Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1920-1940

Historia de México II Segunda Unidad: Reconstrucción Nacional e Institucionalización de la Revolución Mexicana 1920-1940

Arquitectura y Urbanismo de 1920 a 1940

Propósitos: Valorar algunas manifestaciones socioculturales influidas por el nacionalismo revolucionario y su impacto sociocultural

Mayo de 2012

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La ciudad posrevolucionaria

 

Como señalan Carrillo (2004:66-67) y Sánchez (2004: 66-67), con la idea de desarrollar una nueva arquitectura para la modernidad y el progreso, la capital primero fue luciendo implantes Neocoloniales y de Art Déco, y posteriormente edificaciones en lo que se ha llamado estilo racionalista y funcionalista. Ya que todo obedecía la intención de ser modernos, en todos los órdenes, por lo que empezaron a ser importantes en la nueva traza urbana que iba adquiriendo la ciudad, las influencias urbanísticas del suizo Le Corbusier (Charles-Édouard Jeanneret) y del norteamericano Frank Lloyd Wright, además de realizarse edificaciones que siguieron las propuestas norteamericanas de la Escuela de Chicago y del Bauhaus europeo, que eran impulsadas por el grupo de arquitectos nacionalistas que construían en esos años; los cuales, además, eran admiradores de las propuestas arquitectónicas soviéticas para erigir los edificios públicos y habitacionales en desarrollo por el Estado benefactor.

 

La Revolución generaría una nueva legislación para lo que sería el Distrito Federal, además de generarse la primera planeación para la capital y para el resto del país. Donde destacó la ampliación de la Avenida 20 de Noviembre y la urbanización de Las Lomas de Chapultepec en la ciudad de México, hacia 1930.

 

Ampliación de la Avenida 20 de Noviembre

Ampliación de la Avenida 20 de Noviembre

 

Su propósito, señala Aceff (2007), consistía en dotar a la ciudad de infraestructura y de equipamiento necesario para cubrir las necesidades de amplios sectores de la sociedad que giraban en torno al empleo, la salud, la educación y la vivienda; además de considerar que estas obras contribuirían a satisfacer los anhelos posrevolucionarios de progreso y bienestar, y adentrar a su población en la modernidad; por lo que las nuevas obras debían concebirse como propaganda política, como discurso visual de la ideología de los nuevos grupos de poder, como la conciencia y memoria histórica de la nueva sociedad revolucionaria, y como la imagen de esa nueva realidad de progreso y modernidad que se estaba construyendo.

 

El discurso urbanístico de Contreras (1928), al finalizar el gobierno callista, era el siguiente:

[Lograr] …un desarrollo coordinado, equitativo y armonioso de la región de la ciudad de México y sus alrededores que, de acuerdo con sus necesidades presentes y futuras, estimule de la mejor manera la salud, la seguridad, la moral, el orden, la conveniencia, la prosperidad y el bienestar general así como la eficiencia y la economía en el proceso de desarrollo…

 

 

Por otra parte, este proyecto contó con el apoyo de los intelectuales y artista, como señala Hijar (2000):

…no podía llevarse adelante sino con la participación de los muralistas de izquierda encabezados por distinguidos comunistas participantes en las Misiones Culturales, transformadas bajo la orientación socialista de Narciso Bassols en educación integral contra el caciquismo, el fanatismo religioso y la modernización del campo mediante el impulso de las escuelas tecnológicas. Hubo entonces un punto de encuentro entre una necesidad de Estado y la línea popular, cualquiera que ésta fuera, practicada por los comunistas y la izquierda que los seguía.

 

Programa que se traduciría en diversas empresas de construcciones sociales y educativas en 1934, como el Mercado Abelardo L. Rodríguez, en la calle de República de Venezuela en el actual Centro Histórico, obra del arquitecto Antonio Muñoz García, cuya construcción tenía el propósito de:

 

…ofrecer a los habitantes de la zona un lugar que combinara la enseñanza, la cultura y el comercio.

 

Murales en el interior del mercado

Entrada al Mercado Abelardo L. Rodriguez [1934]

 

El concepto estilístico del conjunto arquitectónico, construido en una zona marginal de la ciudad, desde el barrio de El Carmen hasta Peralvillo, destinada al comercio en 355 locales, con una guardería para los hijos de los locatarios, una biblioteca y el Teatro Cívico Álvaro Obregón (hoy Teatro del Pueblo), muestra varios estilos como el Art Déco en el área del Mercado, el estilo Colonial en el teatro, la tendencia Funcionalista en la guardería y el estilo Neocolonial en la fachada principal (Fuentes, 2010). La ornamentación incluyó murales en el interior de los espacios, en los patios, y en los plafones, en una superficie de 1500m2, cuya temática se centra en la producción y distribución de alimentos, la nutrición y las enfermedades.

