Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1920-1940

Historia de México II Segunda Unidad: Reconstrucción Nacional e Institucionalización de la Revolución Mexicana 1920-1940

1920-1940: el contexto socioeconómico y político

Propósitos: Valorar algunas manifestaciones socioculturales influidas por el nacionalismo revolucionario y su impacto sociocultural

Mayo de 2012

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La Guerra Cristera y el asesinato de Obregón

 

Ver: Antecedentes del Conflicto de 1926-1929 entre la Iglesia Católica y el Estado Mexicano

 

Calles aplicó con dureza el artículo 130 Constitucional sobre la reglamentación de cultos, con lo que numerosos sacerdotes católicos extranjeros fueron expulsados del país, al mismo tiempo que impulsó la exótica idea de nacionalizar este culto. El 22 de febrero de 1925 favoreció que el cura José Joaquín Pérez Budar ocupara el Templo de La Soledad, en la ciudad de México, quien tenía la intención de fundar una Iglesia Católica Apostólica Mexicana; esto provocó protestas de las organizaciones religiosas Asociación Católica de la Juventud Mexicana, ACJM, y de los Caballeros de Colón, además del episcopado. Los excesos continuaron, como la expedición de un decreto en Tabasco, que exigía el matrimonio a los sacerdotes para poder oficiar su culto. La respuesta católica consistió en la integración de una Liga de Defensa de la Libertad Religiosa, para enfrentar el ataque gubernamental a sus instituciones religiosas.

 

El anticlericalismo de los militares sonorenses se puede relacionar, como antecedente, con la felicitación que envió el Vaticano a Victoriano Huerta por imponer la paz, publicada en la ciudad de México por el periódico El País, después del golpe de estado contra Madero. Adicionalmente, en franca rebeldía en contra de las limitaciones constitucionales de expresiones públicas de religiosidad en un estado laico, el clero católico decidió erigir un monumento a Cristo en el centro geográfico del país: el Cerro del Cubilete, en 1923; a la colocación de la primera piedra asistió el delegado apostólico del Vaticano, monseñor Ernesto Philippi. La respuesta del gobierno fue la aplicación del artículo 33 constitucional, expulsando del país al prelado y endureciendo la aplicación de la ley, que prohibía las manifestaciones de culto públicas. Todo ello contribuyó a que se iniciaría el proceso que llevaría a la Guerra Cristera.

El Patriarca José Joaquín Pérez, al dar comunión a unos fieles cismáticos.

Casasola Gustavo (1973), Historia Gráfica de la Revolución Mexicana, 1900-1970, T. 5, México, Editorial Trillas

 

Cerro del Cubilete, Guanajuato [Inicio de la construcción del monumento a Cristo Rey]

[11 de enero de 1923] AGN, Archivo Fotográfico Díaz, Delgado y García

Misa en Coalcoman, Michoacán [12 de diciembre de 1928]

 

Guerrilleras cristeras

En 1925 algunos dirigentes católicos decidieron integrar una organización que, sin depender de la Iglesia Católica ni de partido político alguno, pudiera funcionar sin ser coartado por el Estado. Sus objetivos fueron: detener a los enemigos de la religión Católica y conquistar lo que ellos consideraban integraba la libertad religiosa y las demás libertades que dimanan de ella, como el derecho a la libertad de educación, la defensa de los derechos políticos de los católicos como ciudadanos y los derechos de la Iglesia relativos al culto público, la propiedad y administración de sus templos, escuelas, obras sociales y de caridad. Así nació la Liga de Defensa de la Libertad Religiosa, que se ramificó en todo el país, con gran fuerza en el centro y occidente de México; iniciando su lucha legal, en primera instancia, para lograr sus cometidos. Paralelamente se creó un Comité Episcopal, formado por clérigos, que trataría con el gobierno todos los asuntos relacionados con la Iglesia.

 

Una primera acción de presión de la Iglesia Católica consistió en la supresión de cultos en el país. Calles, mediante una Ley Adicional en asuntos religiosos, el 14 de junio de 1926 limitó el número de sacerdotes a uno por cada 6 mil habitantes, ordenando además que se registraran ante las autoridades municipales, las que emitirían licencias para que pudieran ejercer su profesión; al mismo tiempo que clausuraba 42 inmuebles y templos, y amenazaba con incautar las escuelas religiosas, lanzando a la CROM a enfrentar violentamente a los fieles católicos.

