En la segunda mitad del siglo XV, se dio un estancamiento en el desarrollo de la tecnología y de la productividad agrícola, que obligó a una nueva fase de la expansión europea en la que el comercio y la producción manufacturera se dan sólo en función del mercado de la nobleza y la burguesía. Aparece la pugna entre las nuevas fuerzas productivas (relaciones de producción capitalista) y las viejas relaciones sociales de producción feudal.
Las necesidades económicas de España le permitieron tener una balanza comercial equilibrada con el fortalecimiento de su industria y la necesidad de metales preciosos y la explotación de materias primas en las colonias; lo que contribuyó al desarrollo de las fuerzas productivas mediante el proceso de Acumulación Originaria cuyas características se muestran a continuación: