Sociedad feudal

La sociedad feudal en Europa Occidental

Los ríos constituyeron una protección natural para los pobladores que enfrentaban constantes invasiones de germanos y de otros pueblos en la Edad Media. Los señores feudales construían su castillo y emplazaban la villa en sitios que les ofrecieran mayor seguridad. Obsérvese la gran construcción a la derecha: se trata del castillo o alcázar (por su denominación en árabe). A la izquierda resalta la torre de la iglesia. Ambas construcciones manifiestan los símbolos medievales de poder: el terrenal y el celestial.

Al estudiar el feudalismo debemos tener en cuenta dos niveles de realidad: La sociedad feudal estaba regulada por una serie de derechos y obligaciones establecidos por la costumbre. Si bien, hubo distintos tipos y grados de servidumbre, dependiendo del tiempo y de la región, en general puede afirmarse que entre las obligaciones de los campesinos se encontraban las de trabajar las tierras del señor (generalmente las más fértiles, ubicadas cerca de los ríos); entregar ciertos tributos en especie, como cargas de hierba o de leña, animales de crianza y parte de las cosechas; pagar por el derecho de uso del molino, lagar y horno con parte de los productos que de allí se extraían (harina, vino y pan); así como participar en la construcción de murallas, puentes, caminos, iglesias, etcétera. Del mismo modo, era obligación de los siervos entregar el diezmo a la Iglesia. Por su parte, las siervas prestaban sus servicios en el gineceo del castillo, sobre todo en la fabricación de textiles. A los campesinos se les llamaba villanos, porque vivían en villas y tenían una relación de dependencia absoluta hacia su señor; estaban sujetos a la tierra o gleba y se transferían con ella. A cambio de su trabajo, el señor le ofrecía protección al siervo y a su familia.

Con el renacimiento urbano y la reactivación monetaria hacia el siglo XI, las relaciones entre los señores y sus siervos cambiaron considerablemente. Gracias al mercado urbano los campesinos podían vender sus productos y con ello mejorar sus condiciones de vida y hasta comprar su libertad. Los señores, por su parte, necesitados de dinero, permutaron muchas de las prestaciones que les daban sus siervos en especie por metálico. Esto permitió que los campesinos europeos, sobre todo aquellos que habitaban cerca de las ciudades, cambiaran su status jurídico y poco a poco se convirtieran en hombres libres: esta situación sufriría un deterioro durante la gran crisis del siglo XIV pues las epidemias y el aumento de las exigencias tributarias por parte de los señores provocaron una serie de rebeliones campesinas que serían ahogadas en sangre. A partir de entonces, la palabra villano (el habitante de la villa) comenzó a tener connotaciones negativas y se contrapuso a la de noble, usada con cargas positivas. Con todo, el proceso de liberación del campesinado no tendría marcha atrás.

Mercado urbano
Mercado urbano

Frente a las relaciones de señorío-servidumbre, que se inscriben en el orden de lo económico, a partir del siglo IX comenzaron a estructurarse una serie de relaciones conocidas como feudo-vasalláticas. Desde finales del siglo VIII, los miembros de la nobleza y del clero comenzaron a establecer entre sí una serie de alianzas fomentadas por el emperador Carlomagno. Para llevar a cabo sus conquistas y para organizar mejor su imperio, Carlomagno necesitaba recursos. Como en su época la moneda era escasa, el emperador encontró un buen medio para pagar los servicios militares, religiosos y administrativos que los señores le prestaban: concederles tierras o feudos. A cambio de su ayuda, de sus consejos y de su fidelidad, los nobles vasallos (duques, condes, marqueses, obispos y abades) recibieron de su rey protección y beneficios en tierras. El contrato se sellaba con un rito, el “homenaje”, en el que los vasallos hacían un juramento de fidelidad ante una reliquia o sobre la Biblia, y el señor les entregaba la investidura, un signo del feudo. El rito del matrimonio se creó en el siglo XII y se tomó de este rito vasallático.

