Actividad final

Expansión colonial s. XIX

Al realizar esta actividad reflexionarás sobre la legitimidad del colonialismo llevado a cabo por las potencias imperialistas en el pasado y en la actualidad.

Fat imperialism

Actividad final

Lee los testimonios seleccionados y a partir de ellos, y de lo planteado en este material, desarrolla un breve escrito en donde des tu punto de vista sobre el siguiente cuestionamiento:

  

¿Es legítimo que un pueblo o gobierno conquiste y colonice a otros pueblos?

  

  • HOMBRES EXTRAÑOS: LOS “WHITEFELLAS”

    La Vieja Mamie nos contaba: vivíamos aquí abajo en un sitio que se llama Bundabreena, a orillas del río. Malos blancos vinieron aquí un día […] cuando estaba lleno de hombres nuestros. Esta mujer vieja llevaba dos hombrecillos, pobres pequeños, dos gemelos tenía en una cosa que llaman gulay, un saco como llevan los chinos. Disparó sobre la vieja y disparó sobre el padre, y cogió a los dos pequeños y les puso un puñado de tierra en la boca y ha asfixiado a ellos, pero [Murris] no podía agarrarlos a ellos, [los blancos] mataban a ellos. Mataban a ellos muy rápidamente.

    Testimonio de un aborigen de Australia. En Ferro, M. (Dirs.) (2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 95. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 1

  • Un fuerte viento, acompañado de lluvia, nos había obligado a cerrar las portas, e incluso a cubrir los enrejados de ventilación, cuando el flujo y la fiebre se metió entre los negros. Durante el tiempo que estuvieron en este estado desafortunado yo bajaba con frecuencia entre ellos, tal como exigía mi profesión, pero al final el calor de sus apartamentos se hizo tan insoportable que no era posible permanecer allí más allá de unos minutos. Este calor excesivo ya no era la única cosa que hacía espantosa su situación. El puente, es decir, el piso de su cámara, estaba cubierto de la manera de olores pútridos y de sangre, consecuencia del flujo que los había afectado, que al entrar se podría haber pensado que se entraba en un matadero.

    No es posible que el espíritu humano imagine un cuadro tan horrible y tan repugnante como el estado en que estos seres miserables se encontraban entonces. Un gran número de esclavos había perdido el conocimiento; fueron llevados al segundo puente, donde varios murieron, y costó mucho trabajo hacer volver en sí a los otros. Y poco faltó para que no fuese yo a engrosar el número de las víctimas.

    Informe del cirujano Falconbridge en el que relata su experiencia a bordo de un barco negrero. En Ferro, M. (Dirs.)(2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 135. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 2

  • Los balineses querían morir. Nada podía detener su carrera hacia la muerte, ni los morteros, ni los fusiles infalibles de los mejores tiradores, ni el brusco silencio que sobrevenía cuando los holandeses dejaban de disparar. Centenares de ellos caían bajo las balas, otros cientos blandían sus kris y los hundían en sus propios pechos. Se los clavan por encima del omoplato, de modo que la punta alcanzase el corazón, según la antigua y santa costumbre. Tras los hombres llegaron las mujeres y los niños: muchachos, muchachas, con los cabellos adornados con flores, bebés en brazos de sus madres, viejas esclavas con pechos de adolescente y los cabellos blancos. Todas se adornaban con flores cuyo perfume se mezclaba con el humo, con el olor a pólvora y el aroma dulzón de la sangre y de la muerte que no tardó en difundirse por el lugar.

