La joven sin alas


Alyson Taylor Muñoz

Se dice que en la antigüedad, la sociedad tradicional consideraba el matrimonio como una representación de clase y prestigio, por lo que los matrimonios de conveniencia o arreglados eran lo más usual en aquellos tiempos; por lo tanto, analizando la situación de los antepasados, se puede decir que el matrimonio no era un pacto de amor, sino un pacto social y de conveniencia, que no era en lo absoluto voluntario, donde el dinero y la clase social eran los únicos intereses presentes. Esto es similar a lo que menciona Anthony Giddens en su texto titulado: “Un mundo desbocado, los efectos de la globalización en nuestras vidas”; en relación a este asunto quiero citar algunas palabras del mismo: “El matrimonio es un acuerdo entre dos familias, fijado por los padres en lugar de por los individuos afectados”, “El matrimonio nunca antes se había basado en la intimidad – comunicación emocional -”, “El matrimonio en ese tiempo era el compromiso, como atestiguaba la existencia de matrimonios a la fuerza” (Giddens, 2007, p.27 y 29).
 
El objetivo del mandato matrimonial para las mujeres era tener decencia y pureza ante la sociedad, crear y pertenecer a una familia, ya que todo esto era sinónimo de una buena educación y aseguraba la posibilidad de ser una mujer plena y completa; por lo tanto desde sus inicios, éste era un medio por el cual la sociedad permitía a los hombres escoger a la mujer que fuera de su agrado, oportunidad de decisión y selección que se les negaba a las mujeres, ya que sólo eran consideradas como un objeto sexual o económico. Esto se centraba en el modelo doméstico, el cual no aplicaba para el hombre; la mujer estaba a cargo de la crianza de los hijos, desde que nacen hasta que tienen edad suficiente para ser disciplinados por su padre, y de todas las labores del hogar, por lo cual la mujer aceptaba el papel de sumisión, obediencia, castidad y servicio a su señor, de modo que la mujer seguía permaneciendo oculta bajo la figura del varón, ya sea su padre, hermano y posteriormente su marido, el cual limitaba su autonomía.
 
Enfrentar lo preestablecido no era una tarea fácil, la mujer que no estaba casada, seria toda su vida señalada como la solterona, la cual había sido despreciada por los hombres, como resultado, las decisiones en la vida de una mujer pasaban por sus padres, su progenitor era quién generalmente tenía la última palabra. Las mujeres se encontraban en un mundo de hombres que asoció lo débil con lo femenino, por ende, la gran mayoría de las mujeres se veía obligada a depender de un hombre toda su vida, sin poder explotar sus habilidades y cualidades, dado que la ideología machista tenía muy arraigado los dichos como: “la mujer sólo sirve para el metate y el petate”, siendo denigrante para ellas y un limitante que obstaculizaba la equidad de género.
 
Así como el tiempo cambia, las sociedades van evolucionando, al igual que la mentalidad, y tomando conciencia de los errores cometidos hacia el género femenino, uno de ellos siendo los matrimonios forzados, sin embargo, hay que mencionar que no todos fueron malos, ya que hubo parejas que se unieron por amor y decisión propia, además, en la actualidad, aunque no es muy casual, todavía hay matrimonios que se dan por diversos intereses económicos, sociales y culturales, como los de los artistas, políticos o empresarios; estos ya no son impuestos por terceras personas, ahora muchos matrimonios modernos son por decisión propia y, por supuesto, conveniencia mutua de cualquier tipo, sobre todo material. Cabe destacar que siempre ha existido el amor, no solamente hoy en día y no se podría generalizar a todos los matrimonios antiguos en desafortunados y sin cariño, hubo casos en los que el amor reinaba y era tan verdadero, que duraba toda la vida, así que no eran muy sonados los divorcios, porque se regían bajo el ideal de la famosa frase “hasta que la muerte nos separe”.
 
Las vidas e historias contadas son un reflejo de sometimiento y pautas estrictas y de control, que nos ayudan a analizar los sentimientos y deseos de las mujeres de ese tiempo; por ello a continuación se presenta un cuento que narra la problemática de los años 1930’s.
 

“La joven sin alas”

Cuentan que hace mucho tiempo, durante la época post revolucionaria, en que se acostumbraba arreglar los matrimonios por interés, exstió una joven humilde de quince años a la que sus padres obligaron a casarse con un anciano adinerado. Ella era hija única, a la cual prepararon en las labores del hogar con el fin de ser una buena esposa, porque la escuela no era para las mujeres; vivía feliz en su casa y como toda chica de su edad tenía un amor por cartas, con el cual quería casarse, ya que era algo muy común.

Pero un día inesperado falleció su padre, así que se quedaron solas ella y su madre; al poco tiempo se presentó en su casa un hombre viejo y elegante un tanto misterioso, el cual tenía una gran fortuna; la madre y el hombre hablaron en privado, la joven sin sospechar lo que le esperaba, preguntó inocentemente a la madre que quién era ese hombre que había estado en su casa el día anterior, la madre le confesó que años atrás su padre la comprometió en matrimonio con él, ella le reclamó que porque tomaron esa decisión y que no cumpliría con el acuerdo, a lo que la madre le respondió: “No puedes oponerte, tu padre dio su palabra y tienes que respetarla, además, estamos viviendo con los últimos ahorros que tu padre nos dejó y necesitamos la protección de un hombre”, dijo esto porque dos mujeres solas eran mal vistas por la sociedad.

La joven corrió a su cuarto a llorar desconsolada por el destino que le esperaba, tuvo que terminar su romance con el joven que amaba, para casarse con el hombre que la había comprado; un mes después llegó la boda, en la cual estaría atada a un anciano que despreciaba y, sin embargo, no podía hacer nada para impedirlo.

De ese lamentable compromiso, procrearon seis indeseados hijos, que la anclaban a una vida de lujos, donde se hundía en un abismo de fracasos y desamor, siendo sometida y obligada a hacer lo que el anciano ordenaba, debido a que él se sentía el dueño de ella, por haberla comprado; pasados quince años la ahora mujer, pudo conocer la libertad, cuando murió la persona que le cortó las alas; no obstante, su juventud había mermado y la felicidad ya no era la misma, nunca pudo recuperar su vida, puesto que su ignorancia y los despilfarros la llevaron a perderlo todo, quedando en la miseria y con un gran vacío en el alma que no la dejaba salir adelante. Así es como nuestra triste historia de un matrimonio arreglado llega a su fin.
 
Moraleja: No vendas tu libertad ya que no tiene precio, valórate y vuela con tus propias alas.
 
Numero de edición: