Programa de Cómputo para la Enseñanza

Historia de México II Segunda Unidad: Reconstrucción Nacional e Institucionalización de la Revolución Mexicana 1920-1940

Cultura y Vida Cotidiana 1920-1940

Propósitos: Valorar algunas manifestaciones socioculturales influidas por el nacionalismo revolucionario y su impacto sociocultural

Mayo de 2012

 

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Los ideólogos del nacionalismo que impulsó la Revolución

 

 

Para algunos,(1) las raíces ideológicas de este renovado nacionalismo posrevolucionario lo podemos encontrar en las ideas de Andrés Molina Enríquez, José Vasconcelos y Manuel Gamio. El primero de ellos continuó las críticas de Wistano Luis Orozco sobre las consecuencias de la política sobre terrenos baldíos del Porfiriato, que propiciaban la anulación de las instituciones republicanas y la democracia, además de sumir en la miseria y sobre explotación a la mayoría de la población rural del país.(2)

(1) Brading David A. (2004), Mito y Profecía en la Historia de México, México, FCE, pp. 170-237

(2) Florescano Enrique (2005), Imágenes de la patria, México, Taurus, pp. 289-290

 

Andrés Molina Enríquez

Fue un precursor y actor de las principales reformas revolucionarias como asesor legal del Congreso Constituyente de 1917, propugnaba por la desintegración del latifundio, que para él sumía a la mayoría de la población en la servidumbre y obstaculizaba el desarrollo de la democracia, la cual debería basarse en el fortalecimiento de la pequeña propiedad agrícola. Acusaba al liberalismo decimonónico de haber despojado a los pueblos indígenas de la tenencia comunal de la tierra, situación que se fortaleció durante el Porfiriato, para promover su propiedad individual siguiendo planteamientos desarrollistas europeos, ignorando que habían sido los rancheros, pequeños propietarios mestizos, quienes habían abastecido la economía interna del país. Los planteamientos de Molina Enríquez se renovaron con la irrupción del zapatismo en la escena política nacional, adoptando la idea compartida por Luis Cabrera de la reconstitución de los ejidos, pero aceptando lo que consideraba eran los derechos inviolables de la pequeña propiedad agrícola.

 

Siguiendo las ideas de Justo Sierra y de Vicente Riva Palacio consideraba al mestizo como la base de la nacionalidad mexicana, bajo la idea de que este grupo había ascendido socialmente mediante un proceso de adaptación y selección natural, por lo que estaba destinado a imponerse a sociedades más evolucionadas como la norteamericana, por ser la manifestación más clara de lo verdaderamente mexicano. Con lo que descartaba como actores del cambio a los criollos e indígenas, ya que los primeros estarían perennemente buscando lo extranjero, actuando constantemente en contra de la propia patria, mientras que los indígenas únicamente permanecían vinculados con sus pueblos y costumbres, sin la esperanza de mayor lealtad a la nación o su estado. Sostenía que el cambio liberal de la Reforma debía verse como el inicio de la historia nacional, creada por un grupo de mestizos radicales aliados con grupos de criollos también liberales y moderados, que enfrentaron el estado de cosas existente desde la Independencia, establecido por los conservadores criollos y sus aliados indígenas.

Andrés Molina Enríquez

 

 

Según él, bajo los esquemas modernizadores del Porfiriato existió un resurgimiento del anquilosado criollismo, impulsado en gran medida por la apertura irrestricta a la inversión extranjera y el fortalecimiento del latifundio. Por lo que el proceso de transformación del nuevo estado posrevolucionario se debería dar a partir de grupos provenientes de profesionistas, rancheros y trabajadores urbanos; que requerirían en este proceso de impulsar un gobierno autoritario que pudiera enfrentar las tendencias disruptivas generadas por el localismo indígena y las provenientes del radicalismo mestizo; por lo que rechazó, por utópicas, las ideas y tentativas democráticas del movimiento Maderista.

 

Para Molina Enríquez el Porfiriato había dejado como herencia, principalmente, una dependencia económica de los Estados Unidos, que dominaba completamente la producción nacional y ponía en riesgo a la nación mexicana; cuyos inversionistas se habían aliado con los terratenientes y capitalistas criollos, incrustados en las esferas políticas con la camarilla de los científicos, que habían convertido a los mexicanos, los mestizos, en forasteros en su propio país, sometidos al desprecio racista de los criollos y de los extranjeros.

