos el nazi fue, sin duda, el más radical y más determinante en el desarrollo de la historia de Europa entre 1918-1945 porque refuerza las tendencias autoritarias en Alemania y en el exterior, marcó el rearme y la conquista y colonización territorial para culminar así en la Segunda Guerra Mundial.

Para saber más

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