Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1940-1970 Historia de México II Tercera Unidad: Modernización Económica y Consolidación del Sistema Político 1940-1970 La música popular de 1940 a 1970 Abril de 2012 |
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Danzón y otros temas afro antillanos
Por su parte, en el terreno de otro género musical se difundiría el danzón (Acerina y su danzonera interpreta Salón México), vals de los pobres como señala Monsiváis (2010: 224), muy importante dentro de la cultura popular mexicana de esos años y difundido en la capital en los salones de baile como el Salón México, inaugurado en 1920, que inició la difusión en nuestro país de la llamada música tropical; la cual incluyó posteriormente, entre otros ritmos, a las guarachas (Celia Cruz y Bienvenido Granda cantan Al pai y la mai), rumbas (La rumba documental cubano), guaguancós (Grupo Raíces Habaneras), congas (La conga santiaguera), sones (Chan Chan con el Buena Vista Social Club), boleros (María Luisa Landin canta Amor perdido), mambos (Dámaso Pérez Prado interpreta Que rico el mambo), chachachás (El bodeguero con Clave cubana) y, posteriormente, la salsa (Llorarás con Oscar DLeón); toda esta música integra modalidades en donde la letra de las canciones es subsidiaria del ritmo, que tiene énfasis en fortalecer lo festivo y las cadencias del baile.
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Agustín Lara y el desarrollo del bolero
Para finales de la década se multiplicó, al decir de Monsiváis (2010), en el centro de las ciudades y sus arrabales el teatro frívolo, en locales o carpas, como laboratorio múltiple de emociones, de humor político y humor sexual, de modas en el vestir y de poesía reconocible a simple oído; que en la música tuvo como su máximo exponente a Agustín Lara y sus boleros (Aventurera), además de múltiples sones (Aquel amor), tangos (Arráncame la vida), pasodobles (Silverio), valses (Farolito), canciones rancheras (Se me hizo fácil) y coplas (Valencia), cuya obra se difundió también ampliamente en la naciente radio y posteriormente en la televisión.
Este canta autor realizó una versión propia de la herencia poética del romanticismo decimonónico con sus piezas musicales, en formas de sensibilidad exasperada como la llama Monsiváis, para imponer la importante función de la canción romántica en la cultura popular durante la primera mitad del siglo XX, con una continuidad posterior hasta casi finalizar el siglo.
Con estas nuevas expresiones musicales, que se generalizaron en la música popular urbana de la época, al decir de Monsiváis, se enalteció el cambio moderado de costumbres; contribuyendo al fortalecimiento de la idealización de la renovada sexualidad citadina, en donde se humanizó incluso a las prostitutas, en un contexto de crecimiento demográfico urbano con su profusión de salones de baile, cabarets y la multiplicación de las manifestaciones sociales del amor libre, en donde estaban de más la timidez y las limitaciones sentimentales; sin que los ataques a estas manifestaciones, que se consideraba libertinaje, pudieran detener su propagación en los hogares. |
Ya que planteaban que el amor permitiría sobrevivir en una época de politización extrema y de proliferación de amenazas de crisis económica, totalitarismo y guerra, que se multiplicaron a partir de los años de la década de 1930; por lo que estas particulares formas de considerar el amor en la cultura popular de América Latina se prepagaron, en una búsqueda por vivir intensamente, lo que contrarrestaba los rituales antecedentes de las llamadas buenas costumbres.
De esta forma, los boleros que se oían en el teatro frívolo, la radio, el cine, la vida nocturna de los cabarets y posteriormente en la televisión, junto con la música tropical y las nuevas formas que adoptó la ranchera, integraron una nueva cultura popular al alcance de la memoria y del crecimiento urbano, acompañando incluso a los migrantes hacia los Estados Unidos, como formas particulares de lo que se llamaría genéricamente lo latino. Las emociones que pregonaban eran fáciles de interpretar y reproducir, por lo que se asimilaron con rapidez a la vida doméstica que era penetrada por la radio y luego por la televisión; brindando incluso romanticismo a las amas de casa, al mismo tiempo que las incorporaba a la modernidad pregonada mediante los anuncios de detergentes y otros artículos. |
Además, los productos de este género musical apoyaron en el cine las escenas melodramáticas y las declaraciones amorosas de los personajes, cuyas vidas recreaban situaciones cotidianas, existentes o deseables para la mayoría de los grupos sociales, por lo que brindaban una sensación de autenticidad. Por ello, los espectadores se enamoraron del amor a partir de la difusión de estas formas musicales por los medios de comunicación, incrementándose su multiplicación en las vecindades, casas y las nacientes unidades habitacionales, ya que sus habitantes se reconocían en sus letras y se emocionaban con sus melodías, por lo que las memorizaban, repitiéndolas e incorporándolas como parte de su vida emocional.
Algunas de las más populares interpretaciones de estos boleros quedaron en manos de grupos musicales de tres integrantes que, con guitarras y maracas, difundieron las mejores obras del género y cuyos estilos característicos podían fácilmente copiarse por sus admiradores, sin mayores requerimientos profesionales musicales. Así, fueron famosos en el cine nacional Los Tres Calaveras (Cartas marcadas) en películas de ambiente campirano, al lado de Jorge Negrete y Pedro Infante, mientras que Los Panchos (Perdida) aparecieron en Nueva York en 1944 para convertirse en uno de sus grandes intérpretes en las ciudades latinoamericanas; proliferaron además otros grupos como Los Tres Ases (Irresistible), Los Tres Caballeros (Reloj) o Los Tecolines (Nuestro primer amor). |
En sus interpretaciones impulsaron una particular versión musical del cortejo amoroso, y de las decepciones que podría generar, como formas populares del romanticismo que tuvieron una amplia difusión entre los cada vez más numerosos grupos sociales urbanos, quienes reproducían sus canciones en serenatas al pie de las ventanas, practicaban sus interpretaciones en los lugares de trabajo y azoteas con la intensión de formar a su vez otro trío de éxito, o escuchaban sus reproducciones en rockolas en cantinas, restaurantes, cafés de chinos, e incluso neverías, en los años de las décadas de 1950 y 1960.
Esta estética poético-musical de las clases populares se mezcló con la música tropical, al decir de Monsiváis (2010), para describir pasiones amorosas enmarcadas en contextos nocturnos y de apreciaciones de fogosidad arrabalera; entre otros, en las voces de Celia Cruz (El yerberito), Daniel Santos (Virgen de medianoche), Bienvenido Granda (Total) o Julio Jaramillo (Nuestro juramento); o bien de júbilo o feliz desdicha amorosa en las voces de Pedro Vargas (Solamente una vez), Toña La Negra (Oración caribe), Marco Antonio Muñiz (Celoso) y Olga Guillot (La mentira). |
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Bolero ranchero
Una continuada manifestación de este género lo integraría el así llamado bolero ranchero, señala Ortiz (2010: 291-305), con sus mejores exponentes en las voces de Pedro Infante (No volveré), Cuco Sánchez (Anillo de compromiso) y Javier Solís (Sombras), y en épocas recientes las de Vicente Fernández (Perdón) y Juan Gabriel (Te voy a olvidar); que conformó una respuesta romántica diferente a las melosas interpretaciones de los solistas de cabaret y del amaneramiento de los tríos, como una forma de expresión más acorde con el tipo de macho mexicano, por lo que sus interpretes vestían de charro, como integrantes de un mariachi, para adoptar poses bravías acordes con lo que se asumía como el prototipo nacional.
Así, el género del bolero perduraría años después en las obras de los compositores Roberto Cantoral (La barca), Luis Demetrio (La puerta), Vicente Garrido (Lucho Gatica canta No me platiques más) y Álvaro Carrillo (Javier Solís interpreta Se te olvida), para concluir con las obras de Armando Manzanero (Eugenia León canta Contigo aprendí) e incluso Juan Gabriel (Jure que nunca volveré); hasta su suplencia por otro tipo de música, que incluía nuevas formas de música tropical y diversas expresiones del rock, para ser redescubierto en las décadas pasadas en la voz de nuevos intérpretes contemporáneos. |
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