 

Los científicos, con Olegario Molina, Justo Sierra y José Yves Limantour al centro

 

Así, sus propuestas se centrarían sobre la necesidad de una reforma agraria que acabara con el latifundio, para impulsar la pequeña propiedad agraria y reconstituir la propiedad comunal ejidal, como necesidad étnica, para acabar con la fragmentación indígena.

 

Lo que hacía necesaria la imposición de un sistema político autoritario, que interviniendo en la economía se encargara de revitalizar el liberalismo capitalista, poniendo al frente a los mestizos, el grupo eminentemente nacionalista, quienes liberarían al país de influencias extranjeras, fundamentalmente norteamericanas, en una visión inmersa en el Positivismo, el nacionalismo y el darwinismo social. Fue un impulsor del artículo 27 constitucional, que reconoció a la nación como propietaria primordial, ya que consideraba que esta legislación le permitiría restituir al Estado los derechos que había detentado la Corona española, dotándolo de poderes para dirigir a obreros y campesinos, integrando una alianza entre la clase media y los pequeños propietarios que tendría efectos sobre toda la sociedad.

 

Por otra parte existió, a principios del siglo XX, un importante grupo de intelectuales integrados en el Ateneo de la Juventud, quienes buscaban reafirmar los valores culturales, éticos y estéticos latinoamericanos, además de oponerse a los excesos del Porfiriato sustentados en el egoísmo y la competencia social (conceptos pregonados a partir de las ideas de Herbert Spencer, Charles Darwin y Thomas Malthus, con su determinismo y mecanicismo que había sido pregonado por el Positivismo), para plantear que por encima de la necesidad biológica y económica existía la esfera del desinterés y el autosacrificio altruista, que debía imponerse sobre la violencia campesina, el bandolerismo y los intereses de caudillos ambiciosos, como señaló Antonio Caso.(3)

(3) Op. cit., pp. 186-187

 

José Vasconcelos

Fue un intelectual que destacó dentro de estos académicos al inicio de los años de 1920; había tenido una significativa participación revolucionaria en el movimiento maderista, lo que le obligó a exiliarse en los Estados Unidos durante la dictadura de Victoriano Huerta, en donde sirvió al carrancismo como agente confidencial. Éxodo que se continúo por su adhesión a los opositores de Carranza, en 1914, durante la época de conflictos que sucedieron entre los caudillos revolucionarios, para regresar al país como aliado del Plan de Agua Prieta y temprano seguidor del obregonismo en 1920.(4)

 

A su regreso el presidente Adolfo de la Huerta lo designó Jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes, para ocupar la Rectoría de la Universidad Nacional, de junio de 1920 a octubre de 1921; posteriormente ocupó la Secretaría de Instrucción Pública y, por encargo del presidente Álvaro Obregón, creó la Secretaría de Educación Pública, SEP.

 

En su actuación a favor del desarrollo cultural del país impulsó las ideas románticas nacionalistas que había desarrollado el Ateneo de la Juventud, siguiendo los planteamientos de Miguel de Unamuno, Rubén Darío y Enrique Rodó, pregonadas por Pedro Enríquez Ureña, en contra del utilitarismo y su cultura material propagados por los países industrializados y, sobre todo, por los norteamericanos.

 

Desde su discurso de toma de protesta como Rector expresó que venía como delegado de la Revolución, para hacer un llamado a la Universidad para trabajar:

…en beneficio del pueblo mexicano y ayudar a las masas a liberarse de la ignorancia y la pobreza…seamos los iniciadores de una cruzada de educación pública… [ya que] a la Universidad Nacional corresponde definir los caracteres de la cultura mexicana.

Anunciando esta cruzada bajo un lema: Por mi raza hablará el espíritu.

