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Breve historia de la periodización de
Mesoamérica
En tiempos prehispánicos, los acontecimientos
históricos eran comúnmente divididos en grandes períodos, concebidos éstos como la
sucesión de renombradas naciones. A su vez, cada período se subdividía en series
dinásticas y en la secuencia de sus gobernantes. La historiografía colonial,
basada en los registros indígenas, mantuvo estas pautas, independientemente de la
introducción de criterios occidentales, como fueron las comparaciones y los
enlaces con las historias bíblica y europea. La visión del pasado prehispánico se
transformó radicalmente con las ideas de la Ilustración y, décadas más tarde, del
positivismo decimonónico. Sin embargo, en lo que toca a la periodización, los
cambios más significativos se produjeron al inicio del siglo XX, asociados a la
aplicación de las técnicas estratigráficas y al estudio detallado de la cerámica.
Fue así como se establecieron las primeras secuencias culturales fidedignas que,
con posterioridad, serían fijadas cronológicamente gracias a técnicas de
fechamiento absoluto como el radiocarbono y la hidratación de obsidiana.
La historia de las periodizaciones
científicas de Mesoamérica tiene poco menos de un siglo y se caracteriza por la
abundancia y la diversidad de las propuestas…
Dos hallazgos arqueológicos, uno en 1907 y
otro en 1909, catalizaron las primeras periodizaciones científicas de Mesoamérica:
Zelia Nuttal descubrió restos cerámicos muy antiguos bajo la lava de Coyoacán y
Manuel Gamio encontró vestigios igualmente remotos en su reconocimiento preliminar
en el occidente de la Cuenca de México. Estos materiales –a los cuales denominó
“Tipo de los Cerros”- motivaron a Franz Boas la curiosidad de conocer su relación
cronológica con la cerámica conocida en aquella época.
Transcurría entonces el año de 1912, fecha en
que se iniciaba la llamada revolución estratigráfica en el seno de la recién
fundada Escuela Internacional de Arqueología y Etnología. Boas, como su director,
encomendó a Gamio una excavación en San Miguel Ahuizotla, Azcapotzalco, con el fin
de establecer la secuencia estratigráfica, y por tanto temporal, de todos los
tipos cerámicos de la Cuenca. Gamio se dio a la tarea e inmediatamente divulgó sus
resultados en los foros académicos, fijando la secuencia “Tipo de los Cerros”–
“de Teotihuacan”–“Azteca”.
Basado en éste y otros estudios, Herbert
Spinden se dio cuenta años más tarde que sociedades semejantes a la llamada “de
los Cerros” no fueron privativas de la Cuenca de México, sino que se extendían
desde el altiplano mexicano hasta el norte de Sudamérica. De ahí concibió la
existencia de un “Horizonte Arcaico” de gran extensión territorial. En esta forma,
propuso en 1917 la primera periodización general, la cual incluía, entre otras
áreas, el territorio que hoy llamamos Mesoamérica.
Mucho después, en 1942, Alfonso Caso
presentó en la Segunda Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología una
periodización que abreva del trabajo de Spinden, aunque divide en dos horizontes
las llamadas “culturas Medias” de éste. Para ello se basó en la secuencia cerámica
de Uaxactún. Caso también agregó un cuarto y último horizonte, al que denominó
“Mixteco-Puebla”. Hasta donde tenemos noticias, es ésta la primera periodización
específica de la superárea cultural mesoamericana. Otros autores de la misma
Sociedad, entre ellos Wigberto Jiménez Moreno y Jorge A. Vivó, complementaron en
aquellos años la propuesta de Caso.
Para 1948, Pedro Armillas propuso eliminar
los rasgos individuales y las peculiaridades estilísticas como criterios de
periodización, y que se emplearan en su lugar los factores económicos. A partir
de ese momento se multiplicaron las propuestas de división histórica, entre las
que destacan las de Ignacio Bernal, Ignacio Marquina, Miguel Covarrubias, el
propio Armillas, Ángel Palerm, Gordon Ekholm y Jiménez Moreno. Covarrubias fue
uno de los primeros en incorporar el término “Preclásico”, acuñado por Robert
Wauchope en 1951, en sustitución de “Arcaico”. Tres años después, este último
autor dividió el pasado mesoamericano utilizando fechamientos radiocarbónicos.
