La gráfica representa la evolución de la deuda pública en México en el periodo 1868-1910. La deuda pública, aquí expresada en millones de pesos, hace referencia al conjunto de deudas del Estado mexicano frente a particulares y otros países.

Se distingue la deuda externa y la interna. La deuda interna es el total de créditos que se negocian dentro de un país, tanto públicos como privados; y se pagan en el propio país y en moneda nacional. La deuda externa es el total de créditos externos recibidos por un país, tanto públicos como privados, y se paga fuera del país y en moneda extranjera.

En las últimas dos columnas se presenta la deuda acumulada y el número de ingresos para cubrir la deuda pública.

En el periodo 1868-1910, la deuda interior se mantuvo relativamente estable. A pesar de un decrecimiento hacia 1880, un pico entre 1885-1890, se mantuvo relativamente estable siendo de un total de 65-68 millones de pesos entre 1895-1910.

La deuda externa tuvo un incremento muy fuerte entre 1868 (67 millones de pesos) y 1910 (casi 150 millones de pesos) con excepción en los años 1885-1890 cuando el gobierno optó por contraer más deuda interna. La política del gobierno porfirista era de financiar proyectos de construcción, industriales y de desarrollo con base en capital extranjero. Esta política debilitó al Estado Mexicano, porque, como se puede observar, no contaba con los recursos necesarios para cubrir los pagos de la deuda federal. Este endeudamiento externo fue nuevamente posible tras renegociar la deuda externa con las potencias entre 1883-1888.

Carmagnani señala que “la evolución de la deuda pública nos dice que la deuda interna, la que se expresa en pesos plata, se redujo, mientras la deuda externa, pagadera en oro, aumentó, especialmente a partir de 1895.”

Durante la segunda mitad del siglo XIX e inicios del siglo XX el gobierno mexicano recurrió a la estrategia del endeudamiento público para financiar sus proyectos estatales. Esta política favoreció el desarrollo macroeconómico en distintos sectores, pero al mismo tiempo debilitó la estructura fiscal del mismo Estado, que dependía enteramente de los prestamistas en los mercados financieros internacionales.