Programa de Cómputo para la Enseñanza: Cultura y Vida Cotidiana: 1900-1920

Historia de México II Primera Unidad: Crisis del Porfiriato y México Revolucionario 1900-1920

La Producción Literaria de 1900 a 1920

Propósitos: Valorar el impacto sociocultural de la Revolución Mexicana, así como la diversidad de grupos sociales y regionales participantes en ella

Humberto Domínguez Chávez. Mayo de 2013

 

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Introducción

 

Durante la segunda mitad del siglo XIX los escritores mexicanos se preocuparon por la trascendencia de sus obras, comenta Castro (2004), alentados por un espíritu romántico que era capaz de conciliar las tradiciones cristianas con la idea del progreso de una nación de corte liberal; además de inspirarse en los paisajes nacionales, para desarrollar sus obras.

 

Discutieron sobre la literatura nacional y sobre su producción en periódicos, círculos académicos, cafés, asociaciones y liceos o en veladas y tertulias, comentando sobre un mundo que compartían los diversos grupos de políticos, así como por la creciente clase media que se había venido conformando bajo la paz porfiriana. Estos autores se vanagloriaban sobre el hecho de que la literatura mexicana se había incorporado a la modernidad, por lo que ampliaron el rango de las influencias extranjeras en su producción, más allá de la influencia hispana que había estado presente en las obras nacionales.

 

El Naturalismo en las obras de principios del siglo XX

 

Por lo que se refiera a la prosa, apunta Vogt (1990) que una influencia importante lo integró el Naturalismo francés, siendo Emile Zola:

 

… una figura admirada y a la vez temida en un país católico como México.

 

Sobre los planteamientos de este literato, comenta Pardo (1910: 100) que Zola:

 

…dominado por una intención científica y prendado de las teorías de Darwin, hizo del principio de la transmisión hereditaria el eje de su vasto proyecto. De un antecesor loco y de otro alcohólico, descienden gran parte de los personajes de sus novelas, y en ellos mostró las neurosis, las inclinaciones funestas y los estigmas degenerativos que llevaban en la sangre. Borrachos, asesinos, meretrices, desequilibrados geniales, agitadores políticos, negociantes defraudadores, son las ramificaciones del famoso árbol genealógico.

Emile Zola

 

Federico Gamboa en su biblioteca

 

Federico Gamboa (1864-1939) retomaría el tema de la prostituta, desarrollado por Zola en su novela Nana, para escribir Santa en 1905; en donde predomina: …un sentimentalismo dulzón que es expresión del amor cristiano.

 

Sobre el gran éxito editorial que tuvo esta obra entre 1903-1939, señala Bobadilla (2006), intervino su temática que generó un gran sensacionalismo entre sus lectores, quienes estaban inmersos a principios del siglo XX en la moral conservadora propia del Porfiriato; quienes encontraron un divertimento morboso al reconocerse, de forma inconsciente, con formas de vida crapulosa al leer sobre situaciones y experiencias escandalosas de otras personas. Sobre la trama de la novela, comenta Gamboa que su obra trata sobre:

 

…la historia vulgar de las muchachas pobres que nacen en el campo y que en el campo se crían en el aire libre, entre brisas y flores; ignorantes, castas y fuertes; al cuidado de la tierra, nuestra eterna madre cariñosa; con amistades aladas, de pájaros libres de verdad, y con ilusiones tan puras, dentro de sus duros pechos de zagala, como las violetas que, a escondidas, crecen a orillas del río que meció su cuna”... Hasta que hace su aparición el chulo citadino pícaro y galán, en la figura de Marcelino, el alférez de la guardia del pueblo, quien supo vencer la débil resistencia de la ingenua y conducirla a la pérdida de la honra, mediante ardides y “mañas para charlarle, en broma por supuesto, sonriendo bajo el [castaño] bozo, sacudiéndose las botas [marcialmente] con el látigo o acariciando el pescuezo de su caballo [un irascible moro], si lo que decía era de trascendencia.

 

[…] De allí en más, todo fue rostros sombríos, callar de catástrofe, fiebre intensa, y la maledicencia del pueblo husmeando y desfigurando lo sucedido (Gamboa 1982: 69), para culminar la historia con la expulsión del hogar paterno —en una escenificación dramática del más genuino corte calderoniano— e iniciar así un largo proceso de degradación y decadencia física y moral, que conducirá a Santa, primero, por los caminos de la prostitución, luego, al sepulcro, pese a los dos o tres intentos de regeneración frustrados por la doble moral, por la misma corrupción física y moral de la sociedad que la condena. (Bobadilla, 2006)

 

Santa ha sido valorada como una de las obras maestras de la narrativa mexicana, comenta Bobadilla (2006), porque su discurso narrativo está bien planeado, claramente escrito y con una trama que conduce a su desenlace; sus minuciosas descripciones realistas, que revelan gran capacidad de observación de las características de la marginal cultura del burdel citadino son de una poderosa vitalidad, al mismo tiempo que configura sus personajes a partir de elementales rasgos sustanciales, para convertirlos en verdaderos símbolos literarios nacionales; lo que tal vez explique el por qué la historia fue llevada al cinematógrafo silente, además de integrar una de las primeras películas sonorizadas.

 

En esta obra, señala Bobadilla (2006), su autor presenta una imagen de la moderna vida urbana, como espacio burgués que se rige por las leyes del intercambio material, en donde se detonan las posibilidades genéticas de los individuos para degradarse; convirtiéndolos en seres instintivos desprovistos de valores que no pueden establecer una armonía con la naturaleza, en donde la vida citadina rompe el orden natural de la unidad del ser humano con la naturaleza. Que refleja la visión romántica del mundo que maneja el narrador, fracturado ante los valores del intercambio materialista burgués existente en el espacio-tiempo citadino, en el cual ubica las acciones en su obra:

 

…la ciudad, es el detonante del proceso genético de degradación y decadencia física y moral del hombre.

 

El manejo de la vida citadina, no como un mero escenario, ubica a su personaje principal en interacciones que condicionan las conductas y valoraciones de los personajes, utilizando una perspectiva modernista en sus descripciones, lo que anuncia una sensibilidad impresionista muy bien lograda. Rescatamos un fragmento de la obra en donde la protagonista, una atractiva pueblerina, después de haber sido seducida y abandonada en su pueblo, además de ser repudiada por su familia, arriba a la ciudad para iniciar su vida de meretriz en el prostíbulo:[1]

 

- Aquí es -dijo el cochero deteniendo de golpe a los caballos, que sacudieron la cabeza hostigados por lo brusco del movimiento.

La mujer asomó la cara, miró a un lado y otro de la portezuela, y como si dudase o no reconociese el lugar, preguntó admirada:

- ¡Aquí!... ¿En dónde?...

El cochero, contemplándola canallamente desde el pescante, apuntó con el látigo tendido:

- Allí, al fondo, aquella puerta cerrada [...]

 

El restaurante de los pobres [ca. 1900]

 

Casi sin darse cuenta [... la muchacha caminó] hasta llamar [...] Toda aturdida, desfogóse con el aldabón y llamó distintas veces [...]

 

Como tardasen en abrirle a Santa, involuntariamente se volvió a mirar el conjunto [citadino que se le ofrecía]; pero cuando estalló en la catedral el repique formidable de las doce, cuando el silbato de vapor de la tintorería francesa lanzó a los aires [...] un pitazo angustioso y agudísimo, y sus operarios y los de los demás talleres, recogiéndose las blusas azulosas y mugrientas, encendiendo el cigarrillo con sus manos percudidas, empezaron a salir a la calle y a obstruir la acera mientras se despedían con palabrotas, con encogimiento de espalda los serios, y los viciosos, de bracero, enderezaban sus pasos a [la cantina] Los Reyes Magos; cuando los chicos de la escuela, empujándose y armando un zipizape de mil demonios, lanzaban libros y pizarras por los suelos, los entintados dedos enjugando lágrimas momentáneas, volando las gorras y los picarescos semblantes enmascarados de traviesa alegría, entonces Santa llamó a la puerta con mayor fuerza aún. (Gamboa 1982: 15-19)