 

José Vasconcelos

(4) Curiel Defossé Fernando (1998), “Vasconcelos: forzado relevo ateneísta”, en: Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, UNAM IIH, Vol. 18, pp. 63-87

 

Adolfo de la Huerta, José Vasconcelos, Diego Rivera y Pedro Henríquez Ureña, 1921 Matute Álvaro (1993), La Revolución mexicana: actores, escenarios y acciones (Vida cultural y política 1901-1929), México, INEHRM, p. 90

En 1922 se le encargó develar la escultura de Cuauhtémoc en Río de Janeiro, como contribución de México a las fiestas del Centenario de la Independencia del Brasil; en donde expresó que el siglo XIX se había caracterizado por ser:

…un período simiesco del afrancesamiento, en el que la imitación esclava de modelos extranjeros había reducido al hemisferio a la condición esclava de colonias espirituales.

 

Idea que había sustentado en su discurso de toma de posesión como Secretario de Educación, donde señaló:

Ya es tiempo, mexicanos. En cuatro siglos de encogimiento y de mutismo, la raza se ha hecho triste de tanto refrenarse y de tanto cavilar, y ahora se suelta a las empresas locales de la acción; en dolor o contento, victoria o yerro, pero siempre gloria.

 

Su romanticismo señalaba la búsqueda de una identidad cultural, afirmando la nacionalidad para enfrentar la amenaza que consideraba representaban los Estados Unidos, y su influencia cultural, como modelo de desarrollo.(5)

 

Sus propuestas las llevaría a la acción como Secretario de Educación, en donde incorporó a intelectuales y artistas en un gran proceso de renovación nacionalista, de identificación latinoamericana que abarcó desde el ballet folklórico, la pintura mural, las artesanías, hasta la edición de bibliotecas trashumantes de los clásicos greco latinos, la creación de misiones culturales rurales e instituciones de educación técnica, en lo que llamó una cruzada de educación pública.

(5) Brading David A. (2004), Op. cit., pp. 186-202

 

Manuel Gamio

Postuló que la civilización indígena perduraba de forma importante en la cultura nacional, para enfrentar las añejas ideas del liberalismo decimonónico; las cuales consideraban este pasado como glorioso, pero bárbaro, además de señalar que los pueblos indígenas no podían considerarse como mexicanos, debido a la multiplicidad de sus lenguas y costumbres, por lo que habían representado un obstáculo para lograr la modernización nacional, entendida como una sociedad laica y democrática, por su atraso y aislamiento milenario.(6)

(6) Brading David A. (2004), Op. cit., pp. 186-202

 

Después de abandonar estudios de ingeniería, en 1904, encontró su vocación antropológica durante una estancia en la plantación de hule de su padre, entre los estados de Veracruz, Oaxaca y Puebla, en donde aprendió el náhuatl.

 

Realizó estudios de arqueología en el Museo Nacional de México, de 1906 a 1908, y en la Universidad de Columbia con Franz Boas, el padre de la antropología cultural de 1909 a 1911.(7) Mientras estallaba la revuelta maderista Gamio viajó al Ecuador, en 1910, para realizar investigaciones antropológicas coordinadas por Boas.

 

Regresó al país para integrarse, primero como becario y luego como profesor, al Museo Nacional de 1911 a 1916; época en que realizó las excavaciones que permitirían conocer las diversas etapas constructivas del Templo Mayor de Tenochtitlán.(8) En esos años publicó sus propuestas metodológicas para explorar, investigar y conservar monumentos, además de realizar investigaciones arqueológicas en San Miguel Amantla, en Azcapotzalco, y en Chalchihuites, Zacatecas; que le valieron para obtener una beca y estudiar en los Estados Unidos.

 

Presentó en Londres, en el XVIII Congreso Internacional de Americanistas, sus conclusiones sobre la aplicación de la estratigrafía en los estudios arqueológicos; técnicas que permitirían fortalecer las formas de periodificación del desarrollo mesoamericano en el Altiplano Central Mexicano, para lograr reconstruir el pasado prehispánico más allá de las fuentes históricas escritas coloniales y de la cultura náhuatl, lo que permitió ampliar la visión de la historia prehispánica y de la diversidad de sus culturas. (9)

Manuel Gamio [1915] Foto Casasola

(7) Marzal M. Manuel (1998), Historia de la Antropología. Vol. I Antropología Indigenista, Quito, Ediciones Abya-Yala

(8) Gamio Manuel (1914), “Los vestigios prehispánicos de la calle de Santa Teresa” (hoy Guatemala), en: Boletín de Educación, Tomo I, No. 1, México

