Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1900-1920

Historia de México II. Primera Unidad: Crisis del Porfiriato y México Revolucionario 1900-1920

Cultura y Vida Cotidiana 1900 a 1920

Propósitos: Valorar el impacto sociocultural de la Revolución Mexicana, así como la diversidad de grupos sociales y regionales participantes en ella

Humberto Domínguez Chávez. Julio de 2013

 

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El contexto socioeconómico y el problema de la inversión extranjera

 

 

En los inicios del siglo XX el sistema porfirista presentaba una debilidad estructural subyacente, que se agravó con la crisis económica de 1907, comentan Del Ángel y Marichal (2003: 691), cuando la mayoría de los bancos comerciales mexicanos se vieron agobiados por el exceso del endeudamiento de los hacendados. Quienes solicitaban regularmente la renovación de sus créditos, sin lograr consolidar un adecuado proceso de modernización y rentabilidad en sus entidades productivas rurales; las cuales mantenían su productividad con base en el incremento de la explotación de la mano de obra y su control mediante el reforzamiento de la represión. Mientras que, por otra parte, para 1910 se habían multiplicado las propiedades en manos de extranjeros, principalmente estadounidenses, cuyas inversiones abarcaban las empresas mineras, agrícolas, ganaderas y madereras de mayor valor, comenta Hart (1989: 18), que alcanzaron para 1911 un valor, según González (1969: 570), de más de 3,400 millones de pesos.

 

El predominio de las inversiones extranjeras al finalizar el Porfiriato es casi total en la infraestructura (ferrocarriles, petróleo, minas, etc.), el comercio al mayoreo, ciertas ramas de la industria, las profesiones liberales, los ranchos madereros, los servicios públicos y la banca.

Mina de Dolores Trompeta en Real de Catorce SLP [ca. 1903]

 

Las inversiones mexicanas sólo son claramente mayoritarias en las instituciones, en los ranchos agrícolas, en las viviendas y el personal, en el comercio al menudeo, etc. Del total de los 2 433,241 422 dólares estimados por Letcher, poco más de las dos terceras partes (67.42%) corresponde a las inversiones extranjeras. En once casos las inversiones extranjeras tienen mayoría absoluta en el total de las inversiones y en cuatro mayoría relativa; en particular las inversiones norteamericanas tienen mayoría absoluta en la minería, los ferrocarriles, la industria hulera, el petróleo, ciertos sectores de la industria y en los profesionistas liberales; tienen mayoría relativa en las fábricas de jabón y en los ranchos ganaderos.

 

Francia cuenta casi con las dos terceras partes (62.91%) del total de las inversiones en las fábricas de hilados y tejidos. Inglaterra, por su parte, tiene mayoría absoluta en los servicios públicos (56.39%) y mayoría relativa en los ranchos madereros (41.79%) y en los bonos nacionales (33.50 por ciento); en fin, al amplio grupo de "otros países extranjeros" corresponde el 53.09% de las tiendas al mayoreo. [González, 1969: 570-571]

 

Mujeres seleccionando material en la mina [ca. 1905]

La penetración del comercio extranjero en la sociedad provinciana, apoyada por el Porfiriato, alcanzó en el extremo norte del país una magnitud sin precedentes al competir con los terratenientes locales, excluyendo a las élites regionales, los hombres de negocios y los artesanos.

 

Lo que se acompañó de una creciente centralización de la autoridad política, la intensificación de las relaciones entre el capital extranjero y el régimen, y el incremento en la inmigración extranjera de capitalistas que reclamaban propiedades rurales y participación en los recursos naturales nacionales, al mismo tiempo que se debilitaba la recaudación fiscal, lo que se tradujo en la disminución en los servicios.