    Un holandés relata la manera en el que los habitantes de una aldea balinesa se suicidaban para no morir a manos del enemigo. En Ferro, M. (Dirs.) (2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 297. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 3

  • Recientemente la atención del gobierno se ha visto atraída de manera particular por los abusos y los actos de opresión perpetrados por los europeos que se han establecido como propietarios de plantaciones de índigo en diferentes partes del país […]. Los delitos comprobados formalmente, cometidos por los plantadores identificados pueden ser calificados en los apartados siguientes:

    1. Actos de violencia que, aunque no respondan a la definición legal de asesinato, han ocasionado la muerte de indígenas.
    2. Detención ilegal de indígenas, especialmente sometidos a encarcelamiento, con el fin de recuperar sumas supuestamente adeudadas o por otras causas.
    3. Formación de grupos de empleados de las añilerías y de gentes de fuera para realizar agresiones y enfrentamientos violentos entre plantadores.
    4. Castigos corporales ilegales infringidos a cultivadores y otros indígenas.

    […] Tomará usted las disposiciones necesarias para verificar sin demora si los plantadores de índigo establecidos en su distrito han establecido cárceles en sus manufacturas y, si éste es el caso, exigirá usted su destrucción inmediata…

    Circular del gobierno general de Bengala a los recaudadores del distrito, 13 de julio de 1810. En Ferro, M. (Dirs.)(2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 337. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 4

  • 5. Así pues, se habla de guerra con China. ¿Por qué? No se sabe. Los ministros en este momento, dudan, se preguntan si van a hacer que se mate gente allí. Hacer que se mate gente allí les da igual, lo único que los inquieta es el pretexto. China, nación oriental y razonable, trata de evitar estas matanzas matemáticas. Francia, nación occidental y bárbara, empuja a la guerra, la busca, la desea […].¡La guerra!... ¡Luchar!... ¡Masacrar hombres!... Y nosotros tenemos hoy, en nuestra época, con nuestra civilización, con la extensión de la ciencia y el grado de filosofía al que ha llegado el genio humano, escuelas en las que se enseña a matar, a matar desde muy lejos, con perfección, a mucha gente a la vez, a matar a unos pobres diablos de hombres inocentes, cargados de familia y sin registro de antecedentes penales. M. Jules Grévy perdona con obstinación asesinos más abominables, a los que cortan en trozos a mujeres, a los estranguladores de niños. Y he aquí que Jules Ferry, por un capricho diplomático que asombra a la nación, que asombra a los diputados, va a condenar a muerte, con ligereza, a varios miles de buenos chicos.

    Y lo más asombroso es que el pueblo entero no se levanta contra los gobiernos. ¿Qué diferencia hay, entonces, entre las monarquías y las repúblicas?

    Guy de Maupassant, escritor francés. En Ferro, M. (Dirs.) (2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 415. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 5

  • Al pasar por las aldeas teníamos derecho a matar a todo el mundo y a saquearlo todo cuando los habitantes venían a someterse. De este modo no nos han faltado pollos ni cerdos… Nos vamos por la tarde, hacia las diez o las once, vamos a las aldeas y sorprendemos a los habitantes en la cama. Matamos todo lo que hay, hombres, mujeres, niños, a culatazos o a bayonetazos, es una verdadera matanza.

    Testimonio de un expedicionario francés en Tonkín. En Ferro, M. (Dirs.) (2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 417. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 6

  • 3. Corrección con golpes de vara dados por M.V. a tres mujeres, una de ellas embarazada, y a un coolíe. El 25 de marzo, hacia el final del día, en una obra situada a unos dos kilómetros y medio de la aldea de Dong, el agua, que llevaba en unas latas un coolíe encargado de proveer de agua potable a los trabajadores durante el trabajo, se había acabado, y algunos de los trabajadores, sedientos, abandonaros sus tareas para ir a beber. Los encontró por el camino M.V. (…) Tras una breve investigación, dejó libres a los que habían tenido permiso para ir a beber y retuvo a tres mujeres. Nguyen Thi Tuong, de 21 años de edad (…), Nguyen Thi Lien, viuda de 30 años embarazada de seis meses; Nguyen Thi Nhon, de 36 años, madre de tres hijos…

    M.V. les indicó que se tumbaran en el suelo, lo que hicieron las cuatro. Con una caña, gruesa como el pulgar y cuya empuñadura estaba rodeada de hilo telegráfico, golpeó sucesivamente a las tres mujeres en las nalgas y en la parte alta de los muslos…

    Informe redactado por un inspector de asuntos políticos en Indochina. En Ferro, M. (Dirs.) (2005). El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, p. 417. Madrid: La Esfera de los Libros.