(9) Matos Moctezuma Eduardo (1995), “Manuel Gamio”, en: Florescano Enrique (coordinador), Historiadores de México en el siglo XX, México, FCE, pp. 41-48; Rutsch Mechthild (2003), “Isabel Ramírez Castañeda (1881-1943): Una antehistoria de los inicios de la antropología mexicana”, en: Cuicuilco, enero-abril, Vol. 10, No. 28, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia

 

 

En 1916 publicó Forjando Patria, donde planteó como esencial conformar una nación única, de hierro hispano y bronce indígena. En la cual todos los habitantes pudieran reconocerse, a partir de lo que consideraba integraba en ese momento un México disperso y heterogéneo. Para lograrlo, consideraba que se debería seguir un modelo de modernidad occidental para lograr una unidad racial, cultural y lingüística, con una genuina y sincera preocupación de mejorar las condiciones de explotación y miseria en que vivían los grupos indígenas, en donde entendía como necesaria la tarea de integrar a éstos en torno a un “progreso nacional”

…si mejoran su alimentación, su indumentaria, su educación y sus esparcimientos, el indio abrazará la cultura contemporánea.(10)

 

Con el triunfo carrancista, y por sus propuestas, se dio cauce al indigenismo mexicano (que recibieron toda la atención de Álvaro Obregón, quien consideró que Forjando Patria integraba una obra fundamental, por lo que adquirió cien ejemplares para sus amigos y colaboradores).(11) Primero fue designado Director de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, que había sido fundada por Boas; Director de Antropología en la Secretaría de Agricultura y Fomento de 1917 a 1924, durante los gobiernos de Venustiano Carranza y Obregón

 

Isabel Ramírez Castañeda y Franz Boas en el mercado de Amecameca, 1911. Fuente: Bildarchiv Seler, Ibero-Amerikanisches Institut, Preussischer Kulturbesitz, Berlín

(10) Valdovinos Roberto (2011), “La crítica al indigenismo de Manuel Gamio”, en: Estudios de Cultura Náhuatl, Vol. XLII, México, UNAM IIH, pp. 233-241

(11) Bojórquez Juan de Dios (1960), “Manuel Gamio”, en: Forjadores de la Revolución Mexicana, México, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

 

Subsecretario de Educación Pública de diciembre de 1924 a junio de 1925, durante el gobierno de Plutarco Elías Calles; Magistrado del Supremo Consejo de Defensa y Prevención Social de 1930 a 1932, durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio; Director General de Población Rural, Terrenos Nacionales y Colonización de la Secretaría de Agricultura y Fomento en 1934, durante el gobierno de Abelardo L. Rodríguez; Director del Instituto de Investigaciones Sociales de la Secretaría de Educación Pública en 1938, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas; además de Jefe del Departamento Demográfico de la Secretaría de Gobernación de 1938 a 1942, durante los gobiernos de Cárdenas y Manuel Ávila Camacho; para fundar el Instituto Indigenista en 1942, siendo su director hasta 1960.(12)

(12) González Gamio Ángeles (2003), Manuel Gamio: una lucha sin final, México, UNAM Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades, pp. 223-226

 

En 1922 realizó su impresionante trabajo socioeconómico, etnográfico y arqueológico en el Valle de Teotihuacan, cuyos resultados contribuyeron a superar la idea despectiva del pasado prehispánico como bárbaro. En este estudio encargó a Lucio Mendieta y Núñez analizar la tenencia de la tierra desde época colonial, quien mostró que el 90% de la tierra se encontraba en manos de siete hacendados que se dedicaban principalmente al cultivo del maguey pulquero, utilizando la mano de obra de jornaleros y peones que vivían en medio de una gran pobreza y enfermedades, lo que parecía corroborar los planteamientos de Andrés Molina Enríquez.

Estos resultados etnográficos, impulsados bajo el influjo evolucionista de Boas, quien consideraba que sus habitantes conservaban restos de la cultura tradicional de sus antepasados, llevaron a Gamio a concluir que la cultura de los indígenas contemporáneos, por causa de su estancamiento económico y cultural, no sería un cimiento sólido sobre el cual asentar la nueva nación posrevolucionaria, debido a la influencia de ideologías extranjeras; tampoco constituía una adecuada fuente de valores sociales, por lo que sería un obstáculo para el mestizaje, que representaba el 40% de la población del Valle de Teotihuacán, ya que los indígenas parecían sumidos en un embrutecimiento y atraso, debido a su alimentación, la falta de instrucción, las carencias materiales y su aislamiento de los estímulos de la vida nacional.