La crisis del Porfiriato

 

Todo ello resultaba aterrador para esas élites locales, quienes habían sobrevivido en el siglo XIX a la pérdida de Texas y de los amplios territorios del norte de México, generado por estos mismos procesos de intervencionismo extranjero. Contexto que, como ha sido señalado por Piñera (1989), condujo a que la franja fronteriza tuviera un gran desarrollo durante el Porfiriato, debido al impacto generado por las inversiones extranjeras para explotar y comercializar los recursos naturales nacionales; situación motivada por la avidez mundial de estas materias primas ante una serie de avances en la metalurgia, en la electrificación con fines industriales y los adelantos en los medios de comunicación. Siendo el papel histórico del Porfiriato el de lograr la incorporación del país a estas formas de modernización, como proveedora de materias primas para el desarrollo del capitalismo mundial, con el apoyo en gran medida de los capitales extranjeros.

 

La falta de una frontera natural en el noroeste de México favoreció la creación de latifundios norteamericanos, especialmente ganaderos, en Sonora y Chihuahua. Posteriormente los norteamericanos invirtieron en las regiones tropicales, sobre todo en el cultivo de azúcar, café, hule, algodón y frutas tropicales. A partir del siglo XX adquieren importancia las inversiones de Estados Unidos en el petróleo. Particularmente Edward L. Dohtny dominó hasta 1905; a partir de entonces su monopolio fue quebrantado por la competencia de otras compañías norteamericanas y de algunas inglesas (grupo de F. S. Pearson). De cualquier modo, en 1911 los norteamericanos dominaban el 58.48% de las inversiones petroleras. [González, 1969: 572]

 

Peón de una hacienda cañera en Veracruz [ca.1905]

 

El esquema general de la economía de la frontera norte se basó en la minería industrial, comenta Piñera (1989), que se amplió más allá de la explotación de metales preciosos. La cual estuvo en manos de empresas extranjeras como la Cananea Consolidated Copper Company, de William C. Green, y la American Smelting and Refining Company, fundada para la refinación de materiales no ferrosos por Meyer Guggenheim y sus hijos en 1901. Cuya empresa llegaría a controlar en el siglo XX el 12% de la producción mundial de cobre, el 14% de plata, el 14% del plomo y el 9% del zinc, a partir de sus inversiones mineras en el país y de la construcción de refinerías de metales en El Paso y Amarillo en Texas, además de sus instalaciones en territorio nacional en Monterrey, Aguascalientes, Chihuahua, Matehuala en San Luis Potosí y Velardeña en Durango, señala Wasserman (2008).

 

 

 

Las líneas ferroviarias se construyeron para trasladar las materias primas mexicanas hacia los Estados Unidos, lo que permitió que diversas poblaciones fronterizas tuvieran gran trascendencia durante el periodo porfirista, como Nogales, Agua Prieta y Naco, en Sonora, que debieron su desarrollo a la llegada de las vías del ferrocarril; o bien Ensenada, Tijuana y Mexicali, en Baja California, en donde se presentaron inversiones extranjeras en esta época, por lo que contaron con acceso a extensiones de las vías férreas que comunicaban con Chicago, en Illinois.

 

Otras poblaciones, que ya existían con anterioridad, como Ciudad Juárez en Chihuahua, o Ciudad Porfirio Díaz (Piedras Negras) en Coahuila, recibieron un fuerte impulso y sus aduanas tuvieron también intenso movimiento. Además, debemos considerar el desarrollo de la ganadería, sobre todo en Chihuahua, en donde operaron compañías norteamericanas como la Palomas Land and Cattle Company.

 

Por otra parte, en la agricultura destacaron Tamaulipas, Sonora y Baja California con cultivos comerciales para la exportación en gran escala, como fue el caso de la Colorado River Land Company, que monopolizó el valle de Mexicali, mientras que la industria empezó a desarrollarse en todo el norte, alcanzando grandes dimensiones en Monterrey, Nuevo León, al consolidarse la producción de cerveza y vidrio, así como la metalúrgica, bajo la protección de su gobernador, el general Bernardo Reyes.

 

En cuatro áreas del país las fuerzas conflictivas entre la penetración económica extranjera y el mantenimiento de la sociedad tradicional fueron especialmente fuertes, señala Hart (1989: 18-19): Morelos en el centro-sur del país;[1] la costa del Golfo Tamaulipas, Veracruz, Tabasco y Campeche, además del Istmo de Tehuantepec; la costa del pacífico desde Sonora a Chiapas; y los estados fronterizos de Coahuila y Chihuahua.

