Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1920-1940

Historia de México II Segunda Unidad: Reconstrucción Nacional e Institucionalización de la Revolución Mexicana 1920-1940

Arquitectura y Urbanismo de 1920 a 1940

Propósitos: Valorar algunas manifestaciones socioculturales influidas por el nacionalismo revolucionario y su impacto sociocultural

Mayo de 2012

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Su desarrollo

 

Por efectos de la concentración de población en la capital, promovida por la estabilidad que ofrecieron los gobiernos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, los herederos de las grandes fortunas latifundistas del Porfiriato impulsaron el desarrollo de fraccionamientos, con lo que se convirtieron en los nuevos especuladores urbanos, señala Garay (2010). En una época en que los ricos decidieron trasladar sus residencias del centro al sur y poniente de la urbe, por razones de higiene; mientras que los grupos populares no tuvieron más remedio que asentarse en la zona oriente y norponiente, las más pobres de la capital, mientras que los problemas de la ciudad se agudizaron por el aumentó de la concentración de población popular, ante una oferta reducida de viviendas para alquiler y el costo excesivo de las rentas, que propiciaron manifestaciones de protestas inquilinarias, que exigían la instalación de servicios de agua, luz y drenaje en las colonias, y mejoras en sus casas.

 

El desarrollo de las comunicaciones, impulsado por la industrialización de los décadas de 1930-1940, señala Garay (2010), fomentó el comercio, la demanda de transporte público y el uso del automóvil privado en la capital, lo que propició la migración del campo hacia la ciudad de una creciente clase proletaria carente de dinero y derecho de propiedad, que se apoderó de los terrenos suburbanos, por la que se les designó con el nombre de paracaidistas que, para 1938, obtuvieron de las autoridades municipales el permiso para conformar las primeras colonias proletarias.

 

 

 

Vecindades. AGN Hermanos Mayo (Urbina, 2009)

 

A juicio de Abraham Zabludovsky (Garay, 2010):

 

Las ciudades, como fenómenos de los últimos siglos –de principios del XIX y del siglo XX–, constituyen enormes concentraciones humanas producto del desarrollo industrial, de la variedad de actividades. Por supuesto, hay diferencias entre la pobreza rural y la urbana. En la ciudad, un pobre es “más rico” por el solo hecho de tener fácil acceso a un cableado eléctrico que le permite poner un foco.

 

 

Ante este crecimiento urbano el arquitecto Enrique Yáñez comenta (Garay, 2010):

 

…Don José Luis Cuevas traza las Lomas de Chapultepec, una extensión para gente de dinero y sobre todo que quería vivir a cierta distancia de la ciudad. Después traza el fraccionamiento Hipódromo Condesa, muy bonito, y luego vinieron otros como Polanco. La ciudad se extendía hacia nuevos rumbos, hasta la colonia Del Valle, el Parque de la Lama y además se empezaban a hacer edificios más modernos. No se hacían edificios altos porque el terreno no lo permitía, había quizás uno de ocho pisos por la calle de Atenas que estaba todo chueco, pero cuando los ingenieros de mecánica de suelos estudian más científicamente el subsuelo, resuelven el problema de la cimentación que requerían los edificios altos. El primer edificio alto fue el de La Nacional del arquitecto Manuel Ortiz Monasterio, inaugurado aproximadamente en 1934, creo de 15 pisos. De ahí arrancan los edificios altos, pero antes no.

Colonia Hipódromo-Condesa [ca. 1950]

 

A mediados de la década de 1920, un grupo de jóvenes arquitectos como Juan O'Gorman, Juan Legarreta, Enrique del Moral y Álvaro Aburto, bajo la dirección de José Villagrán, introdujeron el funcionalismo en México, apunta Garay (2010). Que se identificó con un funcionalismo social muy diferente al funcionalismo formal europeo, corriente que se ligó a los planes gubernamentales de construcción de hospitales, escuelas y habitación popular, en consonancia con los movimientos sociales que tenían lugar en ese entonces. Años después, Abraham Zabludovsky reconoce (Garay, 2010):

 

Las utopías de los años veinte consideraban que, por su misma naturaleza, la arquitectura podía erradicar las contradicciones sociales. Los arquitectos de aquel entonces pensaban como los revolucionarios de la época y suponían que la historia los había elegido para transformar el mundo. Los arquitectos creían -y yo entre ellos- que el desempeño de su tarea acarrearía el gran cambio, la desaparición de las diferencias sociales.