 

 

La Liga enfrentó al Estado con un boicot, promoviendo la suspensión de pagos de impuestos y el consumo de productos distribuidos por el Estado, como la gasolina y la lotería. El gobierno comenzó a detener a sus integrantes, con lo que la Liga integró un comité de guerra y lanzó el levantamiento armado que, para 1927, cobró fuerza como guerra religiosa; sus soldados se denominaron: defensores, luego libertadores y finalmente cristeros, por su lema de guerra: Viva Cristo Rey. La violencia se inició en Chalchihuites, Zacatecas, debido a que un grupo de fieles quiso liberar al párroco del lugar que había sido detenido. Inicialmente el jefe del movimiento cristero fue René Capistrán Garza, fundador de la Liga y Presidente de la ACJM, quien aceptó financiamiento de ricos hacendados que veían con temor la reforma agraria. Capistrán viajó a los EUA, buscando el apoyo popular y eclesiástico.

 

Los obispos, siguiendo la política vaticana, rechazaron la violencia; pero impulsaron la lucha pacífica por lo que consideraban integraban las libertades religiosas frente al Estado, por lo que se generalizó la impartición de cultos y la continuación de la educación religiosa de forma clandestina en domicilios particulares; sin embargo, muchos sacerdotes participaron activamente en la guerra. En 1928 se incorporó a los cristeros, en los Altos de Jalisco, el general huertista, Enrique Goroztieta, ocupando la jefatura militar del movimiento en Jalisco, Nayarit y Colima, con lo que el conflicto tomó el cariz de contrarrevolucionario. Contra estas fuerzas militares cristeras el gobierno federal envió un ejército al mandó del general Joaquín Amaro Domínguez.

Integrantes de la Liga Nacional de la Defensa Religiosa impulsando el boicot [ca. 1926]

Meyer Jean (1999), La Cristiada, México, Editorial Clío

 

 

La lucha encabezada por Goroztieta tuvo un contenido político: regresar al país a la Constitución de 1857, sin las Leyes de Reforma. El acto más importante de la insurrección, además de la secuela de destrucción y muerte en amplias regiones del campo mexicano, se expresó con el magnicidio de Álvaro Obregón, presidente electo en 1928, a manos de José de León Toral. En el juicio del asesino el gobierno callista implicó a grupos católicos en el atentado.

 

El gobierno mexicano, presionado por los EUA, inició arreglos con la jerarquía católica encabezada por el obispo de Tabasco Pascual Díaz Barreto, el delegado apostólico Leopoldo Ruiz y Flores y el Presidente Interino Emilio Portes Gil. Los arreglos concluyeron el 21 de junio de 1929 sin documento alguno, salvo el reconocimiento público del gobierno de aplicar la ley sin tendencia sectarista, mientras que la jerarquía eclesiástica reabría los templos. Goroztieta fue capturado y fusilado, y los radicales cristeros sobrevivientes se exiliaron en los EUA.

 

Clero mexicano, Mora y del Río al centro

Meyer Jean (1999), La Cristiada, México, Editorial Clío

 

Las elecciones de 1928 y una nueva insurrección militar

 

 

Para 1928 se llegó el tiempo de la sucesión presidencial; muerto Benjamin Hill Salido, aparentemente asesinado, y exiliado Adolfo de la Huerta, el grupo sonorense estaba desmantelado; por lo que Obregón, que había permanecido en Sonora durante cuatro años, lanzó un manifiesto radical en el que anunció su regreso a la política, con lo que un grupo de diputados inició la reforma constitucional que modificaría la no reelección de la presidencia, que se mantuvo únicamente para el período inmediato.