 

Calle del Coliseo Viejo [ca. 1900]

[…] Santa de encogida y cerril en cortesana a la moda, a la que todos los masculinos que disponían del importe de la tarifa, anhelaban probar. Más que sensual apetito, parecía un ansia de estrujar, destruir y enfermar esa carne sabrosa y picante que no se rehusaba ni se defendía; carne de extravío y de infamia [...]; carne mansa y obediente, a la que impunemente podía hacerle cada cual lo que mejor le cuadrase.

 

Y aunque entre tantísimo caballero había padres de familia, esposos, gente muy adinerada y muy alta, unos católicos, otros librepensadores, filántropos, funcionarios, autoridades, como la muchacha tenía que perderse a nadie se le ocurrió intentar siquiera su rescate [...]Aquello fue un furioso galopar de personas decentes, respetables, alegres y serias, tras la muchacha recién caída; pero galopar agresivo, idéntico al de los garañones de la dehesas que, encendidos en bestial lascivia, nada los contiene ni nada respetan.

 

Puede decirse que la entera ciudad concupiscente pasó por la alcoba de Santa, sin darle tiempo casi de cambiar de postura. ¡Caída!, ¡caída la codiciaban!, ¡caída soñábanla!, ¡caída brindábales la vedada poma, supremamente deliciosa!...

 

[…] En los instantes —cada día más raros— en que oleadas de remordimiento la asaltaban y entristecían, [Santa] entraba en fugaces coloquios consigo misma; pero por mucho que volvía el rostro dispuesta a pedir auxilio, a modo de persona que se ahoga, sólo contemplaba a entrambas orillas de su vivir gente que se encogía de hombros o que se esforzaba porque de una vez se ahogara y con ello desapareciese la tentación lindísima de su cuerpo.

 

[…] Santa embelleció aún más [con su vida en el burdel]; excesos y desvelos, cual diabólicos artífices empeñados en desatinada junta, en vez de arruinar o desmejorar sus facciones, hermoseábanlas a ojos vistas, que hasta las palideces por el no dormir y las hondas ojeras por el tanto pecar, íbanle de perlas a la campesina.

 

Los que sí perdía, y a grandísima prisa por desgracia, era el sentido moral en todas sus encantadoras manifestaciones; ni rastros quedaban de él, y por lo pronto que se connaturalizó con su nuevo y degradante estado, es de presumir que en la sangre llevara gérmenes de muy vieja lascivia de algún tatarabuelo que en ella resucitaba con sus vicios y todo. Rápida fue su aclimatación, con lo que a las claras se prueba que la chica no era nacida para lo honrado y derecho, a menos que alguien la hubiese encaminado por ahí, acompañándola y levantándola, caso que flaqueara. (Gamboa 1982: 75-76)

Dama de 1900

 

Para Vogt (1990), la influencia de Zola se encuentra también en María Luisa,[2] una de las primeras obras de Mariano Azuela (1873-1952); que de acuerdo con López (2010) fue escrita en 1896 y publicada en 1907, lo mismo que en Mala Yerba, obra de 1909. En la primera, señala Vogt, Azuela adopta las teorías de la herencia biológica, presentando a su protagonista como un ser perverso que heredó de sus ancestros la inmoralidad y la decadencia; mientras que en la segunda obra la trama gira en torno de una familia de retorcidos terratenientes.

