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Novelista francés de gran influencia en el México de finales del siglo XIX, quien con supuestas bases científicas, y apoyado en las teorías de Darwin, realizó un vasto proyecto literario sujeto al principio de la transmisión hereditaria, presentando a sus personajes con antecesores dañados sicológicamente, por lo que terminaban sumidos en vicios que llevaban en la sangre
Augusto Comte
Emile Zola
Alexandre Dumas
Luis Coto
Federico Gamboa retomó el tema de la prostituta, desarrollado por Zola, para escribir en 1905 esta novela de gran éxito, en donde muestra las desventuras de las jóvenes seducidas y abandonadas, convertidas en meretrices
Mala Yerba
María Luisa
Santa
La Duquesa Job
Novela naturalista de Mariano Azuela que narra el encuentro de un estudiante de medicina con una joven enferma, quien es atendida en un hospital, en donde le narra sus desventuras amorosas con el hijo del dueño de la fábrica en donde trabajaba, por lo que terminó como prostituta alcohólica
Mala Yerba
María Luisa
Santa
La Duquesa Job
La trama de esta novela de Mariano Azuela presenta, desde una perspectiva del naturalismo, la vida de la hija de un peón que sufre el acoso del hacendado, quien para cumplir sus aviesos propósitos amorosos asesina a un vaquero pretendiente de la joven, por lo que en un acto de venganza la muchacha tratará de matarlo, para acabar asesinada a manos del hacendado
Mala Yerba
María Luisa
Santa
La Duquesa Job
Poema de Manuel Gutiérrez Nájera que para algunos marca el inicio del Modernismo en la literatura mexicana, en donde narra la vida desenfadada de una coqueta joven burguesa citadina, en el contexto de la modernidad porfirista
Mala Yerba
María Luisa
Santa
La Duquesa Job
Poema de Ramón López Velarde dedicado a mostrar las cualidades y bondades del país, salpicadas con un agudo nacionalismo costumbrista, que para algunos marca el final del Modernismo en la literatura mexicana
Mala Yerba
María Luisa
Suave Patria
La Duquesa Job
La publicación de su poema “Onix”, dedicado a Luis G. Urbina en la “Revista Azul”, además de su poema erótico “Misa Negra”, que desató la condena de la aristocracia “científica” porfirista, incluyendo a la propia esposa de Díaz, le llevó a sugerir la publicación de una revista que no estuviera sujeta a la censura de suscriptores y anunciantes, la cual fuera estrictamente literaria y artística
Federico Gamboa
José Juan Tablada
Enrique González Martínez
Julio Ruelas
Su poema “En la noche”, publicado en la “Revista Moderna” con un dibujo de Julio Ruelas en 1902, muestra una profunda religiosidad y el ambiente subjetivo del artista, propio de la poesía modernista mexicana
Federico Gamboa
José Juan Tablada
Enrique González Martínez
Jesús Emilio Valenzuela
El situar a los autores modernistas es problemático, principalmente al ubicar las obras que pertenecen a esta corriente, además de la dificultad que ofrece la filiación política de sus autores en época revolucionaria, quienes fueron porfiristas y huertistas, por lo que oficialmente se menciona la obra de Efrén Rebolledo y la de Rafael López, quien compuso este magnífico poema dedicado a la impresionante orografía del Valle de México
La Leyenda de los Volcanes
Cuarzos
Tuércele el cuello al cisne
Elogio a Fuensanta
Poeta cuya obra se continuó hasta mitad del siglo XX, lo que indica para algunos la continuidad del Modernismo, quien en su poema “Tuércele el cuello al cisne” reflexiona sobre lo engañoso de las apariencias y lo trascendente del intelecto sobre las formas
Federico Gamboa
José Juan Tablada
Enrique González Martínez
Jesús Emilio Valenzuela
Ensayista del “Ateneo de la Juventud” quien recordaba así las limitaciones filosóficas y literarias de su época: “Sentíamos la opresión intelectual, junto con la opresión política y económica de que ya se daba cuenta gran parte del país. Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado definitiva para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos a quienes el positivismo condenaba como inútiles”
José Vasconcelos
Alfonso Reyes
Antonio Caso
Pedro Henríquez Ureña
Al finalizar el siglo XIX sólo la filosofía positivista gozaba de prestigio en la vida académica e intelectual del país, cuyos resultados merecieron este juicio por parte de este distinguido integrante del Ateneo de la Juventud: “…si fue de utilidad para la restauración social, vino a ser a la larga pernicioso para el desarrollo no sólo de la literatura o la filosofía, mas del espíritu mismo; como reacción liberal borró el latín, por considerarlo que era la misma cosa que la Iglesia, y con el latín borro la literatura, por lo que toda cultura fundamental desapareció y todo humanismo se perdió”
José Vasconcelos
Alfonso Reyes
Antonio Caso
Pedro Henríquez Ureña
Apuntó este distinguido integrante del Ateneo de la Juventud sobre su fundación, al señalar que su propósito fue crear una institución para el cultivo del saber nuevo que habían hallado, el cual no podía encontrarse en las agrupaciones que discutían el rancio saber escolástico del catolicismo, aquellas en que se recordaba la ideología superficial de la época de la Reforma, ni en las positivistas dominadas al amparo del despotismo oficial
José Vasconcelos
Alfonso Reyes
Antonio Caso
Pedro Henríquez Ureña
