Colonialismo en Asia

Aspectos del colonialismo en Asia

En el continente asiático, las potencias europeas y los Estados Unidos aplicaron políticas de colonización de distinto tipo, que fueron desde el comercio forzado y la apropiación territorial (la India y Birmania por los ingleses, Indochina por los franceses), valiéndose de la superioridad tecnológica y su poderío militar, hasta la creación de colonias de poblamiento, como Australia o Nueva Zelanda, en el caso inglés. Estas colonias absorbieron la población excedente de las metrópolis y disfrutaron de autonomía política.

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Asia en el siglo XIX
China

En la primera mitad del siglo XIX la economía china tenía un escaso desarrollo y se encontraba aislada del resto del mundo; situación agravada por la inestabilidad política del imperio, fruto de las frecuentes revueltas sociales. Esta debilidad fue aprovechada por las potencias capitalistas de la época para obtener concesiones comerciales del emperador, sobre todo después de que los ingleses invadieran el territorio y pusieran sitio a la ciudad de Nanking, en la llamada guerra del opio (1840-1842), por la que obligaron al gobierno chino a derogar la ley anti-opio, decretada en 1800, y permitir el comercio de productos europeos en cinco puertos y en la isla de Hong-Kong.

La actividad comercial se incrementó de manera progresiva, a tal grado que de las 44 embarcaciones que arribaban a puertos chinos en 1844, se pasó a 437 en 1855. En 1860 los aliados anglo-franceses, necesitados de un mercado más grande para sus productos industrializados, impusieron su poderío militar y obligaron al gobierno chino a firmar un nuevo tratado para la apertura de doce nuevos puertos; de esta manera, el colonialismo en este vasto territorio se centró en el control comercial y aduanal, en un intervencionismo económico y en presión política a través de los consulados europeos (Espino, 2010: 152-153).

La primera guerra del opio
La India

Considerada la joya de la corona, constituyó el eje del imperio británico en Asia. Desde finales del siglo XVIII la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, empresa comercial de carácter privado con control estatal, se había apoderado de grandes extensiones territoriales de la península aprovechándose de los conflictos constantes entre los atomizados principados autóctonos, provocados por diferencias culturales, religiosas y lingüísticas, en los que la administración británica apoyaba a los bandos enfrentados a cambio de cesiones territoriales (Espino, 2010: 27). De esta manera, hacia 1819, la Compañía controlaba un territorio de casi 900 mil kilómetros, con una población cercana a los 90 millones (Franco, 2007: 27).

La explotación económica de la India se dio primero a través del cobro de contribuciones fiscales sobre la propiedad de la tierra, después con la compra de materias primas baratas y la venta de productos industrializados, que provocó la ruina de la economía artesanal hindú, incapaz de competir con la producción textil inglesa. La miseria de grandes contingentes, sumado a la imposición de instituciones y formas de vida y trabajo occidentales, así como la modernización tecnológica en transportes y comunicaciones afectaron el sistema de vida tradicional, provocaron la rebelión de los soldados indios de la Compañía en 1857 (cipayos); revuelta que duró un año y sirvió a la corona británica para desplazar a la Compañía y tomar el control directo de la colonia.

Cipayos dividiéndose el botín después de su motín contra el dominio británico
Japón

Desde principios del siglo XIX, ingleses y rusos habían intentado abrir los puertos japoneses al comercio de sus productos, aunque sin conseguirlo. La apertura de los puertos chinos obtenida por el uso de la fuerza militar en 1842, convirtió a Japón en una zona fundamental para los intereses comerciales de los Estados Unidos; así, en 1854, un escuadrón naval de esta nación se presentó en la bahía de Edo y obligó al gobierno japonés, “bajo la amenaza de los cañones”, a la firma del tratado de Kanagawa, con el que obtuvieron la apertura de varios puertos al comercio estadounidense. Inglaterra, Rusia y los Países Bajos también lograron tratados en este sentido valiéndose de la presión militar y diplomática. Como resultado de la apertura comercial, la sociedad japonesa se vio inundada de productos industrializados por lo que, ante la necesidad de escapar de la dependencia colonialista y dejar de ser meros proveedores de materias primas, decidieron modernizarse y apropiarse de los conocimientos técnicos y de la formas de organización y producción capitalistas, que permitieron industrializar al país y poner a la economía japonesa en la ruta del desarrollo. Esta política de modernización se llevo a cabo en la etapa conocida como la restauración Meiji, o periodo de “civilización y luces” (Franco, 2007: 30-31; 45,61).

Emperador Meiji, impulsor de la modernización japonesa, de cuyo nombre se desprende el periodo conocido como Restauración Meiji

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