 

En relación con las vivencias de Azuela, que dieron lugar al primero de estos relatos, señala López (2010):

 

Hospital Escandón de la ciudad de México [1908] (González, 2007: 69)

…cuando Azuela cursaba el quinto año de la carrera, presenció en el hospital civil de Guadalajara los últimos días de una joven prostituta. Sintió lástima y un gran coraje, pues uno de sus condiscípulos había sido el amante de esa joven. Llegando a su casa, se sentó a escribir.

 

Sobre la trama de María Luisa, apunta González (1954a) que narra el encuentro de un estudiante de medicina con una joven enferma que es atendida en un hospital; la cual aparece ante sus ojos como una tísica prematuramente marchita y demacrada que ha perdido su hermosura, quien padece neumonía y alcoholismo, lo que ha minado su cuerpo tuberculoso.

 

Al examinar el caso clínico, ordenado al estudiante por sus maestros, durante el interrogatorio médico la infeliz recuerda su pasado y hace partícipe de sus confidencias al novel estudiante. Le cuenta que anteriormente trabajaba en un taller de medias, en donde conoció al hijo del dueño, un muchacho de veinte años, guapo y galante, quien la sedujo y se la llevó a vivir con él durante casi un año; hasta que hastiado de ella la abandonó, y como resultado fue rechazada por su familia, además de quedar desempleada. Para olvidar sus penas se entregó a la bebida, hasta rodar de cantina en cantina mendigando copas; llenándosele de lágrimas sus ojos al narrar esos recuerdos, ya que aún amaba al frívolo galán.

 

El desenlace brusco del relato, característico de las obras de Azuela, continúa González, muestra a un practicante en la sala de autopsias que extrae los pulmones al cadáver de la joven enferma, mientras otro le asierra el cráneo, comentando el autor:

 

…los movimientos de vaivén de la sierra son seguidos por la cabeza de la muerta, que aparece más horrible, con los ojos apagados y la risa última que dejaron los músculos en contracción.

 

Mientras que el profesor explica a los estudiantes las lesiones producidas en la muchacha por la tuberculosis, el alcoholismo y la neumonía, uno de ellos:

 

…tiene la mirada empañada por una lágrima. Fue el amante de la muerta.

 

El relato resulta atractivo al abundar en rasgos costumbristas, apunta González, donde se describe el medio estudiantil y las casas de huéspedes en donde éstos vivían a finales del siglo XIX; además de presentar vívidas y coloridas descripciones del espacio urbano, como la Alameda de Guadalajara y el Parque de Agua Azul.

Guadalajara Calle de la Aduana (actual Calle Colón) [ca. 1900]

 

Los acontecimientos narrados marcan el fondo real del drama, al apuntar una enorme desproporción ética entre las faltas cometidas y la expiación de las mismas; en donde se involucra la educación moral de los diferentes sexos, el atavismo y la dependencia económica de las mujeres, que constituye el substrato del drama, real o imaginado, presentando la penuria de quienes se convierten en víctimas de las acciones de los otros.

 

Ya que en países ricos, o en contextos sociales no tan diferenciados como los narrados, el acontecimiento de los escarceos sexuales de los jóvenes no pasaría de constituir una comedia, o un divertido sainete; mientras que en el contexto socioeconómico descrito se marca la diferencia ética, y lo execrable de los actos realizados por el integrante masculino, presentando las consecuencias para su contraparte femenina, quien tiene una existencia tan vulnerable.

 

Peones [ca. 1900] (AGN, Colección Fotográfica Charles B. Waite)

 

Por lo que se refiere a Mala Yerba, comenta López (2010) que puntualiza el carácter de una época:

 

…el tiempo de la impunidad de los hacendados que tanto protegió el gobierno de Porfirio Díaz.

 

Lo central no radica en exhibir la situación que se vivía en los latifundios, sino presentar la vida de la protagonista, la hija de un peón que sufre el acoso del hacendado, desde una perspectiva del naturalismo. El patrón, para cumplir sus aviesos propósitos amorosos, asesina a un vaquero pretendiente de la joven; la campesina, en un acto de venganza tratará de matarlo, para acabar asesinada a manos del hacendado.