 

El caudillo inició su campaña a la presidencia apoyado en personajes tan disímbolos como Aarón Sáenz Garza y Antonio Díaz Soto y Gama; contendería contra otros dos generales Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano Barbeytia, quienes formaron un Partido Antirreeleccionista. Gómez era el jefe militar en Veracruz y Serrano el Gobernador del Distrito Federal, quienes aglutinaron a los enemigos de Obregón como los carrancistas Félix F. Palavicini y Cándido Aguilar Vargas, y delahuertistas como Vito Alessio Robles. Mientras Gómez realizaba una gira por el país y Serrano se reunía con sus seguidores en Cuernavaca, el jefe militar del Valle de México general Eugenio Martínez salió a Europa y quedó en su lugar Héctor Ignacio Almada. El 1 de octubre de 1927 se realizaron maniobras nocturnas en Balbuena en la ciudad de México, a las que fueron invitados Calles, Obregón y Joaquín Amaro; en este evento se buscaba lograr su aprehensión y dar un golpe de Estado.

 

Los caudillos no asistieron y, a su vez, ordenaron el asesinato del grupo de Serrano reunido en Cuernavaca, con lo que se inició una nueva revuelta militar dirigida por Gómez, que duraría hasta el mes de noviembre y terminaría con una nueva y larga lista de generales fusilados.

 

 

Generales Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez

 

El asesinato de Obregón

 

Banquete en honor de Obregón en La Bombilla, donde sería asesinado

Sin mayor oposición Obregón fue reelecto y la diputación guanajuatense le brindó un banquete en un restaurante de San Ángel en la ciudad de México, llamado La Bombilla; en donde un oscuro personaje, José de León Toral, lo asesinó. El magnicida era simpatizante de la Liga, y pertenecía a un grupo de fanáticos dirigido por Concepción Acevedo de la Llata, conocida como la Madre Conchita; el primero fue fusilado y la monja condenada 20 años de prisión, mientras que Aurelio Manrique y Antonio Díaz Soto y Gama, del Partido Nacional Agrarista, acusaron a Calles de haber sido el autor intelectual, lo que generó una gran división política.

 

El magnicidio del 17 de julio de 1928 marcó el fin de la época de los caudillos, únicamente quedaba Plutarco Elías Calles, que sería llamado el Jefe Máximo de la Revolución hasta 1935. El 1 de septiembre de 1928 Calles presentó su último informe ante el Congreso, en un clima de división y confrontación política. El tema constante en el informe fue el de la importancia de las instituciones. Señaló que con Obregón había desaparecido el último de los caudillos, lo que planteaba a la nación la necesidad de encauzarse por la vía de las instituciones, para que no fueran los individuos quienes se convirtieran en piezas clave del poder. Anunció que era necesario que los organismos políticos, representantes de los grupos revolucionarios, debieran ser quienes nombraran, por vías democráticas, a los que habrían de representarlos en el ejercicio del poder.

 

El paso del caudillismo a la institucionalidad

 

Calles señaló en su informe:

 

…la necesidad que creemos definitiva y categórica de pasar de un sistema más o menos velado, de "gobiernos de caudillos" a un más franco "régimen de instituciones", me han decidido a declarar solemnemente...que nunca y que por ninguna consideración y en ninguna circunstancia volverá el actual Presidente de la República a ocupar esta posición.. la Revolución Mexicana... para no apartarse de estos derroteros... necesita de energía siempre nueva, que mantenga su vigor y las características más destacadas del movimiento renovador y del concurso variado y entusiasta del mayor número posible de ciudadanos que puedan escalar puestos de elección popular por sus dotes y merecimientos ante la opinión de las mayorías..

 

Su mensaje indicaba claramente la intención de formar un único partido político nacional, que detentando el poder absoluto eliminara la proliferación de facciones derivadas de la lucha armada y se encargara de decidir quién podría llegar a ocupar los puestos políticos en el país. Se anunciaba la conformación del partido único y la consolidación del corporativismo mexicano. El principal elector sería en ese momento el Jefe Máximo, quien pasaría la estafeta posteriormente al que ocupara la Presidencia de la República. Los procesos electorales habían estado supeditados a la fuerza de las armas desde 1876, situación que se había fortalecido con el proceso revolucionario.

Calles en su último informe ante el Congreso [1929]

 

Nombró al Secretario de Gobernación Emilio Portes Gil, quien había sido Procurador General de la República, congresista y Gobernador de Tamaulipas, para ocupar la presidencia en forma interina.

 

Referencias


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