 

Para 1932, siendo secretario de Educación Narciso Bassols, se construyeron escuelas primarias en barrios de trabajadores y en pueblos cercanos a la Ciudad de México, con base en proyectos aportados por el arquitecto Juan O'Gorman, que en dos años edificaron 30 escuelas primarias y una escuela vocacional en la ciudad, además de una escuela primaria en Tampico.

 

Así se generaron edificaciones escolares como el Centro Escolar Revolución de Antonio Muñoz García, el Centro Escolar San Cosme de Enrique Yáñez y la Escuela Normal de Maestros de Mario Pani; además de instituciones de salud como el Hospital de Huipulco, Sanatorio para Tuberculosos de la Beneficencia Pública, de José Villagrán.

 

Secretaria de Salud de Carlos Obregón Santacilia [1929]

Centro Escolar San Cosme de Enrique Yáñez [1936]

 

 

 

Obras que, al decir de Méndez (2002: 12), expresan un mensaje relacionado con la reciente etapa armada y el gobierno que está transformando al país, y que ofrece un futuro de modernización y bienestar:

 

La arquitectura de la revolución no se limita a sugerir su pertenencia mediante las funciones sociales prohijadas, manifiesta explícitamente, enfatiza la distinción que porta (“¡soy un monumento de la revolución!”), valiéndose de recursos disímiles para lograrlo, fortalece a la vez su presencia en la ciudad. Así, por ejemplo, una escuela pública del periodo no sólo manifiesta su carácter de institución educativa a través de aulas, laboratorios y canchas deportivas; también ha de ser, con no menos importancia, el pedestal de los símbolos patrios: la bandera, los prohombres, materiales y formas constructivas identificadas por decreto con el renacimiento de lo mexicano.

 

Centro Escolar Revolución en construcción [1934]

Escuela Normal de Maestros de Mario Pani [1945]

 

Si los arquitectos del viejo régimen porfirista habían sido conscientes de la necesidad de un cambio hacia la modernización, señala Méndez (2002: 13-14), en sus soluciones arquitectónicas predominaron búsquedas formalistas elusivas del compromiso con la historia, al ofrecer un retorno al neoclásico, lo neomorisco, neogótico, neoegipcio y una larga lista de neoestilos exóticos, que se sustentaban en los cánones academicistas delineados en la academia parisina, en un intento de acercamiento de esas minorías ilustradas aristocráticas a la capital de la civilización occidental del siglo XIX y principios del XX; en un proceso de afrancesamiento cultural, como se aprecia en las edificaciones sobrevivientes de esas épocas en las colonias Guerrero, San Rafael, Santa María la Ribera y Juárez.

 

Los arquitectos de la Revolución profundizarían en el nacionalismo, comenta Méndez (2002: 15), desde la reinterpretación de lo prehispánico hasta la revaloración de lo colonial y su tradición barroca, que tiene sus antecedentes en las siguientes expresiones de los ateneístas, por voz del arquitecto Federico Mariscal, cuando aún se desarrollaban los combates contra los restos del Profiriato entre 1913-1914:

 

La arquitectura mexicana tiene que ser la que surgió y se desarrolló durante tres siglos en los que se constituyó el mexicano que después se ha desarrollado en vida independiente. Esa arquitectura es la que debe sufrir todas las transformaciones necesarias para revelar en los edificios actuales las modificaciones que haya sufrido de entonces acá la vida del mexicano. Desgraciadamente se detuvo esa evolución y por influencias exóticas […] se ha ido perdiendo la Arquitectura Nacional […] Aún es tiempo de hacer renacer nuestro propio arte arquitectónico. (Conferencias de 1913-1914).