 

Apunta López que Azuela retomó los elementos que integrarían su relato, a partir de lo señalado en un expediente judicial que llegó a sus manos. Para el autor, continua López, los habitantes de las haciendas que nos narra integran una sociedad dividida entre los machos domadores de doncellas y la de los peones, quienes buscan complacer a sus amos; mientras que, por misteriosas razones, callan sus abusos y crímenes.

 

Este orden existente, caracterizado por la espoliación y las vejaciones de los hacendados, es violentado por la joven, quien trata de ponerle fin con la fracasada eliminación del hacendado.

 

Por su parte, comenta González (1954b) que esta obra fue impresa inicialmente en 1909, en los talleres de La Gaceta de Guadalajara; se reeditó en México en 1924 y se tradujo al inglés en 1932 [Marcela. A Mexican Love Story], además de publicarse en francés en 1933 [Mauvaise graine], lo que indica un gran éxito y aceptación internacional de la novela.

 

La mala yerba del título corresponde a la naturaleza de una familia de hacendados porfiristas, los cuales carecen de los bríos de sus antepasados, además de presentarlos el novelista como criollos opresores de sus peones, quienes sólo buscan en las bellezas campesinas la satisfacción de sus apetitos; mientras la población sometida a sus caprichos, aletargada en la servidumbre y la ignorancia, se desvive en una ingenua admiración hacia sus amos, que para González resulta ser la imagen:

 

…del estado de cosas que dio motivo a la Revolución, constituye un apropiado prólogo a la lectura de Los de abajo.

 

Su trama integra un drama de odio y amor en un ambiente campirano, que muestra la intensidad de las pasiones en el medio rural, y que es la transposición literaria de un suceso real.

 

El relato gira en torno de una bella campesina que nada tiene de pazguata, continua González, ya que se sabe deseable y hace de la coquetería su mejor arma, con la que atrae a dos galanes: el degenerado vástago de una ruda familia de hacendados, y un valiente, robusto y joven vaquero, tan cándido que raya en tonto.

 

Del jacalucho salió presurosa una muchacha, apretando sus ojos como si la luz hiriese sus pupilas. Cogióse la raída falda de chomite en un puñado y echó a correr por el linde del sembrado, Contoneábase su recio cuerpo pubescente cual ancas de potranca, sus pies chatos y desnudos castañeteaban en el suelo con firmeza montaraz de animal que no siente pedruscos ni malezas, Se tiró por el barreal, acopiando tepetates en su ancho delantal azul.

 

- ¡Aija!... ¡aija y aija!...

 

El grito vigoroso del vaquero se reforzaba ahora con el no menos vibrante de la hembra.

 

Erguida, levantando gallardamente un brazo, lanzaba terrones que se hacían polvo en los flancos de las vacas. A cada impulso se estremecían sus duros senos y sus carnes frescas y pujantes se delineaban airosamente.

 

La calle de un pueblo [ca. 1900] (AGN, Colección Fotográfica Charles B. Waite)

 

 

Arriero de Tehuantepec [ca. 1900] (AGN, Colección Fotográfica Charles B. Waite)

Gran tarde, triunfal hasta de la mansedumbre anidada en los bovinos ojos. Las reses, alborozadas de improvisto, llegaban al corral retozando, después de haber hecho vanos los esfuerzos del vaquero y de la muchacha por alejarlos de la labor. Las cañitas apenas de alzaban un palmo del surco, y si era un peligro el apetito goloso del rumiante, mayor lo era la pezuña que pasaba dejando destrozos por el surquerío.

 

Señor Pablo, a pesar de su corcova, de sus frágiles miembros de octogenario y de sus ojos de cristal apagado, abrió por presteza la puerta del corral, sacando una a una las agujas de pesado encino que iban de un lado a otro de enormes cuartones verticales de mezquite. Vacas barrosas de ancho braguero blanco, atigradas de narices romas, negras de melancólicos ojos, no pudiendo gastar más sus arrestos en alegres correrías, aglomeradas a la puerta se embestían. Resbalaban las encornaduras por las ancas de las vecinas o se encontraban en ruidoso choque.