 

Zonas, estas últimas, que se convertirían posteriormente en las regiones del inicio de la Revolución Mexicana, con el centro sur y el extremo norte convertidos en los puntos focales de una sostenida actividad revolucionaria, cuyo liderazgo recaería inicialmente en las clases bajas.

 

Ferrocarriles mexicanos [ca.1905]

 

 

En el norte del país, al iniciarse el siglo XX, las élites comerciales provincianas comenzaron una activa oposición política para contrarrestar la creciente influencia norteamericana, y lo que consideraban integraba una amenaza económica y política a sus intereses. Ya que para 1902 más del 23% de todas las inversiones norteamericanas en México estaban concentradas en tres estados norteños: Coahuila, Chihuahua y Sonora, además de que estos inversionistas poseían 120 millones de hectáreas en empresas agrícolas y ganaderas, apunta Hart (1989: 21).

 

Mientras que la población de estas entidades, que si bien habían tenido un impresionante crecimiento poblacional de 1877 a 1910, constituían una minoría abrumadora del total nacional, el 8.99% en 1910, lo que podía poner en riesgo la soberanía nacional.

 

De una población total de 9,481,916 habitantes en el país en 1877, se tuvo un incremento hasta alcanzar los 15,160,377 en 1910, con un incremento poblacional del 59.9%.

Puentes ferroviarios [ca.1905]

 

Donde encontramos que la población de los estados fronterizos, que representaban el 50.43% del territorio nacional (con una extensión de 1,002,223 Km2 de los 1,987,201 Km2 que abarcaba el país), mostraron un crecimiento poblacional del 45.11%: de 939,467 habitantes en 1877, hasta alcanzar una población de 1,363,349 en 1910; esto es, un incremento total algo menor que el crecimiento nacional. Baja California, que tenía una extensión de 151,100 Km2 en 1910, vio incrementada su población en un 125.3% (de 23,195 habitantes en 1875, hasta alcanzar 52,272 en 1910).

 

Chihuahua, que tenía una extensión de 233,214 Km2, mostró un incremento poblacional del 124.4% (de 180,758 a 405,707 habitantes en el período). Coahuila, que tenía una extensión de 165,219 Km2, sufrió un incremento poblacional del 153.1% (creció su población de 104,131 a 362,092 habitantes en este lapso). Durango, que tenía una extensión de 109,495 Km2, creció su población en un 153,1% (de 190,846 a 483,175 habitantes en estas décadas). Nuevo León, que tenía una extensión de 64,838 Km2, mostró un crecimiento poblacional del 92.4%, ya que se incrementó su número de habitantes de 189,722 a 365,150. Sonora, que tenía una extensión de 198,496 Km2, creció su población un 229.5%, ya que pasó de 110,809 habitantes a 265,383 en el período. Mientras que Tamaulipas, que tenía una extensión de 79,861 Km2, incrementó su población en un 78%, ya que pasó de 140,000 habitantes a 249,641 en el período. [Secretaría de Economía, 1956: 7-9]

 

 

Arriero en el Istmo de Tehuantepec [ca.1905]

Por todo el país los extranjeros, en especial estadounidenses, eran un grupo importante entre los ganaderos y la nueva élite comercial agrícola, además de dominar en la industria, los transportes, la minería y la producción maderera; por lo que, a pesar de que existían fuertes vínculos comerciales de los empresarios mexicanos con los inversionistas norteamericanos, estas élites norteñas desarrollaron un intenso nacionalismo, al ser conscientes de que esta hegemonía empresarial ponía en grave riesgo sus intereses. Lo que se agravó con los efectos de la construcción de los ferrocarriles y los crecientes beneficios para los inversionistas extranjeros, que contaron con el apoyo de sectores de la administración porfirista.