 

La obra plástica se encargó a varios artistas bajo la dirección de Diego Rivera, integrados por Pablo O'Higgins, Ángel Bracho Brachito, Pedro Rendón, Ramón Alva Guadarrama, Grace y Marion Greenwood, Isamu Noguchi, Raúl Gamboa y Miguel Tzab.

 

Mural en el Muro Este de Pedro Rendón (Soto, 2000b: 106)

 

El amanecer de Ramón Alva Guadarrama, Mercado Abelardo L. Rodríguez (Soto, 2000a: 60)

 

Sobre los murales O’Higgins apunta (Acevedo, 2000):

Yo creo que es importante dentro de la producción muralista mexicana, porque cada uno de nosotros trabajó lo mejor que pudo para revivir las metas de la revolución mexicana y creo, ahora, que esto puede ser un reflejo de lo que hicieron Diego, Jean Charlot, Fermín Revueltas, etcétera, en la [Escuela] Preparatoria. Fue un trabajo hecho en la misma época y más o menos al mismo tiempo en ambos lugares (sic). Otro edificio público, decorado por varios artistas.

 

Con esta orientación, alrededor de 1933, los arquitectos organizados en la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, de orientación socialista, entre los que se encontraban: Juan Legarreta, Salvador Roncal, Álvaro Aburto, Manuel Ortiz Monasterio, Mauricio M. Campos, Federico E. Mariscal, Juan Galindo, José Villagrán García, Silvano B. Palafox, Manuel Amábilis, Juan O’Gorman, Alfonso Pallares, Antonio Muñoz G., Carlos Contreras, Federico Sánchez Fogarty y los ingenieros José A. Cuevas y Raúl Castro Padilla (Sociedad de Arquitectos Mexicanos, 1933), impulsaron proyectos para el diseño de la casa obrera y construyeron la estación del ferrocarril infantil del bosque de Chapultepec para formar en los niños el asombro por un bloque de concreto unitario.

 

Diseñaron puentes y mercados como el de Guanajuato, reconstruyeron estaciones de ferrocarril, construyeron casas, unidades habitacionales, hospitales y escuelas con ímpetu funcionalista, señala Hijar (2000), para probar, en medio de la crisis económica desatada en el mundo, las virtudes del racionalismo llevado a la austeridad extrema en el uso de materiales aparentes y la solución a las necesidades de los habitantes.

 

Antigua estación del FFCC de Chapultepec

Hospital de Huipulco en construcción [1936]

 

Estas concepciones fundamentaron una arquitectura ajustada a los requerimientos del Estado de la revolución, comenta Méndez (2002), enfilado a metas de industrialización al tiempo que subrayaba la atención de las condiciones de vida del pueblo en el discurso populista.

 

Tendencia que desembocaría en la creación de la Escuela Superior de Construcción (1932-1933) (posteriormente Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN), opción de orientación arquitectónica más popular, en relación al supuesto elitismo educativo que privaba en la UNAM. Con lo que la nueva arquitectura se desplegaría desde oficinas de gobierno, además de otras con el fin de satisfacer las necesidades populares de educación, salud, y vivienda, con la presencia de varios arquitectos en puntos clave de decisión: Juan O’Gorman (Jefe del Departamento de Edificios de la Secretaría de Educación Pública de 1932 a 1935); José Villagrán García (desde el Departamento de Salubridad Pública hasta 1935); y Juan Legarreta (encargado de la sección de Proyectos del Departamento de Edificios de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas en 1932). Programa arquitectónico que, como ha sido señalado por Méndez (2002: 10), considera que:

 

La arquitectura de la revolución responde a su tiempo a través de la recreación de los signos identificados con la historia real, el imaginario de época de guerra y las reivindicaciones sociales, reconstruye el pasado reciente (no escapa el pasado remoto) y promete el futuro luminoso, se constituye en símbolos y porta emblemas dentro del afán de crear recintos culturales ligados entre sí para configurar determinadas formas en el espacio urbano. Es arquitectura con significados más o menos coherentes y referidos a la misma matriz ideológica reivindicativa plasmada con intenciones retóricas, no sólo manifiestos en el uso de los espacios, sino también, y sobre todo, en formas dirigidas a comunicar mensajes, a reiterar con aire renovado la “toma” de cada lugar, la conquista explícita del entorno, cuya transformación legitima, tramo a tramo, la expansión interminable del poder materializado de un estado voraz.

 

Referencias


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