Ceremonia del “homenaje”
Ceremonia del “homenaje”
La figura del señor feudal tiene diferentes jerarquías, desde aquél que cuida un territorio con siervos de la gleba hasta los reyes, pasando por duques, condes y marqueses. En la ceremonia del homenaje, el futuro vasallo se presentaba ante su señor “con la cabeza descubierta, sin armas, en actitud de total abandono; se arrodillaba, y como signo evidente de la entrega de sí mismo, introducía las dos manos entre las manos de su futuro patrón. Pero éste lo hacía levantar de inmediato para darle un beso, marcando así que el nuevo vínculo unía en realidad a dos personas iguales, el vasallo y su señor.”

Tomado de George Duby, “Los feudales” en Obras selectas de George Duby, presentación y compilación de Beatriz Rojas, México, FCE, 2004, p. 122.

Cuando Carlomagno murió (814) y su imperio se fragmentó, los antiguos vasallos del rey se convirtieron en señores de otros vasallos menores, así fue como las comarcas que anteriormente habían formado parte del Imperio Carolingio, se dividieron en un sinnúmero de pequeños y medianos señoríos. Esto sucedió en Francia, Germania y norte de Italia, así como en los sitios donde el cristianismo se había establecido: Inglaterra, Escocia, los reinos escandinavos, Polonia, Hungría, Bolonia y los pequeños reinos del norte de España.

Cada señor que gobernaba un territorio tenía poder sobre él y ejercía diversas funciones: administraba justicia en asuntos menores (por ejemplo, en el caso de robos o pleitos entre vecinos) y tenía bajo su mando un pequeño ejército para la defensa del feudo, aunque también debía ponerlo a las órdenes de un señor feudal de mayor rango. Se desató entonces una gran violencia de unos señores contra otros, incluso contra reyes, a lo que se agregó una nueva oleada de invasiones (los vikingos escandinavos, los húngaros y los sarracenos) que sembraron el terror y el caos en la Europa occidental a lo largo del siglo IX.

Los grandes señores feudales regían a menudo unidades nacionales, territorios que poseían una lengua, costumbre e historia comunes, y que se sentían fuertemente vinculadas por un sentimiento de pertenencia a ese grupo. Después del año mil, los reyes comenzaron a concentrar el poder político y a someter a esos señores mediante alianzas matrimoniales y guerras, con lo cual lograron convertirlos en sus vasallos. Para lograr sus objetivos, los reyes buscaron los apoyos de las otras fuerzas políticas, la Iglesia y los burgueses, quienes representaban el poder espiritual y el poder económico-comercial. En el siglo XIV el sistema vasallático desapareció como sistema imperante, aunque sus costumbres tardaron muchas décadas y aún siglos en diluirse; pero la palabra vasallo continuó usándose para nombrar a los súbditos del rey.

Todo señor de un feudo, fuera local, ducado, condado, marquesado o reino ejercía, en los límites de sus dominios, gran cantidad de funciones. En la actualidad, esas funciones solamente las ejerce el Estado. La administración de justicia era una de sus funciones y obligaciones. Los delitos pequeños se resolvían al interior del feudo local y los de mayor importancia eran remitidos al señor de mayor jerarquía. Los señores feudales también podían acuñar moneda; crear un ejército con sus súbditos o contratar mercenarios que se dedicaran específicamente a ello (esta milicia debía reunirse con la del señor de mayor jerarquía a fin de conformar un gran ejército del reino); cobrar impuestos, tanto a sus vasallos como a los mercaderes que pasaban por sus tierras para ofrecer sus productos en las ferias. Parte importante de esa contribución pasaba directamente al señor del señor feudal local. En el castillo se reunía el señor feudal con sus vasallos y era donde se administraba justicia y recibía sus consejos cuando debía tomar decisiones importantes.

A cambio de todo esto, el señor feudal de mayor jerarquía estaba obligado a dar protección a todos sus vasallos. El rey era el primero entre los señores y, como tal, era el jefe de todos los señores que le debían rendir obediencia, puesto que eran sus vasallos. El monarca recibía el servicio de huestes (militar), el consejo y las ayudas (impuestos) de sus vasallos: condes, duques y marqueses. Por lo general, el rey no intervenía en el gobierno ni en la administración de los feudos de sus vasallos. La autoridad real no se extendía a todo el reino, no había impuestos, ni ejército, ni justicia comunes. Si bien, todos eran territorios del rey y todos eran sus vasallos, cada territorio era administrado de manera independiente. Por eso se dice que había dispersión del poder político, aunque formalmente todos le debieran obediencia al rey.