El periodo entre las dos guerras mundiales fue para América Latina uno de grandes transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales.
En el aspecto económico Latinoamérica había cumplido, durante la época del imperialismo capitalista (1870-1914), el papel de exportador de materias primas y su crecimiento dependía casi enteramente de su vinculación con las potencias europeas (Inglaterra, Francia e Alemania) y en menor medida de su relación con los Estados Unidos. La Primera Guerra Mundial rompe este esquema y a partir de entonces las economías latinoamericanas se diversifican para luego reconfigurarse nuevamente a consecuencia de la crisis económica de 1929.
Dos cambios se tienen que poner en perspectiva: por un lado, los países más poderosos (México, Argentina, Brasil) conocieron el florecimiento de sus economías nacionales basado en la “industrialización por sustitución de importaciones” y la expansión de su mercado interno además de la tradicional exportación de materias bienes; por otro lado, aumentó en la región la dependencia económica y política de los Estados Unidos.
Esta época fue de crecimiento de los Estados Unidos porque, mientras las potencias europeas fueron perdiendo sus posiciones económicas y políticas en América, ellos fueron ganando. La defensa de sus intereses implicó la vigilancia rigurosa de los gobiernos y de las sociedades latinoamericanas para evitar cualquier posibilidad de disidencia o ataque en contra de sus intereses. La presencia de los Estados Unidos en América Latina en el siglo XX siguió justificándose con la Doctrina Monroe –“América para los (norte)americanos”. Esta doctrina clásica, planteada en el siglo XIX por el presidente Monroe, considera que la misión de las E.U. consiste en salvaguardar a Latinoamérica de la presencia europea y asegurar el desarrollo capitalista.
Sin embargo, también hay que señalar que América Latina nunca quedó totalmente dominado por el vecino del norte; siguieron existiendo fuertes lazos con Europa y muchos inmigrantes del viejo continente traían ideas distintas del liberalismo estadounidense. En este contexto, Estados Unidos intentó reposicionarse estratégicamente en la región apoderándose de ésta a través de la diplomacia del dólar, del aparato financiero y productivo de los países sudamericanos, centroamericanos y caribeños, así como de México.
En lo político, mientras que en Europa se fortalecieron los totalitarismos y el comunismo soviético, en América Latina surgieron nuevos regímenes que rechazaron también el liberalismo político del siglo XIX. El panorama político latinoamericano, con poca tradición democrática y sociedades heterogéneas, era bastante complejo: se fortalecieron, bajo la tutela de los Estados Unidos, las dictaduras militares en Centroamérica y el Caribe; mientras que en Brasil de Getúlio Vargas (1930-1954), en México de Lázaro Cárdenas (1934-1940) y posteriormente en la Argentina de Juan Domingo Perón (1943-1955), se desarrolló el populismo. Se trata de un proceso político peculiar que implicó un fuerte presidencialismo y una movilización de las masas como estrategia política; la organización de un Estado Interventor y la transformación de las instituciones con fundamento en ideas nacionalistas y a la vez antiimperialistas.
En el aspecto social, las sociedades latinoamericanas adquirieron nuevas características por la modernización económica, el crecimiento demográfico y el surgimiento de una sociedad urbana de masas. Las sociedades se determinaron por las desigualdades de origen histórico, étnico y clasista, surgieron nuevos actores sociales e ideas que durante las décadas del periodo entreguerras lograrían consolidarse y con ello transformar el escenario político y económico de sus países.
Con este material analizarás las características económicas, políticas y sociales de América Latina y el papel intervencionista de los Estados Unidos.