Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1900-1920

Historia de México II Primera Unidad: Crisis del Porfiriato y México Revolucionario 1900-1920

La música y el teatro popular de 1900 a 1920

Propósitos: Valorar el impacto sociocultural de la Revolución Mexicana, así como la diversidad de grupos sociales y regionales participantes en ella

Humberto Domínguez Chávez. Mayo de 2013

 

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La música

 

Al iniciarse la reconstrucción nacional en 1917, en los momentos finales de la etapa armada de la Revolución, se puede apreciar el fortalecimiento de un movimiento musical nacionalista, cuando el dramaturgo y poeta Marcelino Dávalos (1871-1923) difundió en la capital del país diversas expresiones de la música popular, señala Mendoza (1953), dentro de las que se encontraban valonas como El preso, además de coplas y seguidillas como Las barrancas, El cielito lindo, La morena, La suegra; o canciones como Las mañanitas, El Valle Nacional, La casada, Y tenía chiquito el pie, Cuiden su vida, El abandonado, La trigueña hermosa, A orillas de un palmar, La rancherita o Marchita el alma.

 

Que marcan los momentos en que los músicos eruditos reconocieron estas expresiones musicales, elevándolas a las formas orquestales y sinfónicas e introduciéndolas en los espectáculos de concierto, continua Mendoza; como José Rolón (1876-1945), quien incorporó cantos y bailes regionales de Jalisco en su Festín de los enanos, o Manuel M. Ponce (1882-1948) que introdujo temas como El durazno, El palomo, Marchita el alma o A la orilla de un palmar, en sus Balada Mexicana.

 

En ocasión de la Exposición Panamericana de Buffalo, Nueva York, de 1901, donde lo más impactante fue la muestra de electricidad y tecnología, la música resultó un componente fundamental al instalarse un escenario llamado El Templo de la Música, comenta Pavía (2011), que sirvió como sala de conciertos y escenario, el cual fue ampliamente electrificado.

José Rolón [ca. 1915]

Orquesta Filarmónica de Jalisco, Festín de los enanos

 

 

Trío Guardianes de la Huasteca, Cielito lindo

Conjunto Jarocho Medellín, Coplas a mi morena

Librado Alexander, Cuiden su vida

David Zaizar, El abandonado

Los Madrugadores, Trigueña hermosa

 

Exposición Panamericana. Buffalo, Nueva York [1901]

En este escenario se presentaron diariamente un promedio de seis conciertos de orquesta o banda, alcanzándose los mil conciertos en el evento, se señaló en el informe de la exposición; en donde predominaron las interpretaciones de música clásica, denominada ligera, que ya había sido asimilada en el gusto musical del público, por lo que se considera que se orientaron las interpretaciones hacia el gusto popular y la música contemporánea.

Orquesta Típica en la Exposición Panamericana de Buffalo, Nueva York [1901]

 

 

 

Tehua y Oscar Chávez, A la orilla de un palmar

 

 

Humberto Cravioto, Marchita el alma

 

 

Pedro Infante, El durazno

 

 

Jorge Federico Osorio, Balada Mexicana

 

En donde participó la representación mexicana en la categoría de música étnica con la marimba de los Hermanos Olivar, cuyas interpretaciones para este instrumento, por su poca difusión incluso en México, se le consideraba autóctona y exótica.

 

Compartieron el escenario con la presentación de la primera Orquesta Típica Nacional, que estaba conformada con interpretes de guitarras, vihuelas y salterios. Completándose la comitiva mexicana con un conjunto musical más aceptable para el gusto internacional, una banda militar, con lo que con esta representación nacional se logró integrar una muestra de las posibilidades musicales existentes en el país, al iniciarse el siglo XX.

 

 

La Orquesta Típica había sido formada en 1884 por el italiano y maestro del Conservatorio Carlos Curti (1859-1926), con algunos de sus colegas y alumnos; del tipo de música que tocaba este conjunto típico podemos darnos una idea a partir del programa inaugural, en donde alternó con la Orquesta del Conservatorio, de acuerdo con Corona (2004), en donde interpretaron entre otras las siguientes obras: la Obertura Ruy Blas [opus 95 de 1839] de Félix Mendelssohn (1809-1847), la Obertura Raymond [o El secreto de la reina (1851)] de Ambroise Thomas (1811-96), la Marcha de la Opera Tannhauser [1845] de Richard Wagner (1813-1883), además de Recuerdos de la infancia y Popurrí de Aires Mexicanos, obras estas últimas del propio Curti.

 

Los músicos de la orquesta típica mexicana de Carlos Curti vestían trajes de charro e interpretaban como rúbrica su polka La típica; dentro de su obra encontramos también la polca La florera y el vals Predilecta.

Comenta Koegel (2006) que la primera Orquesta Típica se organizó, con patrocinio del gobierno de Porfirio Díaz, para tocar en la New Orleans Cotton Exposición de 1884-1885.