 

La penetración económica extranjera en la península de Baja California había crecido notablemente hacia principios del siglo XX, señala Taylor (1995: 28), concentrándose las inversiones estadounidenses en el Valle de Mexicali con la Colorado Development Company [Compañía para el Desarrollo del Colorado], del californiano Charles R. Rockwood; quien, mediante un sistema de riego, había hecho cultivables las tierras adyacentes al río Colorado.

 

Entre otros inversionistas encontramos también al general Harrison Gray Otis, magnate californiano y editor del influyente periódico Los Angeles Times, quien había comprado más de 300 mil hectáreas para formar la California-México Land and Cattle Company [Compañía Terrateniente y Ganadera de California-México] y la Colorado River Land Company [Compañía de Terrateniente del Río Colorado], con una extensión de más de 350 mil hectáreas, dedicadas principalmente al cultivo de caña de azúcar, señala Samaniego (2007: 1214), además de otros empresarios como William Randolph Hearst, dueño del periódico Los Angeles Examiner; G. C. Cudahy, integrante de una poderosa familia de empacadores de carne en Chicago y E. H. Harriman, quien controlaba el ferrocarril Southern Pacific.

 

Por otro lado, el principal terrateniente estadounidense a lo largo de la costa del Pacífico fue John D. Spreckels, quien controlaba el ferrocarril San Diego-Arizona y poseía los periódicos San Diego Union y Evening Tribune, quien además había logrado una concesión para la construcción de una vía férrea al oriente de Tijuana, con objeto de conectar San Diego y el norte de Baja California con Yuma, Arizona y el este de los Estados Unidos, además de comunicar los valles Imperial y de Mexicali.

Castillo (2004: 120)

 

 

En el resto de la península se habían establecido empresas europeas, como la Mexican Land and Colonization Company [Compañía Mexicana de Tierras y Colonización], de capital inglés, que era propietaria de un gran número de latifundios a lo largo de la costa del Pacífico.

 

Empresas de capital francés explotaban los yacimientos cupríferos y auríferos de la región circundante a Santa Rosalía, la Compañía Minera El Boleo, en la costa oriental de la península; mientras que en la costa occidental la Compañía Exportadora Mangara Limitada, de capital inglés, tenía el monopolio sobre la explotación de perlas. Adicionalmente, apunta Taylor (1995: 29), desde el triunfo liberal había existido una constante amenaza estadounidense a la soberanía mexicana sobre el territorio de Baja California.

 

Ya que se permitió el establecimiento de bases militares en la Bahía de Pichilingue, cerca de La Paz, entre 1861-1924, para servir como una estación carbonera para abastecer a la flota del Pacífico estadounidense, además del establecimiento de otra base militar en la Bahía de Magdalena, situada en el litoral occidental de la península, que funcionó para el adiestramiento y maniobras de dicha flota, entre 1907-1910.

 

El Valle del Yaqui y el proyecto de irrigación de la Compañía Constructora Richardson. [2]

 

Lo que hacía temer a los habitantes de los estados de Sonora y Baja California que estas áreas pudieran separarse de México, y ser anexadas a los Estados Unidos, ya que la población de la península no rebasaba los 50 mil habitantes al inicio del siglo XX, quienes se concentraban en el norte del territorio.

 

Los porfiristas, de buena o mala fe, hacían todo lo posible por modernizar al país a todo costo, por lo que acrecentaron la recaudación fiscal, además de incrementar las cargas de interés sobre las deudas, con el propósito de fortalecer la infraestructura para modernizar al país. Un ejemplo de estas prácticas lo encontramos en el Valle del Yaqui, Sonora, en donde gracias a las obras de riego realizadas bajo iniciativa gubernamental en esta región, la transformó en uno de los graneros más importantes del país, comenta Okada (2000: 92).

 

Este territorio se empezó a abrir como nueva zona agrícola al sur del Río Yaqui, en 1890, con la construcción de canales por un oriundo de Guaymas, Sonora, Carlos Conant, cuya empresa quebró en 1904 y sus acciones fueron adquiridas por la Compañía Constructora Richardson S. A.; la cual continuó este desarrollo hasta 1928, logrando del gobierno porfirista una concesión para la utilización de agua de riego de casi cuatro millones de metros cúbicos por año, comenta Matamala (1994), destinados principalmente a la irrigación de sus terrenos agrícolas.