Sobre los inicios de la Novela de la Revolución, existe acuerdo en concederle a este autor el privilegio de ser su antecesor con su relato “Tomóchic” de 1906, el cual ubica su trama en los inicios de las rebeliones armadas en contra del Porfiriato
Martín Luis Guzmán
Francisco L. Urquizo
Heriberto Frías
Mariano Azuela
Sobre los inicios de la Novela de la Revolución existe acuerdo en concederle a este autor el privilegio de ser su iniciador, con su relato “Los de abajo” de 1916, cuya trama se ubica en los inicios de la Revolución Mexicana
Martín Luis Guzmán
Francisco L. Urquizo
Heriberto Frías
Mariano Azuela
Para algunos críticos literarios este estilo literario expresó el repudio a la literatura producida durante el Porfiriato, considerada como producto de la bohemia superficial, por lo que estas obras siguieron los cánones de la novela francesa de la época, incursionando por los caminos de un realismo critico y el nacionalismo
El Modernismo
La Novela de la Revolución
El Naturalismo
El Simbolismo
“- Pero oiga usted, mi mayor -exclamó Castorena, poniéndose grave- ¿qué, son tan terribles esos hombres? En todas partes, desde Chihuahua, no nos hablan de otra cosa, al grado de decir algunos que no les entran las balas. - Son terribles, compañero; conocen su carabina Winchester a las mil maravillas; han sostenido desde niños un eterno combate contra los apaches y los bandidos; pueden correr vendados por la sierra sin dar un mal paso, pero son excesivamente ignorantes y altaneros. No se ha cuidado de ilustrarlos y quieren independerse de los dos poderes a los cuales hasta hoy han obedecido: el Clero y el Gobierno. Están bajo una obsesión imbécil ... ¿quién los sugestiona ...? Desconocen toda autoridad; ya se ha querido tratar con ellos y piden imposibles. ¡Hay que acabar de una vez con ellos ...! Será cruel pero necesario: ¡Suprimirlos!” Este fragmento corresponde a:
Los de abajo
Memorias de campaña
El apóstol
Tomóchic
“Entretanto un hombre, que por su traza debería ser un trabajador, llegaba jadeante a las puertas de la oficina de policía. -Señor -dijo el hombre al jefe de los esbirros- ¿cuánto da usted por la entrega de un revolucionario? -Veinte reales -dijo el esbirro. El trato fue cerrado; Judas ha rebajado la tarifa. Momentos después un hombre, amarrado codo con codo, era llevado a la cárcel a empellones. Caía y a puntapiés lo levantaban los verdugos entre las carcajadas de los esclavos borrachos. Algunos muchachos se complacían en echar puñados de tierra a los ojos del mártir, que no era otro que el apóstol que había atravesado campos, recorrido carreteras, por sobre los espinos, por entre los guijarros, la boca seca por la sed devoradora; pero llevando, en su cerebro lúcido, la idea de la regeneración de la raza humana por medio del bienestar y la libertad” Este fragmento corresponde a:
Los de abajo
Memorias de campaña
El apóstol
Tomóchic
“—Te digo que no es un animal... Oye cómo ladra el Palomo... Debe ser algún cristiano... La mujer fijaba sus pupilas en la oscuridad de la sierra. — ¿Y que fueran siendo federales? —repuso un hombre que, en cuclillas, yantaba en un rincón, una cazuela en la diestra y tres tortillas en taco en la otra mano. La mujer no le contestó; sus sentidos estaban puestos fuera de la casuca. Se oyó un ruido de pesuñas en el pedregal cercano, y el Palomo ladró con más rabia. — Sería bueno que por sí o por no te escondieras, Demetrio. El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó un cántaro y, levantándolo a dos manos, bebió agua a borbotones. Luego se puso en pie. — Tu rifle está debajo del petate —pronunció ella en voz muy baja. El cuartito se alumbraba por una mecha de sebo. En un rincón descansaban un yugo, un arado, un otate y otros aperos de labranza. Del techo pendían cuerdas sosteniendo un viejo molde de adobes, que servía de cama, y sobre mantas y desteñidas hilachas dormía un niño. Demetrio ciñó la cartuchera a su cintura y levantó el fusil. Alto, robusto, de faz bermeja, sin pelo de barba, vestía camisa y calzón de manta, ancho sombrero de soyate y guaraches. Salió paso a paso, desapareciendo en la oscuridad impenetrable de la noche” Este fragmento corresponde a:
Los de abajo
Memorias de campaña
El apóstol
Tomóchic
“Al toque de diana el batallón ya había tomado una tasa de café caliente y salíamos al campo de instrucción en las cercanías de la ciudad. Primero se les enseño a conocer y manejar su arma: accionarla, limpiarla, apuntar y disparar sin cartuchos; aprovisionarla de municiones y descargarla de ellas. Después a tirar sobre blancos a corta distancia y apuntando cuidadosamente. [...] Su equipo se adquirió en la vecina población de Eagle Pass: Sombrero texano, camisola y pantalón caqui, zapatos fuertes, una cobija, una juego de ánfora de aluminio con una taza, un plato, una cuchara y un tenedor; una bolsa grande de lona para llevar ropa y provisiones, cartucheras y portafusiles de cuero para las carabinas, correas para amarrar las cobijas terciadas sobre el cuerpo durante las marchas y un trozo de lona para amasar la harina y hacerse ellos mismos las tortillas. Se adquirieron cornetas y tambores para formar la banda, algunas tiendas de campaña para los oficiales y peroles y tasas para cocinar. [...] El flamante batallón de zapadores, por mi conducto, pidió al Primer Jefe la oportunidad de demostrar su eficiencia y el señor Carranza gustoso accedió a ello. [...] El primer hecho de armas en que participarían el nuevo cuerpo iba a ser en Candela, Coahuila.” Este fragmento corresponde a: