La revolución producida por las tecnologías de la información y la comunicación, soportes del proceso de globalización en sus múltiples expresiones, ha transformado de manera radical la estructura social y su funcionamiento, al crear nuevas formas en la producción y consumo de mercancías, la comunicación e interacción sociales, las relaciones de y con el poder, las expresiones culturales y otros aspectos de la sociedad actual; a tal grado que, como afirma Castells, transitamos de una era industrial a una era de la información. Para este autor, las “actividades básicas que configuran y controlan la vida humana en cada rincón del planeta están organizadas en redes globales: los mercados financieros, la producción, gestión y distribución trasnacional de bienes y servicios; el trabajo muy cualificado; la ciencia y la tecnología; los medios de comunicación; las redes de Internet […]; el arte, la cultura, los espectáculos y los deportes; las instituciones internacionales que gestionan la economía global y las relaciones intergubernamentales; la religión; la economía criminal; las ONG trasnacionales y los movimientos sociales que hacen valer los derechos y valores de una nueva sociedad civil global” (Castells, 2009: 51-52).
Las redes globales definen y marcan el sentido de la comunicación y de las actividades humanas.
La mentalidad y acciones de la población mundial han sido influenciadas de modo significativo por las redes de comunicación globales, en distintos grados de incidencia y penetración, puesto que amplios sectores sociales y regiones del planeta están excluidos de éstas, por lo que no se puede hablar plenamente de una homogeneización cultural. En la sociedad red no priva ni se impone una hegemonía cultural particular, sino que se promueve la comunicación entre diferentes culturas a través de medios informáticos y se crea una cultura virtual que comparte lenguajes y códigos comunes; una globalización cultural conformada por “valores y creencias específicos que, en gran medida, se comparten en todo el mundo” (Castells, 2009: 166).
Emoticones del mundo: uníos. Hay que transmitir nuestras emociones con iconos.
Las redes de comunicación electrónica, asociadas a internet y potenciadas por la conectividad inalámbrica y los aparatos portátiles, están presentes y los usamos en los distintos espacios de la vida social y en las múltiples actividades humanas: el trabajo, la escuela, el hogar, la calle, pagar servicios, entretenimiento, contactos personales, información. Así, hoy día nuestro ser-estar se desenvuelve en un entorno altamente comunicativo e interconectado que determina y transforma el sentido de nuestras relaciones sociales, en la vida real y en la virtual.
En la sociedad actual sigue siendo maravilloso celebrar tu cumpleaños con tus mejores amigos.
Castells divide la historia de la humanidad en tres periodos a partir de las características de su movilidad: biológica en la sociedad tradicional, mecánica en la moderna, y electrónica en la posmoderna. Mientras que las dos primeras se desarrollaron sobre un espacio territorial y de medición del tiempo, la última se sobrepone a las anteriores y configura una nueva dualidad espacio-temporal: “espacio de flujos y espacio de lugares; tiempo intemporal de la virtualidad real y tiempo de reloj fuera de la red” (Bericat, 2003: 22).
Como se ve, el desarrollo de la tecnología satelital, el teléfono celular y la navegación en la red han inaugurado una nueva época en la historia de la humanidad, que ha incidido de manera determinante en las nuevas generaciones, de las que se ha llegado a decir que, como nativos digitales, ya traen integrado un chip para funcionar de manera adecuada con los avances de la era digital.