Bailarines de Jarabe [ca. 1918]

 

Carlos Curti

El conjunto debutó en la capital del país en 1884 y luego salió de gira por todo México, los Estados Unidos y Europa. Las presentaciones de la Orquesta de Curti despertaron gran interés en los Estados Unidos, y varias editoriales musicales estadounidenses publicaron partituras de piezas de compositores mexicanos.

 

Miguel Lerdo de Tejada (1869-1941) siguió sus pasos con un conjunto que recibió el mismo nombre, al empezar el siglo XX, siendo los representantes musicales de México en Estados Unidos al actuar en la Exposición Universal de Saint Louis, Missouri en 1904. La Orquesta Típica de Lerdo de Tejada grabó varias selecciones para la Edison Company en 1905, incluidos los valses Consentida y Amada. La empresa incluso hizo grabaciones en cilindro de cera de la poesía de Juan de Dios Peza (Reír llorando, Mi padre y otros poemas), además del saludo de Porfirio Díaz a Thomas Edison.

 

Lerdo de Tejada, conocido por su canción Perjura, escribió durante los últimos años del porfiriato obras de corte tanto popular como semiclásico: danzas, danzones, valses, marchas, one-steps, canciones, polkas y otras. Su orquesta continuaría grabando para los sellos estadounidenses Victor y Columbia en las décadas 1910-1920, lo que permitió que el repertorio de la música popular mexicana, se difundiera entre un gran público mexicano e internacional. En 1917 Lerdo de Tejada y su Orquesta fueron enviados nuevamente por el gobierno mexicano a una gira por México y Estados Unidos, durante la cual aparecieron en el Carnegie Hall de Nueva York en marzo de ese año. Curti y Lerdo de Tejada también lograron fama como compositores de formas musicales ligeras, al escribir para los escenarios.

 

Eulalio Armas y sus Salterios, La Típica

Orquesta Típica Miguel Lerdo de Tejada, Consentida [1904]

Saludo de Porfirio Díaz a Thomas Alba Edison [1909]

 

Curti escribiría en 1899 la exitosa zarzuela en un acto La cuarta plana, cuya actriz principal fue la soprano juvenil Esperanza Iris (1884-1962), quien tuvo un gran éxito en su primer papel protagónico a los 15 años, actuando como niño voceador de periódicos.

 

Además de enseñar en el Conservatorio, Curti dirigió la orquesta del Circo Orrín, el más importante en el México de principios del siglo XX, en donde para una pantomima acuática escribió su célebre vals Juego hidráulico.

 

Escena de la zarzuela La cuarta plana

 

 

Esperanza Iris en La cuarta plana

 

Por otra parte los músicos citadinos, producto del autodidactismo o egresados del Conservatorio, comenta Monsiváis (2010), difundirán y crearían óperas, romanzas, polkas, marchas, canciones y valses, estimulando la estabilidad del liberalismo.

 

Olimpia Delgado, La golondrina

Irma González, Marchita el alma

Trío Calaveras, Adios de Alfredo Carrasco

Eulalio Armas y sus Salterios, Las bicicletas

Eulalio Armas y sus Salterios, Alejandra

 

Cuya producción sobrepasaría a los himnos federales con despedidas del centralismo y el conservadurismo, como en La golondrina de Narciso Serradel (1843-1910); obras para fortalecer la sensibilidad de los oyentes como Marchita el alma de Antonio Zúñiga (1835-1885) y el Adiós de Alfredo Carrasco (1875-1945), que por sí sola constituye una serenata, señala Monsiváis.

 

Melodías para alegrar el ambiente como la polka Las Bicicletas, de Salvador Morlet; y los valses que expresan formas de sensibilidad como Alejandra de Enrique Mora, Morir por tu Amor de Belisario de Jesús García, Viva Mi Desgracia de Francisco Cárdenas Larios, Dios nunca muere de Macedonio Alcalá (1831-1869), Sobre las olas de Juventino Rosas (1868-1894), Vals poético de Felipe Villanueva (1864-1907), En alta mar de Abundio Martínez (1875-1914), o el Club Verde de Rodolfo Campodónico (1866-1926), que fue adoptado por los antiporfiristas en el norte del país, comenta García Medina (2005a), lo que le valió a su autor su exilio.

 

Primera Banda de Artillería en 1901 [Exposición Panamericana de Buffalo, Nueva York]

 

Eulalio Armas y sus Salterios, Morir por tu amor

Eulalio Armas y sus Salterios, Viva mi desgracia

Dios nunca muere

OFUNAM, dirigida por Avi Strowsky, Sobre las olas

Vals poético

 

Otras melodías se convertirían en himnos locales, como La marcha de Zacatecas, obra de Genaro Codina (1852-1901) de 1883, con letra de Salvador Sifuentes, o el paso doble El Hidalguense de Abundio Martínez y la polka De Torreón a Lerdo de Pioquinto González, sin faltar aquellas que resaltarían la belleza femenina regional, como La norteña de Eduardo Vigil y Robles de 1920.

