Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1940-1970 Historia de México II Tercera Unidad: Modernización Económica y Consolidación del Sistema Político 1940-1970 La producción literaria de 1940 a 1970 Abril de 2012 |
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Los refugiados españoles
La producción literaria se vio incrementada con la obra de intelectuales españoles desterrados en México, al finalizar la Guerra Civil Española; quienes fundarían la Casa de España en México, actual Colegio de México, produciendo una gran gama de estudios históricos y culturales como Letras de América [1944] de Enrique Díez Canedo (1879-1944); Cronistas e historiadores de la conquista de México [1942] de Ramón Iglesia (1905-1948); la Antología del pensamiento de lengua española [1945] de José Gaos (1900-1969); La escultura colonial mexicana [1942] de José Moreno Villa (1887-1955), entre muchas más.
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Enrique Díez Canedo Oración en el Jardín [1924] |
Yo me quiero morir como se muere todos los años el jardín, y luego renacer de igual modo que renace todos los años el jardín. Se han ido los pájaros; volaron, pero no tenían alas. No me quiero morir como las hojas, ni quiero ser el árbol de perenne verdor adusto, ni el arbusto dócil cortado en seto, sino el árbol libre, desnudo atleta que en el suelo ahínca las fuertes plantas y en el aire tuerce los recios brazos; no el verdor eterno sino la fronda renovada, el fruto cuando el año lo envíe. Aquí me tienes, Señor, desnudo como el árbol. Dame tu bautismo de lluvias y tu crisma de sol, y dame vestiduras nuevas, inmaculadas. El jardín de invierno callado está: mi corazón callado. Habla tú; luego, vísteme de hojas. Algo de tus palabras, al moverse, repetirán, como inspiradas lenguas. Algunos versos |
Ramón Iglesia Cronistas e historiadores de la conquista de México [1942] (Fragmento) ...por las páginas de Bernal, no obstante sus continuadas protestas de lealtad y admiración, corre un descontento apenas reprimido contra Cortés, un
deseo enconado de rebajar sus méritos; mientras en las de Gómara se glorifica al conquistador. Y así, el punto de vista de Bernal viene a coincidir con el de una época que se ha esforzado por nivelarlo todo, que ha visto con recelo a los hombres geniales, sobre todo en el campo de la acción política y guerrera. Entiéndase bien que yo no soy antidemócrata que si lo fuera no estaría aquí. Lo que hago es señalar ciertas tendencias del pensamiento democrático que en el terreno de la investigación histórica han llevado a actitudes plenamente demagógicas. No me cabe la menor duda de que la conquista de América es una empresa de tipo popular, que la masa juega en ella papel destacado, pero lo que esta masa da de sí cuando no encuentra hombres superiores que alumbren sus ideales y encaucen sus energías lo vemos en la conquista de las islas, en las guerras civiles del Perú y en toda una serie de episodios que no es preciso recordar aquí. México, El Colegio de México, 1942, pp. 141-142 |
José Moreno Villa La escultura colonial mexicana [1942] (Fragmento) Y vamos a ver lo que es el sello mexicano del siglo XVIII. Si la ciudad de Puebla fuera fulminada por un volcán o por una escuadra de fortalezas aéreas y sólo quedara en pie el templo de Guadalupe, la Casa de Alfeñique o el templo de San José, bastaría para saber como era lo mexicano del siglo XVIII en arquitectura. Y no es que yo venga a lanzar un cántico huero a Puebla. Sé tirar de las riendas de mi caballo. Pero sé también que todo el que va a Puebla por primera vez se siente como levantado al contemplar las fachadas de estos edificios. Ligereza, alegría y levitación emanan de ellas. Y lo natural es preguntar en seguida por los factores que concurren para producir esa impresión de felicidad. ¿Qué hay en esas obras? Yo no sé que a partir del estilo gótico se haya conseguido nada tan aéreo y tan firme a la vez como estos templos. Las góticas participan de estas virtudes, pero no alcanzan a producir la alegría que las mexicanas. ¿Dónde está el secreto? Para mí es evidente que en los materiales y en el modo de manejarlos. Los materiales son colores, y el color alegra la vista. Pero hay algo más. El equilibrio feliz de las superficies planas, los cuerpos macizos y los cuerpos perforados y rizados. Estoy ante el Santuario de Guadalupe. Yo veo en esta obra una conjugación perfecta de lo sabio y de lo popular. El azulejo lo entiende el pueblo, es cosa suya. En cambio, el dibujo de la portada es un producto cerebral, matemático de proporciones. Pero ambos factores, el popular y el erudito o académico, están influidos mutuamente, porque si nos fijamos bien, el azulejo es de un buen gusto que sólo se alcanza mediante la disciplina de los ojos; y el dibujo académico de la puerta y de las torres es de un buen gusto que no se logra sino estudiando la desenvoltura popular, la fuerza expansiva del pueblo. México, El Colegio de México, 1942 |