Al hablar del origen del teatro nos remontamos a la civilización griega. Esta es considerada como cuna de la cultura occidental y alcanzó su máximo desarrollo en distintas áreas del conocimiento como la arquitectura, la filosofía y la literatura. Una de ellas fueron las artes escénicas, como lo es el arte dramático o el teatro.
El origen del teatro está envuelto en misterio y mito pero está relacionada con la danza, la música, la magia y las prácticas simbólicas-religiosas. Algunos especialistas señalan que las primeras obras dramáticas surgieron en la práctica de las fiestas dionisiacas (Dioniso es el dios del vino, de la vegetación, del ciclo nacimiento muerte y resurrección).
En ellas un coro de hombres disfrazados de chivos a modo de sátiros, entonaban ditirambos y danzaban con las bacantes o ménades a honor del dios. El propósito era asemejarse a las divinidades y asimilar algo de su poder de desenfreno y placer. El culto se popularizó hacia el siglo VIII o VII A.C y sus ritos poco a poco fueron difundiéndose y llegaron a mezclarse con otros ritos antiguos, orgías y fiestas que parecían una fuerte lucha entre los poderes superiores que dictan el sufrimiento y la muerte.
Según Aristóteles (384-322 a.c filósofo) la representación dionisiaca, era sencilla y alegre; mientras que, otros señalan que los coros cantaban las alabanzas del dios en forma violenta; era el coro trágico (del griego” tragos”: macho cabrío).
Los festivales evolucionaron y en el siglo VI se introdujo un actor que alternaba con el coro; este conservó el estilo dórico, propio de la poesía coral griega, mientras que el actor usaba el lenguaje y el estilo jónico de los senarios y yámbicos. De ahí que la representación denominada tragedia, es de las primeras manifestaciones artísticas, en las que dialogaban tanto actor como el coro.
En el siglo V se establecieron los relatos clásicos de la tragedia y la comedia. Los dramaturgos Esquilo y Sófocles aumentaron el número de actores a la acción, lo que hizo necesario la creación de un mayor escenario. Así se construyeron grandes teatros de piedra que fueron capaces de albergar más de 10.000 espectadores.
Los teatros griegos se erigieron en contra de una pendiente rocosa, creando las gradas en forma semicircular alrededor de la orquesta, plaza circular en la que se efectuaba la mayor parte de la representación. Atrás de ella se levantaba la skené, escena, destinada a que los actores cambiaran su vestimenta. El proscenio, una pared con columnas, sostenía las decoraciones que evocaban el lugar de la acción.
Las representaciones se realizaban por los actores varones al aire libre. Ellos se disfrazaban con túnicas y máscaras. Así surgió lo que hoy denominamos teatro o drama: a aquellas obras literarias que son escritas para su representación por unos actores en un escenario. El drama es un fenómeno complejo que incide individual y socialmente, pues el hombre es un ser social; pero también es individuo.
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Según Aristóteles, lo que nosotros llamamos "obra dramática" o " teatro clásico" es un arte que emplea al mismo tiempo recursos variados (que en otras artes son utilizados específicamente y por separado), como el ritmo, la palabra y la música, con el fin de imitar a personas que realizan acciones. Y todo ello porque de esa imitación el ser humano extrae un placer cuyo gozo es connatural a su carácter, así como también lo es su mero gusto por aprender.