 

Sus autores instauraron la leyenda de la bohemia de existencias trágicas, que en poco tiempo se expandirá desde las ciudades a la provincia, reproduciéndose su música en los quioscos de los pueblos y en las fiestas privadas; que con la creación del derecho de autor, acordado en el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas de 1886, señala Garrido (1974), extendería su protección a los músicos, cuya autoría en gran medida había sido anónima.

 

Por su parte, continua Monsiváis, se multiplicaron los conjuntos de cuerda pueblerinos, cancioneros de festividades que pregonaban las proezas amorosas, celebraban leyendas y bellezas locales, o estimulaban el patriotismo, además del sentido del humor con sus melodías. En cuyas composiciones festejaban la vida marginal de personajes cotidianos o de dudosa reputación, o se homenajeaban los atractivos físicos o los atavíos de las mujeres, en donde al mismo tiempo se festejaban amoríos o rebeldías de final trágico.

 

Vals Rosita [Nueva York 1907]

 

Jazmín Sandragosian, En Alta Mar

Filarmonica Ciudad de México, Club Verde

Banda y Coro de Zacatecas, La marcha de Zacatecas

Eulalio Armas y sus Salterios, El Hidalguense

Eulalio Armas y sus Salterios, De Torreón a Lerdo

Jorge Negrete, La Norteña

 

Además, otorgaban las licencias para soñar en el pecado, como en la canción Perjura de Fernando Luna y Drusina (1858-¿), con música de Miguel Lerdo de Tejada (1869-1941). Que al decir de Garrido (1974) iniciaría la canción mexicana romántica; la cual se integró con una melodía fácil al oído y tan sencilla que podía ser cantada o silbada por cualquier persona, después de oírla una o dos veces.

 

De acuerdo tanto con Garrido, como con el biógrafo de Lerdo de Tejada, Mario Talavera, comenta Koegel (2006), Perjura se escribió en 1901 y fue vendida por una miseria a la empresa Wagner y Levien, que era la principal editora de música en México, en los inicios del siglo XX.

 

Perjura se difundió en los lenocinios de la capital del país, siendo adoptada por los cantantes populares, además de los cantantes de ópera famosos de la época, como José Torres Ovando, Manuel Romero Malpica y Felipe Llera. En 1938 se filmó una película titulada también Perjura, dirigida por Raphael J. Sevilla y actuada por Jorge Negrete, quien interpreta dos canciones de Lerdo de Tejada: Perjura y Las violetas.

 

Dentro de la música de finales del siglo XIX encontramos el arreglo de Clemente Aguirre (1828-1900), quien fue maestro de los músicos Felipe Villanueva (1862-1893), autor del Vals Poético, y de Ricardo Castro (1864-1907), creador del Vals Capricho, a la melodía anónima A la orilla de un palmar; comenta García Medina (2005a). En los primeros años el siglo XX Abundio Martínez (1875-1914) compone el vals En alta mar, Rodolfo Campodonico (1866-1926) el vals Club Verde y Alberto M. Alvarado (1864-1939) el vals Recuerdo, mientras que Tiburcio Saucedo compone los valses Serenata y Soñando.

Programa de la Orquesta Típica Mexicana en San Francisco, California

 

Hugo Avendaño, Perjura

Jorge Negrete, Las violetas

Eva María Zuk y la Orq. Fil.de la Cd. de México, Vals Capricho

Tito Schipa, A la orilla de un palmar

Alberto M. Alvarado, Vals Recuerdo

Las Jilguerillas, Tristes Recuerdos

 

Al finalizar la primer década del siglo XX, la empresa Casa Warner y Levien editó en 1909 una colección de 52 melodías populares, dentro de las cuales encontramos Ilusión perdida, de la que después haría un arreglo Manuel M. Ponce (1882-1948) con el nombre de Marchita el alma, con letra de Antonio Zúñiga (1835-1885), además de hacer lo propio con Tristes recuerdos y Las golondrinas, y otras canciones infantiles como Doña Blanca.

 

Para 1911 el compositor José de Jesús Martínez (1888-1816) realizó los arreglos a los corridos de La Valentina y La Adelita, además de componer Tristes jardines; dos años después realizaría arreglos para las canciones El abandonado, mientras que José F. Elizondo estrenó en el Teatro Principal de la ciudad de México la revista Las musas del país, en donde estrenó la canción Ojos tapatíos, con música de Fernando Méndez Velásquez (1882-1916).

 

Orquesta Típica Lerdo de Tejada

 

Hermanos Zaizar, La Valentina

Cuco Sánchez, La Adelita

Nicolas Urcelay, Ojos tapatios

 

Referencias


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