    Testimonio 7

  • Los solados del Estado llegaron desde Bikoro y atacaron las aldeas de Bwanga. Las quemaron y mataron a la gente. Después asaltaron un poblado llamado Mauto, y también lo quemaron y mataron a la gente. De allí se fueron a Mokili. Los habitantes huyeron a la selva, dejando a unos pocos de los suyos con alimentos para ofrecérselos a los soldados: entre ellos estaba Molas. Los soldados llegaron a Mokili a las órdenes de un oficial europeo cuyo nombre nativo era Ikatankoi (“La garra del leopardo”). Los soldados hicieron prisioneros a todos los hombres que habían quedado en la aldea y los ataron. Las manos se las ataron fuertemente con cuerda nativa, y los dejaron a la intemperie. Llovía mucho y permitieron que se mojaran de día y de noche. Las manos se les hincharon porque las correas se contrajeron. Sus manos (las de Mola) se habían hinchado tanto por la mañana que las correas le habían llegado hasta el hueso. (…) Las manos de Mola estaban tan hinchadas que no servía para nada. Los soldados, al darse cuenta de eso, y de que las correas le habían cortado la carne hasta llegar al hueso, le aplastaron las manos contra un árbol con las culatas de sus rifles, luego lo soltaron. No sabe por qué le golpearon las manos. El hombre blanco, Ikatankoi, no estaba lejos, y pudo ver lo que le hicieron. Ikatankoi bebía vino de palma mientras los soldados le aplastaban las manos (…) Después, las manos se le cayeron, como si mudara de piel…

    Informe general [sobre el Congo] del Sr. Roger Casement al marqués de Lansdowne. En Williams, G., Casement, R., Conan, A. y Twain, A. (2010). La tragedia del Congo, p. 184. México: Alfaguara.

    Testimonio 8

  • Probé la cena de los esclavos. Es decir, tan sólo probé una parte de ella con la lengua; el resto fue con el olfato, ya que mi nariz me aconsejó no introducirla en la boca. La comida consistía en dos grandes tortillas de maíz, que es el pan de los pobres de México; una taza de frijoles cocidos, sin condimento, y un plato de pescado rancio que despedía tan gran hedor que durante varios días persistió en mi olfato. ¿Cómo era posible que pudieran comer aquello?...

    El esclavo de Yucatán no tiene hora para la comida (…) Sale al campo en la madrugada y come, por el camino su bola de masa agria. Agarra su machete y ataca la primera hoja espinosa tan pronto como hay luz suficiente para ver las espinas, y no deja para nada el machete hasta el atardecer. Millares de grandes hojas verdes por día constituyen su tarea, y además de cortarlas, recortarlas y apilarlas, las tiene que contar, lo mismo que el número de hojas que quedan en cada planta, procurando estar seguro de que no ha contado muchas de más o de menos. Se estima que cada planta produce treinta y seis pencas nuevas al año; doce de éstas, las más grandes, se cortan cada cuatro meses; pero cualquiera que sea el número de las que se corten, tienen que quedar exactamente treinta después del corte. Si el esclavo deja treinta y una o veintinueve, se le azota; si no llega a cortar dos mil se le azota; si no recorta bien la orilla de las hojas, se le azota; si llega tarde a la revista, se le azota; se le azota por cualquier otra falta que alguno de los jefes imagina que ha descubierto en su carácter o en su aspecto…

    Turner, J. (1994). México Bárbaro, 18-20. México: Porrúa. Recuperado de http://media0.webgarden.es/files/media0:4bc472afbbd3f.pdf.upl/M%25C3%25A9xico%2520B%25C3%25A1rbaro.pdf (octubre, 2015).