Cuerpos que forman el Templo de Quetzalcóatl, en cuyos taludes están esculpidas imágenes de este dios y de Tláloc. Manuel Gamio: El Valle de Teotihuacán

 

Por lo tanto, concluyó que a partir de la conquista las comunidades indígenas se vieron reducidas a una existencia mecánica, oscura y dolorosa, interrumpida por movimientos de rebeldía y odio contra sus opresores, que dejó un legado de siervos bajo el dominio de una cultura híbrida defectuosa.

 

Por lo que remató concluyendo que:

… sería preferible para los habitantes estar incorporados en la civilización contemporánea de avanzadas ideas modernas, que, aunque desprovistas de fantasía y de sugestivo ropaje tradicional, contribuyen a conquistar de manera positiva el bienestar material e intelectual a que aspira sin cesar la humanidad.(13)

 

La colaboración de Ignacio Marquina en el proyecto le permitió realizar tareas de conservación de los monumentos arqueológicos, lo que condujo a convertir a Teotihuacán en el monumento prehispánico más importante e iniciar la industria turística histórica.

 

Exploración y restauración de los edificios de la Ciudadela, ca. 1921, durante los trabajos del proyecto interdisciplinario dirigido por Manuel Gamio. Foto: Archivo Ángeles González Gamio

(13) Gamio Manuel (compilador) [1922], La población del Valle de Teotihuacán, México, Instituto Nacional Indigenista, Edición Facsimilar, 5 tomos, 1972

 

Encontró en las expresiones artísticas indígenas lo que consideró conformaban las grandes bases del nacionalismo, que ofrecían la mejor alternativa estética para enfrentar los cánones del gusto neoclásico del arte académico prerrevolucionario; por lo que consideró que los artistas nacionales deberían inspirarse en esas fuentes artísticas y comisionó al pintor Francisco Goitia para que realizara paisajes y retratos de los habitantes de Teotihuacan para su obra. Aunado a lo anterior, impulsó la industria artesanal: textiles, cerámica y orfebrería, señalando que se debería propiciar la modernización de su producción y distribución, por ser una fuente de ingresos potencial para las comunidades, sin importar que sus técnicas hubieran tenido origen en época colonial.(14)

(14) Brading David A. (2004), Op. cit., pp. 216-225

 

Referencias

 

Bojórquez Juan de Dios (1960), “Manuel Gamio”, en: Forjadores de la Revolución Mexicana, México, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

Brading David A. (1980), Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, ERA

- (2004), Mito y Profecía en la Historia de México, México, FCE

Curiel Defossé Fernando (1998), “Vasconcelos: forzado relevo ateneísta”, en: Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, UNAM IIH, Vol. 18, pp. 63-87

Florescano Enrique (2005), Imágenes de la patria, México, Taurus

Gamio Manuel (1914), “Los vestigios prehispánicos de la calle de Santa Teresa” (hoy Guatemala), en: Boletín de Educación, Tomo I, No. 1, México

Gamio Manuel (compilador) [1922], La población del Valle de Teotihuacán, México, Instituto Nacional Indigenista, Edición Facsimilar, 5 tomos, 1972

González Gamio Ángeles (2003), Manuel Gamio: una lucha sin final, México, UNAM Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades

Marzal M. Manuel (1998), Historia de la Antropología. Vol. I Antropología Indigenista, Quito, Ediciones Abya-Yala

Matos Moctezuma Eduardo (1995), “Manuel Gamio”, en: Florescano Enrique (coordinador), Historiadores de México en el siglo XX, México, FCE, pp. 41-48

Rutsch Mechthild (2003), “Isabel Ramírez Castañeda (1881-1943): Una antehistoria de los inicios de la antropología mexicana”, en: Cuicuilco, enero-abril, Vol. 10, No. 28, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia

Valdovinos Roberto (2011), “La crítica al indigenismo de Manuel Gamio”, en: Estudios de Cultura Náhuatl, Vol. XLII, México, UNAM IIH, pp. 233-241