Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1900-1920

Historia de México II. Primera Unidad: Crisis del Porfiriato y México Revolucionario 1900-1920

1900-1920: el contexto socioeconómico y político

Propósitos: Valorar el impacto sociocultural de la Revolución Mexicana, así como la diversidad de grupos sociales y regionales participantes en ella

Humberto Domínguez Chávez. Julio de 2013

 

Para ver los clips de video necesitas:

Versión para imprimir [Requieres]:

1 de 10


 

Introducción

El régimen porfirista se integró fundamentalmente como un sistema latifundista, señala González (1961), en donde se desarrolló una industria incipiente, que empezaba a desplazar la economía artesanal; a lo que se adicionó una industria extractiva, minera y petrolera, dependiente de los monopolios internacionales.

 

Como ha señalado Hart (1989: 15), los propietarios buscaban ganancias por medio de la agricultura de exportación, sin que se estableciera ningún freno a la expansión de sus empresas y a las acciones de los mayordomos de sus propiedades, quienes desafiaban las prerrogativas de los pueblos y de las autoridades locales. El desarrollo capitalista nacional, como comenta Bartra (1989), que condujo a la preeminencia de las ciudades sobre el campo, se construyó sobre un escenario de conflictos campesinos durante los siglos XIX y principios del XX.

 

Por lo que Bartra considera que los trabajadores rurales fueron los actores destacados, con sus efímeras victorias y sus derrotas, en la construcción de la historia moderna de México. Los numerosos conflictos nacionales tuvieron como actores principales a los campesinos, continúa Bartra, y siempre estuvo presente su oposición, resistencia y franca rebeldía a las diversas modalidades de progreso que les fueron impuestas, como discurso de diversos proyectos modernizadores.

 

Hacienda de Atequiza, Jalisco [ca. 1905]

 

La modernidad porfirista

Cuyos promotores durante la segunda mitad del siglo XIX fueron los dirigentes de los sucesivos gobiernos liberales, quienes siempre catalogaron a sus opositores como reaccionarios, por oponerse a sus aspiraciones y demandas, sin importar que hubieran recibido el apoyo de estos diversos grupos sociales en las luchas que condujeron al establecimiento del liberalismo y en la defensa contra las invasiones extranjeras. A la larga, estas elites gobernantes generalizaron los despojos territoriales y la imposición de tributaciones a las poblaciones rurales, lo que generó para las comunidades indígenas una visión histórica retrospectiva:

El Porfiriato

 

Ante un oscuro presente y un ominoso futuro, nada más justificado que la añoranza milenarista; de modo que, conforme avanzaba el siglo XIX, los campesinos fueron llegando a la conclusión de que todo tiempo pasado debía haber ser mejor y, presas de una súbita nostalgia conservadora, se rebelaron contra los avances del mal para restaurar tiempos pretéritos que se les antojaban felices. [1]

 

Así, comenta Bartra, las propuestas liberales de mitad del siglo XIX, en torno a crear una sociedad rural de pequeños propietarios y jornaleros libres, acabaron en la proliferación de latifundios y el estancamiento forzada de la mano de obra que, siguiendo las necesidades del desarrollo capitalista, generaron el peonaje y el enganche estacional de jornaleros, mediante el endeudamiento en las tiendas de raya de las haciendas.

 

Al mismo tiempo que aprovecharon las necesidades de otro sector campesino, para convertirlos en aparceros y arrendadores de tierras ociosas de esos mismos latifundios, subordinándolos a los requerimientos laborales de los grandes propietarios. En donde, incluso, estos llamados trabajadores libres nunca conformaron un proletariado agrícola, al verse obligados económicamente a combinar sus tareas campesinas con empleos en obras hidráulicas y ferroviarias de infraestructura, o el trabajo en las minas y zonas fabriles cercanas, por la inestabilidad latente en el empleo, que en diversas ocasiones los condujeron también a actividades de bandolerismo.

 

Para muchos obreros que venían del campo, el trabajo industrial era una alternativa esporádica a sus actividades agrícolas, ya que sólo necesitaban eventualmente un trabajo complementario.

 

Algunos más se vieron obligados a recurrir de manera temporal al empleo fabril porque habían perdido sus cosechas.

 

Y otros aprovechaban la posibilidad de ganar ingresos adicionales para sufragar sus obligaciones religiosas con sus comunidades, tales como las de ser mayordomo de las fiestas anuales. Además de perfilarse como una posibilidad casual debido a las necesidades de los obreros, la ocupación fabril tampoco se ofrecía en forma regular, porque las factorías empleaban y despedían a los operarios de acuerdo con las necesidades del momento. [2]

Fábrica textil de Río Blanco, Veracruz

 

[1] Bartra (1989: 31)

[2] Camarena y Adleson (1989: 70)

 

Referencias


Siguiente página