A finales del siglo XIX se aceleró la expansión del capitalismo; los países más desarrollados técnica y científicamente como Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica y posteriormente Estados Unidos y Alemania extendieron su hegemonía a todo el mundo, apropiándose de la riqueza y los recursos naturales de los países de África, Asia y Latinoamérica (necesarios para la industria), mediante el comercio desigual, las presiones diplomáticas, las intervenciones militares y la transferencia de recursos a través de inversiones y préstamos.
Con la independencia de los países Latinoamericanos, las potencias capitalistas vieron la oportunidad de incidir en los recién creados países, implementando diferentes mecanismos de intervención tanto económicas, como políticas y militares agudizando la inestabilidad de los nuevos países y dificultando la conformación de Estados nacionales.
La expansión capitalista se presentó en dos etapas en el siglo XIX:
Pirámide el sistema capitalista
En este contexto mundial adverso, los países hispanoamericanos, incluido México, lograron su independencia sin ayuda del exterior y con la oposición de España, que les negó el reconocimiento, y el restablecimiento del “viejo orden” por el Congreso de Viena (1814) y la Santa Alianza, cuya ideología dominante fue el conservadurismo. A diferencia de los Estados Unidos, México no obtuvo el apoyo financiero y militar de otros países como Francia y España para independizarse.
La expansión de las potencias capitalistas en su afán por establecer su hegemonía política, económica y militar a los “nuevos” países de América Latina, generó constantes disputas. Las naciones europeas, que tenían el control del comercio mundial, de las materias primas y de las líneas de comunicación. Los países de desarrollo tardío como Alemania, Estados Unidos y Japón, en cambio, trataban de impedir o limitar el crecimiento de sus rivales, en aras de su propia expansión colonial.
Ahora realiza el ejercicio 1.