Dentro del pensamiento marxista, Julio César Olivé propuso en 1958 una
periodización que integrara los estadios de Lewis Morgan (salvajismo, barbarie y
civilización) y las revoluciones de Gordon V. Childe (neolítica y urbana). Un año
más tarde Jiménez Moreno acuñó el término “Epiclásico” para definir un período
importantísimo en la transición del Clásico al Posclásico.
William T. Sanders y Barbara Price, desde la
óptica de la ecología cultural, combinaron dos clasificaciones en 1968: la ya
tradicional división en períodos cronológicos (Formativo, Clásico y Posclásico)
con los estadios de desarrollo cultural propuestos por Elman R. Service (banda,
tribu, cacicazgo y civilización). Correctamente, estos autores hicieron notar que
dichos estadios no fueron sincrónicos en las distintas áreas de Mesoamérica.
Cuatro años después, el mismo Sanders, junto con Eric Wolf y otros colegas, se
reunieron en la School of American Research de Santa Fe y decidieron aplicar al
caso mesoamericano la periodización que John H. Rowe elaboró para los Andes
Centrales. La original terminología entonces adoptada, en la que se suceden
horizontes y periodos intermedios, es únicamente cronológica, pues no tiene
connotaciones de periodo ni de estadio de desarrollo.
Durante las décadas de los setenta y de los
ochenta se publicaron nuevas propuestas, entre las que sobresalen las de Román
Piña Chán, Eduardo Matos y Enrique Nalda. Conviene advertir que en los últimos
años el uso ha impuesto la nomenclatura de Preclásico, Clásico y Posclásico. Sin
embargo –y esto es una gran ventaja- los términos han perdido las connotaciones
originales y el problema de la caracterización de los procesos es superior al de
la mera terminología.
Una propuesta de periodización de la historia
mesoamericana
En las siguientes líneas enunciamos una
periodización general para la historia mesoamericana, sin pretenciones de
formular una propuesta original. En efecto, como se dará cuenta el lector, nos
basamos en los valiosos trabajos de nuestros predecesores. Hemos parcelado el
devenir de Mesoamérica en siete grandes periodos... Distinguimos cada periodo con
una serie de atributos distintivos, privilegiando la aparición de los que
consideramos más importantes para establecer los límites temporales... Debe
reconocerse que en esta periodización no rige una homogeneidad de criterios
clasificatorios. Como varios autores lo han propuesto, es conveniente dividir el
tiempo histórico con criterios coherentes y uniformes. Lamentablemente, en el caso
mesoamericano, la aplicación estricta de este principio presenta serios obstáculos.
Por un lado, el uso de un solo tipo de criterios puede conducir a la formación de
periodos tan amplios que la utilidad de la periodización disminuye
considerablemente. Por ejemplo, si se toman en cuenta las revoluciones sociales
propuestas por Childe (neolítica, urbana e industrial), los cuatro milenios de
Mesoamérica quedarían divididos únicamente en dos larguísimos periodos. Por otro
lado, algunos criterios fundamentales de segmentación histórica no cuentan con
indicadores arqueológicos precisos. Por ejemplo, es bien sabido que las formas de
organización del trabajo, las relaciones de parentesco o la tenencia de la tierra
no dejaron huellas materiales suficientes en tiempos remotos como para ser
identificadas con precisión.
Preclásico (2500 A. C.–150/200 D. C.)
Preclásico Temprano (2500 a.C.-1200 a.C.)
Inicio del sedentarismo
agrícola y de la cerámica. Cultivo de temporal. Incremento del número de miembros
de los grupos humanos. Concentración en caseríos y aldeas que no rebasaban una
veintena de chozas. Homogeneidad del grupo. Organización tribal igualitaria.
Producción interna de la mayor parte de los bienes de subsistencia, aunque existía
el intercambio entre aldeas. Religión manifiesta en entierros bajo los pisos de
las habitaciones.
Preclásico Medio (1200 a. C.-400 a. C.)
En sitios favorables se
produjeron importantes cambios tecnológicos, principalmente en la agricultura:
represas, canales, terrazas y otros sistemas de control de aguas. Variedad de
plantas domésticas. Perfeccionamiento de la cerámica y de la talla de piedra.
Inicio de la especialización en la producción y refinamiento en la elaboración de
bienes de prestigio. Diferenciación social y surgimiento de jerarquías por linaje.
Diferenciación en el tamaño de las aldeas y jerarquización entre las mismas.
