Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1920-1940

Historia de México II Segunda Unidad: Reconstrucción Nacional e Institucionalización de la Revolución Mexicana 1920-1940

La Historieta o Cómic 1920-1940

Propósitos: Valorar algunas manifestaciones socioculturales influidas por el nacionalismo revolucionario y su impacto sociocultural

Mayo de 2012

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Las historietas en la década de 1920

 

La última serie del Buen Tono, llamada Las maravillosas aventuras de Ranilla, fue obra del litógrafo Juan B. Urrutia, alumno de Casimiro Castro, que se publicó en los diarios El Universal, Excélsior y El Demócrata, entre el 9 de abril y el 30 de julio de 1922. Se integra con las aventuras de un muchacho pueblerino como protagonista, señala Rodríguez (2005: 27), quien después de emigrar a la capital, como lo hicieron miles a partir de la etapa armada de la Revolución, busca involucrarse dentro de los mejores círculos sociopolíticos y económicos de la capital. Lo cual lo involucra en diversos conflictos, derivados de su orígen, su condición socioeconómica, además de los necesarios procesos de adaptación que tiene que transitar para incorporarse a las formas de vida en la capital y las costumbres urbanas de su población; situaciones de las cuales sale avante por su hábito de fumar, mientras que al resto de los personajes les suceden toda clase de infortunios, como sucedía en las anteriores ilustraciones de esta empresa.

 

Aventuras de Ranilla No. 21 Ilustraciones de El Buen Tono

 

Camacho, 2006: 51

Tanto en las Historietas del Buen Tono, como en Las maravillosas aventuras de Ranilla, señala Camacho (2006), se presentan todos los estratos sociales, salvo que mientras la clase media se describe ampliamente, los pobres y los ricos se representan superficialmente. Al parecer, la idea en las estampas es la de expresar las ambiciones de ascenso social por medio del enriquecimiento de este estrato social.

 

El personaje principal, Ranilla, comenta Camacho (2006), pertenece a la clase media baja, que en esas épocas vive en vecindades sin agua entubada y baño, por lo que Ranilla ocupa una vivienda de un solo cuarto, con pocos muebles y sin cocina, menos baño, pero que por azares del destino y las formalidades sociales en su empleo, logra codearse con la aristocracia; en donde mostrará su carácter emprendedor y sus alardes para tratar de ser aceptado, lo cual lo meterá en aprietos, de los que logra salir por su iniciativa.

 

La serie también realizó una crítica de los varones ricachones, jóvenes que aunque bien vestidos a la moda aparecen afeminados, anunciando el fin de una época y el inicio de otra, cuyo objetivo social será el ascenso social.

 

 

Una constante de las representaciones de los diversos grupos socioeconómicos en las historietas del Buen Tono, como en Las maravillosas aventuras de Ranilla, comenta Camacho (2006), es la tajante diferenciación entre los pobres, comúnmente relacionados con indígenas y/o pueblerinos, y los demás grupos sociales a partir del atavío y el arreglo personal. Los sectores más pobres aparecen como parte del escenario, con la misma impersonalidad que los objetos materiales que rodean a los personajes de cada cuadro, ataviadas las mujeres con rebozos, pelo largo y descalzas, cargando niños y canastas de mandado o realizando tareas de vendedoras ambulantes. Mientras los hombres de este grupo social se presentan vestidos como rancheros, con pantalón ajustado, botines o huaraches, grandes bigotes y sombrero ancho campirano. Lo que refleja las dificultades que tendrían que superar los gobiernos posrevolucionarios, para lograr involucrar a la población urbana en el espíritu del nacionalismo y la voluntad de superación, así fuera en el discurso, por integrar a las diversas etnias nacionales en esas épocas.

 

Camacho, 2006: 51

Camacho, 2006: 56

Camacho, 2006: 78

Ranilla en ilustraciones de El Buen Tono

 

Otra serie de esos años corresponde a Mamerto y sus conocencias, obra de Jesús Acosta en los textos y de Hugo Tilghmann en las ilustraciones, que resultó ganadora de un concurso de tira cómica que se convocó por el periódico El Universal, donde se publicaría de 1927 a 1940, apunta Camacho (2006).

 

Sus personajes principales son una pareja campirana, Mamerto y Ninfa su mujer, un par de payos que emigran de Michoacán a la Ciudad de México, charrito modernista que viene a ilustrarse con sus amigotes de provincia en la ciudad, lo describen Acosta y Sánchez (2011); que en su atavío y habla de español deficiente refrendan su origen; él viste como charro y usa un gran bigote además de chaquetilla y corbata de lazo; mientras ella usa delantal y falda larga de tela estampada de bolitas, pelo largo atado con listones y huaraches, en plena época de la moda femenina de las flappers de la década de los años veintes, que usaban el vestido corto y suelto, casi asexuado y el pelo recortado a la oreja, como chamacos.

 

Camacho, 2006: 57

Camacho, 2006: 60

Camacho, 2006: 65

Camacho, 2006: 79

 

 

La pareja interactúa con otros personajes que ascendieron socialmente con la Revolución, comenta Camacho (2006), refrendando la situación de esa época inundada de nuevos ricos que hacían gala de la impunidad que lograron como militares o políticos, los cuales continuamente manifestaban su carencia de alguna cultura cosmopolita o de cualquier género, salvo sostener las apariencias. Los pobres también ascendieron socialmente, dejando de ser el decorado de las historias de la década anterior, para convertirse en los miserables urbanos, los pelados que amenazan la tranquilidad de las clases decentes.

 

Camacho, 2006: 72

 

El tema de los desarraigados citadinos lo retomará Acosta en otra serie denominada Chupamirto, cuyo personaje, al decir de Acevedo y Sánchez (2011), inspiraría el personaje de Cantinflas que crearía Mario Moreno, como un estereotipo del habitante marginal de barriada.

 

Chupamirto de Jesús Acosta

Cantinflas

 

Chipamirto de Jesús Acosta

 

 

El tema de los payos rancheros avecindados en la capital sería retomado en otra serie, El compadre Coyote, obra de Salvador Pruneda que se publicó en El Universal en 1938, que relata las aventuras de dos compadres; uno más urbanizado que el otro, cuya conducta y costumbres sirvieron para ridiculizar a los grupos rurales migrantes a las ciudades que pretendía incorporar a la modernidad el estado posrevolucionario. En un cuadro, comentado por Camacho (2006), el compadre Coyote trata de encender un foco con cerillos, a pesar de que la electricidad estaba en uso en la ciudad desde 1888.

 

Camacho, 2006: 61

Camacho, 2006: 64

 

Podemos concluir que una constante en las series de historietas a lo largo de las primeras dos décadas del siglo XX, la permanente crítica hacia los nuevos llegados a la capital, los inmigrantes rurales, fueran o no indígenas; como comentó Pruneda, autor de la serie Don Cantarino y su apreciable familia, sobre su personaje:

 

[Fue el] …primer héroe memorable de nuestra historia posrevolucionaria…un inmigrante rural recién llegado a la capital: un charrito que ha abandonado la tierra, la milpa y el caballo (o el burro) para incorporarse a la compleja vida urbana… [Acevedo y Sánchez, 2011; apud: Aurrecoechea y Bartra, 1988: 208]

 

Referencias


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