 

Buques estadounidenses en Bahía Magdalena, Baja California [ca. 1900]

 

Los hermanos Richardson, David, William y Luis, llegaron a Sonora en 1887 en busca de minas …en 1902 organizaron The Bufa Mining and Smelting Co. e hicieron fortuna. Mientras que William Cornell Greene intentaba formar un imperio económico en el noreste de Sonora, los Richardson lo hicieron en el sureste a lo largo del río…Además de la diversidad de inversiones de los hermanos Richardson en el noroeste de México, hay que destacar que su proyecto en el valle del Yaqui era de una magnitud sin precedente en vista de su alto riesgo, el grado de la tecnología y el monto de la inversión. El capital de la Yaqui Delta rebasaba al de la Fundidora de Monterrey, la segunda compañía manufacturera más grande del país, con un capital de 10,000,000 de pesos. [Okada, 2000: 98]

 

En el noreste de Sonora el norteamericano William Cornell Greene creó en 1896 un imperio económico (Arizona Historical Foundation, 2012), primero con la Cananea Consolidated Copper Company [Compañía Consolidada Cuprera de Cananea], además de las empresas ganaderas Cananea Cattle Company [Compañía Ganadera de Cananea] y Greene Cattle Company [Compañía Ganadera Green], creadas en 1901, las que llegaron a contaron con una extensión de 40,468 hectáreas y cuyo capital alcanzó los 50 millones de dólares en 1906; para sufrir un colapso dos años después, como resultado del desplome del precio del cobre y los conflictos derivados de la huelga minera de Cananea, por lo que Green se concentró en sus propiedades ganaderas hasta su fallecimiento en un accidente en 1911, las cuales fueron expropiadas por el gobierno federal hasta 1958.

 

 

Presa de la Boquilla del Conchos, Chihuahua

Sobre los excesos y el autoritarismo de las empresas extranjeras, concerniente a las poblaciones rurales del cauce del Río Conchos, Chihuahua, encontramos la queja de Guadalupe e Isidro Fierro (CNA/ CIESAS/AHA, 1994: 5-7) por despojo de tierras, en contra de la Compañía Constructora de la Presa de la Boquilla del Conchos.

 

En 1906 el gobierno federal otorgó en concesión las aguas de este río para la construcción de un embalse, afluente principal del Río Bravo, al franco-canadiense Pablo Ginther; que en su tiempo sería el tercero más grande de Latinoamérica y daría lugar a un extenso distrito de riego que se extendería posteriormente hasta el valle de Delicias, Chihuahua.

 

Además de tener el control de la generación de energía eléctrica para esta rica zona agrícola, ganadera y minera, que se extiende en los municipios de Camargo, San Francisco de Conchos, Naica, La Cruz, Saucillo, Delicias y Meoqui. Las empresas que realizaban estas obras, de acuerdo a los usos y costumbres de los inversionistas extranjeros, utilizaron la fuerza paramilitar para desalojar a los habitantes de los pueblos de San José y San Miguel de Babisas, en el Distrito de Camargo, hasta desaparecerlos, además de hacer uso de todo tipo de recursos naturales para consolidar sus inversiones: construir un ferrocarril de vía angosta que comunicaba la estación de Camargo con el nuevo pueblo de La Boquilla, adquirir grandes extensiones de tierras y generar las entonces tradicionales tiendas de raya, para pagar en especie a los trabajadores de sus empresas mineras, agrícolas y ganaderas. Poblaciones que, de acuerdo con Rosales (2009), únicamente mejoraron sus condiciones de vida en 1913, con la llegada de las fuerzas villistas a la región.

