Segundo Imperio Mexicano

Segundo Imperio Mexicano (1864-1867)

Ante el conflicto entre México y los países acreedores europeos, los conservadores vieron la oportunidad de reactivar su viejo proyecto de instaurar una monarquía en México con un noble europeo, que ahora les permitiera recuperar el poder y eliminar las leyes reformistas liberales.



Benito Juárez salió de la capital a fines de mayo de 1863 (un poco antes de que las fuerzas francesas ocuparan esta ciudad), se estableció consecutivamente en las ciudades de San Luis Potosí, Saltillo, Monterrey, Chihuahua y Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez). La resistencia ante la invasión francesa era por la defensa del sistema republicano, la Constitución de 1857 y las leyes de Reforma, así como la soberanía nacional. Las fuerzas republicanas estaban conformadas por los ejércitos regionales; además las guerrillas jugaron un papel importante al hostilizar constantemente a las fuerzas enemigas.

En 1863 el mando invasor francés trató de organizar un nuevo Congreso pero debido a la posición pública formaron nuevos órganos gobierno: la asamblea de notables y la Regencia integrado por los conservadores Juan Nepomuceno Almonte, José Mariana de Salas y el arzobispo de Puebla, Pelagio Antonio de Labastida. La Regencia preparó el camino para establecer un imperio.  Napoleón III y los comisionados mexicanos propusieron como candidato para ocupar la monarquía mexicana al archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo. Así Francia veía la posibilidad de entablar mejores relaciones con Austria y Francisco José, hermano mayor de Maximiliano y emperador de Austria, aprobó la oferta con tal que su hermano menor renunciara a los derechos de sucesión al trono austriaco.


Diputación mexicana en Miramar, residencia de Maximiliano

 

 

Maximiliano declaró que solamente aceptaría el trono por invitación del pueblo mexicano, asimismo la Regencia organizó elecciones con el resultado definido de antemano.

En octubre de 1863 envió una diputación a Miramar y el archiduque de Habsburgo aceptó el “Trono de Moctezuma” el 10 de abril de 1864. En el Tratado de Miramar, firmado ese mismo año por los representantes de Maximiliano y Napoleón III, se estableció el apoyo militar y la inversión de capital francés en México.

Maximiliano y su esposa Amalia Carlota de Bélgica llegaron a la Ciudad de México en junio de 1864. El emperador pronto desilusionó a los conservadores pues puso en práctica ideas progresistas liberales, por ejemplo, incorporó en su gabinete a varios liberales moderados, se negó a anular las leyes de Reforma y rompió relaciones con el representante del Papa. Desde su proclamación como emperador intentó dotar al país de un Congreso y una nueva Constitución pero solamente se elaboró el Estatuto provisional del Imperio Mexicano en abril de 1865, que ratificaba en lo esencial los principios de la Reforma, la separación entre Estado y la Iglesia, la nacionalización de los bienes de ésta y la libertad de opinión y de cultos, en el marco de una monarquía católica (Juan Brom: 1998).


El imperio se basó únicamente en dos fuerzas: los ocupantes franceses y los liberales moderados. Estos fundamentos indelebles, la resistencia del gobierno juarista, las circunstancias desfavorables en Estados Unidos y Francia hicieron colapsar el Segundo Imperio Mexicano entre los años 1865-1867.

En Estados Unidos, el gobierno de Abraham Lincoln se declaró en un principio neutral en el conflicto mexicano, y aunque nunca desconoció a Benito Juárez, le impidieron adquirir pertrechos y armas. Cuando Juárez se estableció en Paso del Norte (Ciudad Juárez) el bando antiesclavista (Los “camisas azules” del norte de los Estados Unidos) cambió de política y se opusieron a cualquier presencia francesa en las zonas fronterizas con los Estados Unidos. Una vez derrotado el bando confederado, el presidente Andrew Jackson otorgó un préstamo al gobierno juarista, le vendió armas y exigió el retiro de las tropas europeas. Con ello, aplicaba la Doctrina Monroe.

Al mismo tiempo Francia se enfrentaba a Prusia, el Estado que buscaba lograr la unificación alemana y  en consecuencia retiró su ejército de tierras mexicanas.

 

Las tropas liberales reconquistaron el país en 1866. Con poco apoyo Maximiliano emprendió una campaña militar al interior del país y fue derrotado entre febrero y mayo de 1867 en Querétaro. En esa misma ciudad, Maximiliano, Miramón y Mejía fueron fusilados el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas. Porfirio Díaz obtuvo la rendición de la capital y Juárez entró en ella el 15 de julio, la república liberal había triunfado.

 

 

En el libro Cómo leer la historia en el arte se explica el cuadro de Manet de la siguiente manera*:

 

La falta de dramatismo se aprecia en los espectadores –símbolos de un pueblo alejado de la historia- que contemplan el fusilamiento asomados a la tapia como si fuese un espectáculo, casi con curiosidad divertida.

 

La acusación de Manet a Francia queda patente en la decisión del pintor de vestir al pelotón y al oficial con uniforme del ejército imperial francés, en vez de los republicanos mexicanos. El gesto mecánico e indiferente del soldado que carga su fusil pone en evidencia la brutalidad despersonalizada que el artista quiere representar en el acontecimiento.

Maximiliano está en el centro, con un sombrero que resalta su tez clara, y a ambos lados están los generales Tomás Mejía (ya herido por la descarga) y Miguel Miramón. Los dos llevan camisa blanca y tienen la piel más oscura, en un contraste estudiado con las tonalidades de Maximiliano. Con esta representación Manet pretende evocar la crucifixión de Jesús y los dos ladrones.