    Testimonio 9

  • … Era el momento de la “puesta”, cuando los indios traen el caucho recogido durante diez o quince días. Vio a muchos indios flagelados brutalmente, cortados con heridas sangrantes y también golpeados con palos [por no traer suficiente caucho] …

    (…)

    … Había [en Abisinia] indios encadenados en el “cepo”; uno de ellos fue sacado del cepo para ser flagelado. Le amarraron las dos manos en el suelo y también los brazos y Simón Angulo lo flageló en esta postura… Cuando terminaron de flagelar al hombre, echaron sal y agua en sus heridas. Estaba sangrando mucho. Después, en ese estado, lo volvieron a poner en el cepo amarrado por un pie solamente y lo dejaron allí por dos días; después lo pusieron en la bodega, es decir, en el lugar donde el caucho es almacenado… Algunos de los empleados le dieron (…) el resto de lo que habían comido, pero Agüero no mandó a nadie a que le diera comida (…) en la mañana siguiente lo encontraron muerto.

    James, C., empleado de una compañía explotadora de caucho en Putumayo. En Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica y el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas. (2011). Libro Azul Británico. Informes de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo, p.161-162. Perú: IWGIA-CAAAP. Recuperado de http://www.iwgia.org/iwgia_files_publications_files/0568_informe_azul_para_el_eb.pdf (octubre, 2015).

    Testimonio 10

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Toma en cuenta que la siguiente reflexión es un punto de vista personal, por lo que habrá numerosas respuestas posibles. En esta retroalimentación, la autora de la actividad presenta su reflexión y considera que puede ser coincidente con alguna de las elaboradas por otros lectores.

En el siglo XVI la conquista de los territorios americanos se justificó por una supuesta superioridad concebida en torno a las creencias religiosas. La forma de vida de las sociedades prehispánicas fue paulatinamente transformada, se les impuso la religión católica y sus recursos naturales y humanos fueron sistemáticamente saqueados. Visto a la distancia, y gracias a los estudios que se han realizado, sabemos que nuestros antepasados no eran salvajes ni atrasados, eran una cultura que tenía su propia manera de ser y vivir de acuerdo con sus medios, recursos y su cosmovisión. También sabemos que los europeos no eran superiores, sino que se creyeron superiores y a partir de esa creencia juzgaron al resto del mundo.

En el siglo XIX, la superioridad fue nuevamente la justificación de la brutal conquista y explotación de África, Asia y América Latina. En ese momento el criterio de superioridad se basaba en el desarrollo tecnológico y como sólo el europeo había sido capaz de lograrlo, asumió que los demás no lo podrían hacer a causa de su inferioridad racial y su consecuente incapacidad intelectual. Entonces, desarrollo tecnológico, civilización y progreso quedaron asociados a la superioridad del blanco, su vínculo con el resto del mundo se definió a partir de una autoasignada obligación moral de civilizar al salvaje. Los testimonios de las personas que vivieron los horrores de la explotación de los europeos “civilizados”, nos confirman varias cosas: que los europeos no son superiores al resto del mundo, que la misión civilizadora que asumieron como su destino sólo fue un disfraz descarado para encubrir su insaciable ambición; que cada pueblo tiene el derecho a entender al mundo y a vivir a su manera mientras no lesione los derechos del otro; que ningún pueblo o gobierno tiene derecho a imponer su forma de ver las cosas; que nada le da la justificación de invadir el territorio de otros, a despojar a sus habitantes de la tierra, a asesinar, torturar, esclavizar, humillar o someter económica o políticamente a otro ser humano. En síntesis, debemos condenar las conquistas y el despojo de otros tiempos, pero sobre todo, debemos condenar las que en la actualidad llevan a cabo, paradójicamente, los mismos que las efectuaron en el siglo XIX, disfrazadas de acciones humanitarias o de seguridad y en contubernio con organismos internacionales.

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