 

Por otra parte, como señala Garner (2005), a principios del siglo XX las inversiones del capital inglés en nuestro país también fueron significativas, que se ejemplifica con los contratos otorgados a S. Pearson & Sons por el gobierno de Porfirio Díaz, entre 1889-1905, para realizar con financiamiento del erario obras públicas de gran envergadura, como el Gran Canal del Desagüe en el Valle de México, las obras portuarias de Veracruz, Salina Cruz y Coatzcoalcos, además del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec; obras en las que participó Porfirio Díaz hijo, como empleado de las empresas de Pearson.

 

Estas obras de infraestructura se desarrollaron conforme a la visión de la elite política porfiriana, de lograr alcanzar la modernidad y el progreso; sirviendo además para que Pearson invirtiera sus ganancias en el desarrollo de diversas empresas en el país, que incluyeron compañías manufactureras, de transporte urbano y marítimo como tranvías y barcos de vapor, mineras y de energía eléctrica. Además de adquirir con sus ganancias 400,000 hectáreas de predios rústicos para su posterior desarrollo como zona de explotación petrolera, a través de la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, a partir de 1909.

 

Obras en el puerto de Veracruz [1901]

 

El Ébano, Mexican Petroleum Company [ca. 1902]

 

Negocio en el que no tenía ninguna experiencia y en donde invirtió únicamente por contar con el apoyo gubernamental; el cual llegó a ser de sus empresas más rentables, al lograr que en 1914 la Gran Bretaña le otorgara el más exitoso contrato gubernamental de este imperio, consistente en abastecer de combustible a la marina británica durante la Primera Guerra Mundial.

 

Este proteccionismo empresarial se presentó en un contexto en el cual se procuraba contar con las inversiones del capital europeo, como contrapeso a una dependencia excesiva de la creciente influencia estadounidense en el país, ya que la envergadura y preponderancia de estos intereses representaban una amenaza a la independencia y a la soberanía nacional, como lo señaló el propio Pearson: [3]

 

…in Mexico English capitalists meet with exceptional favor by the government. It is true [that] American capital is pouring into the country, but Mexicans are a little afraid of a too-pronounced American invasion. […en México los capitalistas ingleses encuentran excepcionales facilidades del gobierno. Es claro (que) el capital norteamericano ha fluido en el país, pero los mexicanos están algo temerosos de esta significativa invasión.]

 

 

Esta situación, de un desarrollo económico monopolista en manos y a favor de los inversionistas extranjeros, generó que el sistema político porfirista desilusionara no sólo a los empresarios nacionales, sino también a la pequeña burguesía, al incrementar el autoritarismo dictatorial de los caciques regionales, y cerrar el acceso al ascenso económico y político de múltiples sectores sociales. En un contexto de continuo crecimiento de la economía de exportación que, sin una modernización tecnológica de las empresas de capital nacional, no podía absorber la creciente demanda de empleo, mientras se incrementaban las acciones represoras en contra de los trabajadores agrícolas, los pequeños propietarios y la creciente planta de trabajadores industriales, ante el crecimiento de sus protestas.

 

Según D'Olwer las inversiones norteamericanas predominaron no porque éste hubiera sido el deseo del gobierno mexicano (más bien aspiró a lo contrario), sino por la preferencia que los países europeos concedieron a sus propios imperios coloniales. [González, 1969: 572]

 

El 4o Escuadrón de Batalla frente a la isla de Inchcolm en el Estrecho de Forth, Escocia, guiados por el HMS Dreadnought [ca. 1916]

 

[1] Morelos, con una extensión de 4,911 Km2, que representaba el 0.25% del territorio nacional, mostró un incremento en su población que pasó de 154,519 habitantes en 1877, hasta alcanzar 179,594, con un crecimiento del 16.22%. [Secretaría de Economía, 1956: 8-9]

[2] MacGuire Thomas R. (1986), Politics and Ethnicity on the Rio Yaqui: Potam Rivisited, University of Arizona Press, p. 35 [Okada, 2000: 93]

[3] Garner, 2005; apud: Knight Alan (1994), Latin America: what price the past?, Oxford, Clarendon Press, p. 4

Referencias


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