 

Renqueando de tanto corretear, flojamente caído el calzón de un lado hasta el huarache, remangado el otro hasta la raíz de su cobrizo muslo, el vaquero se detuvo a corta distancia de la muchacha, mientras el ganado seguía entrando. De uno de sus hombros pendía erizo capote de palma enrollada. En una mano llevaba la honda y un manojo de tronadoras aromáticas en la otra.

 

Lejos de cohibirse, el mozo dejó blanquear sus dientes en una sonrisa socarrona, le arrojó a la cara el puñado de flores y pasó de largo, murmurando:

 

- ¿El amo?... ¡Pa ponerle las chivarras¡…

 

El amo don Julián era un seco grandullón, forrado de gamuza de los pies a la cabeza, de alazanado bigotillo y ojos dulzones, un tanto afeminados. A un lado de la puerta del corral escuchaba la plática interminable de señor Pablo, el sirviente más viejo de San Pedro de las Gallinas. Buenas migas habían hecho el fiel jornalero y el vástago más tierno de los Andrades, aquél por su ascendiente de experimentado campirano y servidor de los más apegados a la casa y éste como niño mimado a quien sorprenden los mostachos todavía a la falda de la nana (que de eso y más había servido el viejo bonachón). Pero a últimas fechas se habían resfriado sus recíprocas confianzas.

 

Señor Pablo husmeaba que el niño le hacía el amor a su hija Marcela, y aunque no diera crédito del todo a los rumores que le llegaban, porque bien sabía de lo que es capaz una mala lengua, no por eso dejaba de inquietarse, en previsión de un desastre cierto, si la muchacha le daba oídos.

 

Carreta [ca. 1900] (AGN, Colección Fotográfica Charles B. Waite)

 

Tlachiquero [ca. 1900] (AGN, Colección Fotográfica Charles B. Waite)

 

Tampoco a Julián Andrade le satisfacían ahora las pláticas de señor Pablo, cuyo carácter se había ensombrecido mucho desde que en sus ojos lagrimeantes aparecieron las opalescencias de las cataratas. En vez de divertirlo con sus cuentos pavorosos de espantos y aparecidos, con sus narraciones pintorescas de asaltos a la diligencia y otras aventuras muy interesantes, había dado en la manía de pronosticarlo todo, y con un pesimismo implacable.

 

El año actual, por ejemplo, se iba a perder: sería peor que el pasado y el maíz llegaría hasta las nubes. Habría una mortandad de animales y cristianos como cuando el cólera grande. Hombre de edad y de experiencia, fundaba sus afirmaciones en bases incontrovertibles: el gallo había cantado a las once de la noche; los coyotes aullaron toda la mañana en la Mesa de San Pedro; el cerco de la luna traía puro aire, y ¡que más¡ Marcela vio nacer el año nuevo en un apaste de agua: por las señas que dio podía uno jurar que si ciertamente no sería de sangre, sí de una sequía fatal.

 

No escuchaba Julián tan funestos pronósticos, en primer lugar porque en aquellos precisos momentos el cielo con sus truenos y relámpagos estaba dándole un mentís solemne y, además, porque se le quemaba la sangre de ver el juego que Marcela traía con el vaquero. [Azuela, 1989: 13-15]

[1] Bobadilla (2006)

[2] El primer boceto de lo que sería esta novela María Luisa, apareció inicialmente como el relato: La enferma levantó con dificultad los párpados, que se publicó en el semanario Gil Blas Cómico de la ciudad de México, dentro de una serie que se denominó: De impresiones de un estudiante, en donde se integraron diversos relatos de Azuela, escritos cuando estudiaba medicina en Guadalajara. [González, 1954]

 

Referencias


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