 

Calle Santa María la Ribera [ca. 1910]

Colonia San Rafael

 

Esto se traducirá, entre 1922-1923, con el auge arquitectónico impulsado durante el gobierno de Obregón por varios arquitectos que fueron autores de obras neocoloniales, lo que definió el arranque de la propuesta nacionalista por los arquitectos Federico Mariscal y Carlos Obregón Santacilia, al mismo tiempo que se inicia el muralismo con las obras de Diego Rivera en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria.

 

Centro Escolar Revolución de Carlos Obregón Santacilia [1932] (Sánchez, 2005: 7)

Escuela primaria en Tampico de Juan O’Gorman [1932] (Gaytan, 2005: 18)

 

Obras que, en sentido estricto, continuaran las tendencias de los neoestilos anteriores, ahora como un neoindigenismo y un neocolonialismo, que se confrontaron a la anterior copia europea academicista, significando un retorno a tradiciones nacionalistas con orígenes mexicanas. Estilos que merecieron en esta época el siguiente comentario por parte de Diego Rivera (Méndez, 2002: 16):

 

Después de la nauseabunda imitación porfiriana, acrecentada por ilustres y viejos barrigones, pompiers franceses, por fabricantes de pastas y bombones y dibujantuelos francmasones, tejedores de olanes de enagua en mármol, italianos y secuela de nacionales falsificadores de los “Luises” XIV, XV y XVI, ahora el arquitecto mexicano —no el arquitecto, que existe también— elogia su instalación de excusados o el color nauseabundo de cajeta de leche rancia y desteñida con que envilece un muro o un patio “misión” de decoración de cine, que él da por “colonial” diciendo: “Así se hace en los Estados Unidos ” […]

(Rivera “Sobre arquitectura”, El Universal, 28 de abril de 1924)

 

Casa en la colonia Polanco (Estilo Colonial Californiana)

Casa en la colonia Polanco de (Estilo Neocolonial)

 

Para los años de la década de 1930, la arquitectura nacionalista transitaría a las propuestas del grupo de arquitectos funcionalistas, integrado por Juan O’Gorman, Juan Legarreta y Álvaro Aburto, que impulsarían lo que considerarían como obras apropiadas para el pueblo, quienes considerarían, según Méndez (2002: 17), que:

 

… esas concepciones, extraídas del movimiento moderno, fundamentan la arquitectura ajustada a los requerimientos del Estado de la Revolución, enfilado a metas de industrialización, al tiempo que subraya la atención de las condiciones de vida del pueblo en el discurso populista.

 

En donde, señala Méndez (2002: 21), el edificio civil sustituye al edificio religioso como utopía del proyecto de ciudad; por lo que la ruta nacionalista, que se traza en bulevares ilustrados que refleja contenidos regionales, sustituiría a la anterior vía europeizante de valores universales supuestos durante el siglo XIX y el Porfirismo, que se había expresado en el tendido de alamedas y paseos.

 

Casa en la calle de Guanajuato (Art Nouveau)

Frontón México (Art Deco)

 

Sin que desaparezca de tajo, sobre todo en la arquitectura de edificaciones privadas, los anteriores enfoques que siguen los estilos prevalecientes en otras partes del mundo, con obras de estilos Neocolonial, Colonial Californiano, Art Decó, e incluso Art Nouveau.

 

Colonia Roma

Colonia Hipódromo

Art Decó en México

 

Paseo de la Reforma [ca. 1960]

Tribunales de Justicia del D.F. [1960]

 

Para dar paso, en los años de la década de 1940, al predominio de obras que siguen las tendencias norteamericanas de edificaciones verticales que incorporan los materiales básicos del ladrillo o tabique, la varilla y el concreto armado, además de amplios ventanales de estructura metálica y vidrio, que se generalizan conforme al proceso industrializador se desarrolla en el país, desde los gobiernos del Maximato hasta el Alemanismo. Que darán lugar a la imagen arquitectónica de las ciudades modernas del país, hasta las transformaciones en los estilos constructivos que se originarán con la entrada de la nación a la globalización y los procesos neoliberales en las últimas décadas del siglo XX.

 

Referencias


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