Aumento en el intercambio de materias primas, productos e ideas entre aldeas y
regiones. Intercambio de bienes de prestigio entre las elites. Construcción de
grandes plazas y de templos sobre plataformas elevadas. Surgimiento del calendario
y la escritura. Escultura religiosa. Predominio en Mesoamérica del fenómeno
olmeca, presente en sociedades de distintas etnias y diferentes niveles de
desarrollo.
Preclásico Tardío (400 a. C.-150/200 d. C.)
En algunas regiones,
agricultura intensiva y crecimiento rápido de la población. Aumento del número y
el tamaño de los asentamientos. Complejidad socioeconómica creciente. Desarrollo
de la organización política. Surgimiento de capitales protourbanas como densos
centros regionales con aldeas satélites. Expansión del comercio y establecimiento
de largas rutas mercantiles. Gran importancia comercial de la obsidiana.
Rivalidades y conflictos bélicos entre los centros regionales por el control
comercial y político. Arquitectura monumental. En algunas áreas, incremento de la
complejidad del calendario, la escritura y la numeración.
Clásico (150/200 D. C.–900 D. C.)
Clásico Temprano (150/200 d.C.-650 d.C.).
Desarrollo de la agricultura
intensiva. Notable incremento y grandes concentraciones de población.
Diferenciación campo/ciudad. Incremento de la especialización ocupacional.
Diferenciación social acentuada. Consolidación de las elites en el gobierno, con
control político e ideológico general. Institución religiosa incluida en las
esferas del poder. Grandes capitales con control regional que se transforman en
potencias políticas. Surgimiento de los primeros grandes estados mesoamericanos.
Comercio a larga distancia, organizado en redes complejas. Influencia de los
grandes estados en la economía y en la política locales, regionales e
interregionales a partir del dominio comercial. Guerras. Sacrificios humanos
multitudinarios. Urbanismo desarrollado, con planificación rigurosa. Complejos
arquitectónicos masivos. Robustecimiento de las grandes tradiciones regionales.
Panteón bien establecido. Predominio en Mesoamérica de lo teotihuacano.
Clásico Tardío (650 d.C.-900 d.C.).
Tras el declive de los
grandes estados mesoamericanos, incluido Teotihuacan, los antiguos dependientes
se erigen en poderosas unidades políticas regionales. En forma sucesiva y con
ritmos distintos alcanzan su auge y se colapsan muchas de éstas. Fraccionamiento
de las complejas redes de comercio. Impresionante desarrollo económico, cultural
y artístico, sobre todo en la mitad oriental de Mesoamérica. Aumentan la
competencia comercial y los conflictos armados. Los centros de poder se ubican en
emplazamientos estratégicos. Arquitectura y urbanismo defensivos. Sociedades con
marcada pluralidad étnica. Integración de tradiciones regionales diversas en
nuevas formas culturales. Arte ecléctico. Esplendor del calendario, la escritura,
la numeración y la astronomía. Metalurgia en pequeña escala al final del período.
Posible origen de los regímenes políticos supraétnicos que hemos denominado
zuyuanos. En la mitad occidental de Mesoamérica este período se conoce también
como Epiclásico, y se considera como intermedio entre el Clásico y el Posclásico.
Posclásico (900 D. C.–1520 D. C.)
Posclásico Temprano (900 d. C.–1200 d.C.).
Retracción de la frontera
norte de Mesoamérica. Penetración al territorio mesoamericano de pueblos
agricultores y recolectores-cazadores septentrionales. Gran movilidad de los
grupos humanos. Amplia difusión de elementos culturales. Inestabilidad política.
Formación de unidades regionales pluriétnicas y militaristas. Auge del culto
religioso a la Serpiente Emplumada. Aumento de la arquitectura civil. Urbanismo y
arquitectura defensivos. Arte bélico y con referencia a la muerte. Desarrollo de
la metalurgia. Amplia difusión de mercancías tanto en Mesoamérica como hacia
Oasisamérica.
Posclásico Tardío (1200 d.C.-1520 d.C.).
Surgimiento y caída súbitas
de estados agresivos. Expansiones por conquista. Tributación de los vencidos.
Incremento del militarismo. Intensificación inusitada del sacrificio humano.
Aumentan en el arte el hieratismo y las referencias a lo bélico, a la muerte y al
sacrificio. Domina la Triple Alianza buena parte del territorio mesoamericano. La
historia de Mesoamérica concluye con la invasión de los europeos, la conquista
paulatina de su territorio y el inicio de la vida colonial.
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